Hace algunos años, los nombres de varias calles de la villa de Belmonte fueron renombrados; una de estas vías, fue la nombrada Recaredo Baíllo (calle que daba nombre al ilustre militar que sirvió en el batallón de Talavera). Añosa y céntrica calle en la que se sitúa uno de los edificios señoriales más destacados e imponentes de Belmonte, el palacio que perteneció a los Baíllo, ilustre familia de honda raigambre en la villa frayluisiana, que desapareció de la localidad, al abandonarla muchos de sus miembros en el siglo pasado y al no tener descendencia el matrimonio López de Haro y Baíllo. Hoy este edificio, que cuenta con una espectacular fachada del siglo XVII, alberga las oficinas de empleo.
Calle Elena Osorio. El nombre con el que se rebautizó a la calle fue el de Elena Osorio, y como se hizo –pensamos que con mucho acierto– en otras calles renombradas con figuras de ilustres belmonteños o relacionados con la villa, se colocaron unas baldosas con una leyenda explicativa. En el caso de la calle Elena Osorio, los azulejos se colocaron en la fachada de la casa del querido y recordado belmonteño Pablo Granados 'Rubichi', bajo el lema «¿Qué mayor riqueza para una mujer que verse eternizada? Porque la hermosura se acaba… Y los versos de su alabanza son eternos testigos que viven con su nombre. Lope de Vega (La Dorotea 1632). La belmonteña Elena Osorio fue la Filis de los poemas del Fénix de los ingenios».
Lope de Vega fue y es uno de los más grandes autores de las letras españolas. Tuvo orígenes humildes pero consiguió una formación relevante que junto a su ingenio y genialidad le situaron en la cumbre de la literatura hispánica. Sus biógrafos lo sitúan como un hombre con una existencia polémica, a veces alejado de las normas y la moralidad del momento, fue un amante padre y un devoto sacerdote, inquisidor y poeta. Aplaudido y admirado ya en su época, en que se le llamaba popularmente 'Fénix de los Ingenios', escribió más de mil obras, vivió 73 años y protagonizó una memorable pelea con Miguel de Cervantes, responsable, sin embargo, de uno de los sobrenombres por los que el mundo entero lo conoce hoy, 'Monstruo de la Naturaleza'.
Después de participar en la conquista de las Azores portuguesas, en 1582, y contando con 17 años, Lope se enamoró de Elena Osorio (su nombre verdadero fue Elena Velázquez Osorio). Esta fue su segunda relación amorosa, que duró siete años aproximadamente, y es la que pasados varios lustros plasmó en su obra La Dorotea, demostrando que el escritor nunca había olvidado su amor juvenil por la 'belmonteña' y su turbulenta ruptura amorosa. Elena Osorio era hija del reconocido «autor» teatral Jerónimo Velázquez y de su mujer Inés Osorio y tuvo un hermano del que fue administradora de sus posesiones en España ya que éste se fue a las Indias. Elena se casó con el actor Cristóbal Calderón, época en la que se enamoró de Lope de Vega, que desde hacía tiempo escribía obras teatrales para el padre de su amante. Lope en sus textos habla y cita a Elena Osorio como la 'Filis', 'Zaida', 'Felisalba' y 'Dorotea' sintiendo un profundo y auténtico amor hacia ella, esperando que cuando enviudase de su esposo «cayese en sus brazos», pero la amada se fue con un rico hombre de negocios.
Lope de Vega se sintió rechazado y su resentimiento le llevó a dejar de escribir para el padre de su examante y publicar una serie de versos y libelos contra la familia Velázquez y Osorio. En 1587, mientras representaba una obra de teatro, fue preso y encarcelado por sus escritos difamadores, que después de su paso por prisión, le produjeron el destierro de la corte madrileña y de Castilla durante varios años.
Lope de Vega cantó la hermosura, la gracia y el encanto de su amada Osorio, y también la frustración y el sufrimiento de la ruptura y la desaparición de la amada:
Ay, amargas soledades/de mi bellísima Filis,/destierro bien empleado/del agravio que la hice!
Envejézcanse mis años/en estos montes que vistes,/que quien sufre como piedra/es bien que en piedras habite. ¡Ay horas tristes,/cuán diferente estoy/del que me vistes!