Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Las cartas

04/04/2024

La esposa del Presidente del Gobierno ha firmado dos cartas para apoyar a distintas empresas en concursos públicos de la administración central. La noticia ha causado cierta perplejidad y congoja en según qué ámbitos, pues nunca hasta ahora habíamos conocido a una primera dama que dominara el género epistolar como la actual inquilina de la Moncloa. Aquí están los tiralevitas que se arrancan la piel a cachos y dicen aquello de la mujer del César, sin darse cuenta de que de algo habrá de vivir quien es la pareja de nuestro primer ministro. Si hace algo, porque hace algo; si no hace nada, porque no hace nada… Pero nunca tenemos la fiesta en paz. Sale también el novio de Ayuso, lo cual a uno le hace sospechar que aquí hay gato encerrado. Quien se defiende tirando por elevación matando bombas a cañonazos es que igual no quiere que algo se sepa. Como lo de Broncano en televisión. Queremos una competencia para Pablo Motos pagada por todos los españoles, porque el de Antena 3 no gusta en Moncloa. Qué cosas tiene la vida. Nunca llueve a gusto de todos.
El género epistolar tiene mil ejemplos en nuestra literatura. Desde las Cartas Marruecas, de José de Cadalso al epistolario que salió hace poco de Emilia Pardo Bazán con Benito Pérez Galdós. Las cartas de Begoña Gómez son mucho más prosaicas y sólo quieren atestiguar la valía de según qué empresa para determinado concurso público. No sé dónde está el problema y quién lo busca. Igual eran empresas catalanas que se querían autodeterminar y la esposa del presidente del Gobierno quiso echarles una mano. El epistolario más sabroso, no obstante, de la literatura española es el que cruzaron Sancho Panza con Teresa cuando el primero era gobernador de la Ínsula de Barataria. Realmente, sin Cervantes saberlo, dio en aquellos capítulos una de las grandes lecciones políticas para la Historia. Cuando Sancho, derrengado, decide abandonar los oropeles que le brindaba su cargo, dice una de las grandes frases políticas para el resto de los tiempos: «Desnudo entré, desnudo me hallo… Ni pierdo ni gano…» Estaba inventando entonces la rendición de cuentas en mitad de una novela cuyo propósito central era la ridiculización de los libros de caballería. Lo grande del Quijote, en realidad, son sus disgresiones, como esta. Los renglones donde se aprende más de lo que se dice. Y, por supuesto, el sentido del humor que aún perdura y hace que nos tomemos a broma lo de Begoña.
Decía Nacho Cardero, el director de El Confidencial – periódico que ha publicado las noticias relacionadas con la esposa del presidente del Gobierno- que notaba que había tocado nervio. Sea como fuere, la aparición en escena del novio de España, Ayuso entre medias, parece corroborarlo. Con la diferencia de que uno es privado que yace con una gobernanta y la otra redacta cartas de apoyo a empresas que dependen de favor público, con cuyo último responsable también yace. Cada uno puede tener interpretaciones y criterios diversos. Pero lo que no vale es que lo que sirva para uno, deje de valer para otro. Es aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. En cualquier caso, es una lástima que Begoña no desarrolle más el género epistolar. Durante la época en que sólo mandan cartas los bancos, es una suerte tener una gobernanta que lo haga. Aunque tu mano izquierda no sepa lo que haga tu mano derecha.