Treinta años esperando una decisión

José Luis Muñoz
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Treinta años esperando una decisión

Entre la barahúnda de cuestiones que en los últimos meses han agitado la vida nacional, con el correspondiente reflejo también en la local, me parece que ha pasado desapercibida una sencilla noticia que apareció hace unos días para a continuación perderse en el magma informativo sin dejar tras sí más que un levísimo rastro y ningún comentario añadido. Como esa indiferencia me parece injusta, la traigo aquí para intentar hacer algunas consideraciones sobre el caso. Se trata de la decisión municipal de iniciar los trámites para proceder al desalojo del inmueble situado en la calle Obispo Valero, número 8, hace años en situación de ocupación ilegal. Ojo: iniciar los trámites no significa que vamos a ver resuelto el problema en cuestión de días. Ya sabemos que en Cuenca el tiempo tiene una medida especial que permite la prolongación indefinida de cualquier cuestión, por pequeña que sea, de modo que esta, como todas las demás, puede ocupar meses e incluso años antes de que llegue a un final feliz. Que es, por otro lado, lo que viene sucediendo con el asunto que se encuentra en la base y origen del problema y que no es otro que la siempre postergada ampliación del Museo de Cuenca, pendiente de muchas cosas pero entre ellas y básicamente, de que pueda quedar disponible el mencionado edificio.

El Museo de Cuenca (o Arqueológico, como todavía algunos antiguos gustan de decir) fue inaugurado en su actual ubicación, la Casa Curato de San Martín, el 23 de mayo de 1975 aunque había abierto sus puertas al público varios meses antes y ello tras haber vivido un periodo de provisionalidad en el edifico de El Almudí. Para llevar a cabo la instalación, el Ayuntamiento de Cuenca cedió al Estado el edificio número 12 de la calle Obispo Valero y con estos pasos burocráticos y administrativo se pudo llegar a la apertura con una disposición que pudo resistir muy pocos años porque se estaba produciendo ya entonces y se incrementó posteriormente, una auténtica explosión de hallazgos arqueológicos en toda la provincia de manera que en muy poco tiempo la instalación museística empezó a conocer el agobio que produce la abundancia cuando recae sobre un espacio reducido. La primera víctima fue la sección de Bellas Artes, que había quedado montada en la planta superior, con obras de arte contemporáneo, especialmente con salas dedicadas a Marco Pérez y Fausto Culebras.

Comenzó entonces el larguísimo proceso encaminado a conseguir la ampliación de aquella primera organización museística y para ello hacía falta disponer de los dos inmuebles colindantes, los números 10 y 8. Durante los años transcurridos desde la implantación de la democracia, todos los directores del Museo han intentado desbloquear el problema proponiendo diferentes soluciones, bien para toda la manzana edificable o solo para el espacio ya disponible, sin éxito. Según unos datos informados hace años, en las salas apenas si es posible exponer el 15% del material disponible, que se encuentra almacenado en unas naves. En ocasiones, el ministerio llegó a aprobar un presupuesto para intervenir en el número 10, pero ante las dilaciones del Ayuntamiento en conceder la licencia de obras, el dinero previsto se derivó hacia otras ciudades, sustituyendo esa actuación por otra, al año siguiente, de mantenimiento. 

A partir de 2004 se producen sucesivos acuerdos para llevar a cabo la ampliación del Museo, sin que en el enorme espacio de tiempo transcurrido desde entonces los diversos organismos implicados hayan sido capaces de llevar a cabo este propósito. En cambio, sí han surgido mientras algunas ideas peregrinas, como la del delegado de la Junta de Comunidades, Rogelio Pardo que en agosto de 2012 se sacó de la manga la idea de trasladar el Museo al edificio de Ars Natura, cerrado el mes anterior por la señora Cospedal, lo que alarmó en forma notable a todos los implicados en el mundo de la cultura.

En 2015 el Consorcio de la Ciudad de Cuenca aprobó un presupuesto calculado en diez millones euros para poder afrontar la reforma y al año siguiente la Junta de Comunidades presentó en el ministerio el proyecto museológico, que incluía el discurso expositivo, relación de piezas propuestas, necesidades de restauración de las colecciones, montajes, dotación de espacios para talleres, biblioteca y sala de conferencias, con los datos necesarios para poder hacer la convocatoria de las obras pero… seguía pendiente el asunto de la posibilidad de disponer del espacio para actuar sobre él. Y es que a la situación deficiente del inmueble número 10 se une la peculiar del número 8, desde hace muchos años ocupado ilegalmente, en condiciones ciertamente precarias, sin que el Ayuntamiento haya encontrado hasta ahora la manera de solucionar este conflicto, que incluye naturalmente ofrecer a las personas que allí viven, niños incluidos, una solución digna y satisfactoria. 

A primeros de 2016 volvió a resucitar el viejo proyecto de la ampliación, en el que se contemplaba derribar por completo el inmueble número 10, propósito que, en contra de las costumbres conquenses, donde todo vale, provocó la reacción de un grupo de ciudadanos que puso el grito en el cielo ante la posibilidad de que se llevara a cabo semejante destrucción de un valioso inmueble, sin haber intentado siquiera repararlo y fue tan enérgica la protesta que el Ayuntamiento reculó y dejó las cosas como estaban.

Y siguen estando, porque en Cuenca los años pasan, los problemas permanecen, todo está siempre en estudio, pendiente de que ocurra alguna especie de milagro que, cual varita mágica, haga surgir de la nada el remedio a lo que aquí parece imposible de resolver. La Junta de Gobierno Local reunida el 26 de abril de 2017 aprobó iniciar las actuaciones necesarias para la recuperación del inmueble, mediante una negociación con los okupantes del número 8 para ver la posibilidad de trasladarlos a alguna vivienda de titularidad pública. Que es, más o menos, lo mismo que se ha acordado ahora, siete años después. Uno, que pese a los años de experiencia sigue teniendo un punto de optimismo y confianza, cree que, a lo mejor, en este caso la madeja sí se puede desenredar y, quizá, poner al fin en marcha la maquinaria que permita no solo habilitar un moderno, amplio y cómodo Museo de Cuenca, sino también resolver el cochambroso y mugriente espectáculo que ofrecen esos inmuebles, tanto en la calle Obispo Valero como en la Plaza de la Ciudad de Ronda.