El dinero en efectivo se resiste a desaparecer, pero la era digital avanza con pasos firmes, sobre todo entre los más jóvenes. En La Churrería del Tío Santos, en pleno corazón de Cuenca, el sonido del datáfono se ha convertido en una melodía habitual los fines de semana, cuando los clientes más jóvenes pagan con tarjeta, móvil o incluso con un reloj inteligente. Es la tónica en la mayoría de establecimientos y negocios. Entre semana, sin embargo, el tintineo de las monedas y los billetes desgastados vuelve a reinar, de la mano de una clientela más veterana que se aferra a sus costumbres.
Carlos Martínez, propietario de La Churrería del Tío Santos, ha notado este cambio de hábitos. «Cuando vienen los jóvenes, casi todos pagan con tarjeta o móvil». Y es que es «más cómodo para ellos y, a veces, ni llevan dinero en efectivo», explica. Lo que más le sorprende es que «incluso consumiciones mínimas, de apenas un euro, las abonen digitalmente». «Lo de las tarjetas y los móviles ha ido creciendo año tras año, y ahora si alguna vez falla el TPV, algunos ni tienen cómo pagar», añade con una sonrisa. No sin antes mencionar que «siempre hay que llevar dinero en efectivo porque cualquier dispositivo electrónico puede fallar en el momento menos oportuno».
Marta Huete, joven conquense, encarna perfectamente esta tendencia. «Yo siempre pago con el móvil. Da igual si es un euro o veinte», afirma sin titubeos. Para ella, el dinero en efectivo es casi un vestigio del pasado. «Llevo algo por si acaso, pero puede estar tiempo en mi cartera sin tocarlo», comenta. Marta también es usuaria habitual de Bizum, otro de los métodos que han revolucionado la forma en que la gente joven maneja el dinero.
Sin embargo, no todos los jóvenes han abandonado el efectivo por completo. Policarpo Esteban reconoce que utiliza más la tarjeta de lo que le gustaría. «Es muy cómodo y ágil, pero creo que el pago en efectivo no se debería perder», opina. Aun así, admite que ha pagado pequeñas cantidades con tarjeta. «Es cierto, al final la tarjeta te evita llevar dinero encima y te facilita todo», reflexiona.
Entre los clientes de mayor edad, el panorama es diferente. Roque Martínez es un defensor del dinero en metálico, aunque reconoce que la tarjeta tiene su utilidad. «Si es poca cosa, pago en efectivo. Pero si es algo más grande, como cuando comemos en familia, ahí sí uso la tarjeta», explica. Para él, es una cuestión de costumbre más que de preferencia. «He tenido un establecimiento durante 30 años y fuimos de los primeros en aceptar tarjetas, pero en el día a día sigo usando dinero», asegura. De hecho, «me gusta más porque me siento mucho más cómodo». Entre otros motivos, «porque cada vez veo peor y prefiero no sacar la tarjeta por si me engañan o tengo que poner el número secreto para activarla». Con el dinero, «el engaño es mínimo en caso de que me lo lleguen a hacer».
Damián García, por otro lado, ha adaptado su forma de pago a su estilo de vida. «Viajo mucho y, fuera de España, la tarjeta es lo mejor porque no tienes que estar cambiando de moneda». En Alemania, por ejemplo, «todo está mucho más desarrollado para pagar sin efectivo», cuenta. Sin embargo, en su entorno de confianza prefiere el dinero físico, especialmente en bares. «Es algo más tradicional, pero también es práctico en algunos casos», añade. No obstante, «a mí me gusta más pagar con dinero en efectivo, y siempre llevo en la cartera».
Así, el debate sobre el uso del efectivo o el pago digital sigue abierto. Mientras las nuevas generaciones priorizan la comodidad y la rapidez de la tecnología, los mayores se aferran a la seguridad del efectivo. La realidad es que la convivencia entre ambos sistemas sigue siendo la norma, al menos por ahora, siempre y cuando sigan imprimiendo billetes desde la Unión Europea. Quizás, como apunta Policarpo, en un futuro se pagará con una simple mirada o un gesto, pero por ahora, el efectivo sigue teniendo su lugar en los bolsillos de muchos, aunque la tecnología pide paso a voces. Al fin y al cabo, se trata de una cuestión de comodidad.