El Carnaval, ese refugio de almas y corazones, siempre ha sido un espacio sagrado donde la sociedad se permite, por unos días, liberarse de las cadenas del día a día y donde, según decía la canción, las penas se van cantando. En esta vida en la que todo parece apresurarse en cada instante, el carnaval se erige como un alivio, un recordatorio de que la esencia de la vida no solo se basa en lo que hacemos, también en cómo y con quién lo compartimos. Las calles se llenan de risas, colores, máscaras que revelan y esconden, tradiciones que se transmiten de generación en generación. Es en este espacio de alegría, a veces alocado, donde las personas se reencuentran, y se permiten ser vulnerables, humanos, y a la vez infinitamente libres. En el alma del carnaval se encuentra una promesa colectiva, como es celebrar la vida y sentir que formamos parte de algo mucho más grande, algo que trasciende el tiempo y el lugar.
En este ambiente de comunión festiva, surge un grupo de jóvenes, llamados María Chaves, María Gutiérrez, María Bermejo, Samuel Cañete, José Luis Aragón, Mercedes Fernández y Patricia Navarro, que han logrado, con su creatividad y pasión, convertirse en un referente del carnaval de Tarancón, Se hacen llamar La Tremolina, uno de esos nombres que, cuando se es adolescente, se le pone a las tradicionales peñas que se forman en el marco de las fiestas patronales. No son solo un grupo de amigos, son una familia unida por la tradición, la complicidad y la magia del carnaval. Son los nuevos pregoneros de este 2025, una distinción que no solo celebran como un logro personal, sino también como un homenaje a todos los momentos vividos juntos a lo largo de los años.
El grupo taranconero disfruta de lo lindo de la fiesta de los Años 60. - Foto: S.C.
Samuel Cañete, uno de los miembros del grupo, recuerda cómo la relación comenzó en las aulas, desde la infancia. «Nos conocemos desde pequeños, muchos desde los tres años, aunque más tarde, entré yo gracias la Banda de Música, y luego Patri, ya en el instituto», cuenta. La historia de La Tremolina no es solo la de un grupo de amigos, es la de una comunidad que crece y se forja en torno a la tradición, las costumbres y las festividades locales, esos momentos donde, por primera vez, la esencia del carnaval entró en sus vidas.
Para ellos, el carnaval no es solo una fiesta, sino un medio para estar juntos. María Chaves, una de las integrantes del grupo, explica que, aunque disfrutan de otras festividades, el carnaval tiene algo único. «Es la excusa perfecta para reunirnos, para ponernos al día y pasar tiempo juntos, ya que empezamos a prepararlo mucho antes de que se acerquen las fechas, incluso antes de navidades ya estamos con la típica lluvia de ideas para los posibles disfraces», comenta. A lo largo de los años, la relación entre ellos ha resistido el paso del tiempo y la distancia. Muchos de ellos viven fuera, pero siempre se esfuerzan por mantener viva la llama de su amistad y ese compromiso con el carnaval y lo que conlleva.
El proceso de creación de los disfraces es una de las tradiciones más entrañables del grupo. No hay lugar para disfraces comprados, solo espacio para la creatividad desbordante que surge de noches interminables entre amigos, acompañados siempre por sus madres, abuelas y tías, que son un «pilar fundamental». María Bermejo, otra de las componentes, explica que «si cambiáramos la tradición de hacer los disfraces, perderíamos la esencia de lo que somos». La sorpresa, el trabajo colectivo, el tiempo de calidad que pasan juntos, todo eso es parte de lo que ha creado esta expectativa. «La gente espera ver qué hemos hecho este año, y nosotros también lo esperamos con ilusión». Cada disfraz tiene un pequeño pedazo de historia compartida, una creación colectiva que no solo brilla por su originalidad, sino por el amor y la pasión que se le pone en cada puntada.
Cuando recibieron la noticia de que serían los pregoneros, la sorpresa fue enorme. «Pensamos que era una broma, no podíamos creerlo, aunque, por supuesto, dijimos que sí sin pensarlo». Asimismo, relatan que «el carnaval es para disfrutar, y ahora, como pregoneros, queremos compartir nuestra historia, nuestro cariño por esta fiesta, y todo lo que hemos vivido juntos».
La tarea de escribir el pregón ha sido un proceso lleno de emoción, un repaso a los recuerdos de su infancia, a los momentos en los que no solo se disfrazaban para divertirse, y, por supuesto, también para darle la importancia que merecen a sus familias, quienes han vivido todo este proceso más de cerca.
Lo que está claro es que, para ellos, este año no será como los demás. Por ello, han preparado algo especial, pero su mayor deseo no es otro que «nos aguanten los disfraces todo el tiempo, que cumplamos con las expectativas y, sobre todo, disfrutemos al máximo». Y es que, para ellos, el carnaval es mucho más que un evento. Es el reflejo de una amistad, de un compromiso con la tradición, y, sobre todo, de un amor profundo por su comunidad y por esa magia que solo esta fiesta puede ofrecer.