La noticia de la muerte, hace unos días, del artista estadounidense Bill Viola (Nueva York, 1951) no parece haber tenido eco alguno en la ciudad de Cuenca, donde los círculos culturales y artísticos han pasado olímpicamente sobre este dato, como cosa ajena a nosotros, aunque alguna referencia de ámbito local sí puede hacerse sobre esta figura, uno de los más destacados creadores en el arte de nuestro tiempo, una de cuyas obras emblemáticas, Vía Mística, ocupó durante cinco meses varios espacios expositivos de la parte alta, en lo que fue calificado como una propuesta de excepcional importancia que mereció en aquellos momentos todos los exordios imaginables.
El acontecimiento se desarrolló entre octubre de 2018 y febrero del año siguiente y sucedió a otro de similares características organizado igualmente por la consejería de Cultura de la Junta de Comunidades, en el año 2016 en este caso teniendo como protagonista al artista chino Ai Weiwei, que ofreció a la curiosidad y el debate una sorprendente muestra en el claustro de la catedral de Cuenca. Aquellas dos enormes exposiciones fueron presentadas por los poderes públicos del momento como el inicio de un ambicioso programa que, a partir de muestras artísticas contemporáneas, serviría para colocar a Cuenca en el selecto universo de ciudades especialmente señaladas por la categoría y excepcionalidad de sus propuestas y ello con una clarísima intencionalidad: promocionar el turismo de élite que, de paso, es el que mayores beneficios económicos produce en favor de las ciudades que practican este tipo de actividades. No hace falta que yo me extienda aquí sobre esos lugares que, en España, encabezan Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga y algún otro sitio más. Es suficiente con señalar, por si alguien no lo sabe, que este circuito cultural basado en el arte (en concreto, en exposiciones puntuales) mueve cada año un importantísimo caudal de visitantes dotados de alto poder adquisitivo lo que se traduce en sustanciosos ingresos para las ciudades sedes de tales acontecimientos. Que yo sepa, ninguna de ellas ha interrumpido el desarrollo de sus propuestas ni menos aún las ha cancelado. Cuenca, sí. Y sin explicaciones de los promotores.
Es justo reconocer que aquella iniciativa no generó especiales entusiasmos en la siempre apática y conservadora ciudad de Cuenca, aunque también es necesario señalar que algunas voces sí pusieron el acento en destacar el valor de aquellas propuestas, tanto la de Ai Weiwei como la de Bill Viola, en lo que tenían de absolutamente excepcional como apertura ambiciosa hacia una nueva dimensión del arte de nuestro tiempo. Por lo que se refiere a esta última, fue un extraordinario montaje de creaciones videoartísticas que tomaban forma mediante sonidos e imágenes en movimiento que favorecían la intercomunicación (transversalidad, se dice ahora), con otros géneros clásicos, como la pintura, la danza o el teatro. Todo ello, y de ahí el título Vía Mística, con la intención, por parte de su autor, de promover sentimientos o sensaciones de espiritualidad que pudieran encontrar acogida en el ánimo de los espectadores.
Para desarrollar la muestra se llevó a cabo un destacado despliegue tecnológico, movilizando cuatro espacios: el Museo de Arte Abstracto, las iglesias de San Miguel y San Andrés y la Escuela de Arte Cruz Novillo, además de haber actualizado el montaje expositivo del Museo de la Semana Santa. En la presentación de la exposición se enfatizó el propósito de «aprovechar todo el valor añadido que tiene la cultura para posicionar el papel de una ciudad especialmente preparada para ofertar una imagen de tradición y modernidad, reforzando su posición de ciudad cultural». La idea fue recogida y ampliada por el presidente de Castilla-La Mancha, Emilio García-Page, en su discurso inaugural, para destacar la inversión realizadas por la Junta de Comunidades, 1,2 millones de euros además de resaltar de manera repetida, que el gobierno regional tenía el firme compromiso de promover otros tres grandes eventos culturales, con el propósito de seguir impulsando la ciudad de Cuenca desde el punto de vista turístico y económico.
Al llegar la hora de la despedida de la exposición, se ofreció el dato de que más de 70.000 personas habían contemplado la obra de Bill Viola; en este caso, el panegírico correspondió al vicepresidente del gobierno regional y diputado por Cuenca, José Luis Martínez Guijarro, quien destacó que la muestra había producido un importante efecto tanto económico como de promoción de Cuenca en todo el mundo, con la generación de más de medio millar de impactos en medios de comunicación y prensa especializada, mientras que la repercusión económica se estima en unos 10 millones de euros en una época que, además, es temporada baja para el sector turístico en Cuenca. En cuanto a la procedencia de los visitantes, el 6,7 por ciento de los mismos han sido extranjeros venidos de países como Italia, Reino Unido, México, Francia, Argentina, Alemania o China. En cuanto al origen nacional, el mayor número de visitantes procedían –por este orden- de la Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha, Valencia, Andalucía y Cataluña.
«Estos datos ponen de manifiesto que la apuesta por fomentar el turismo cultural de calidad en la ciudad es una apuesta de futuro, por eso vamos a seguir trabajando en la misma línea en los próximos años», dijo el señor Martínez Guijarro para concluir su discurso de cierre de la exposición. No hace falta que yo insista en que después de tan optimistas palabras, las de la inauguración y las del cierre, un tupido y oscuro velo se ha cernido sobre aquél ambicioso programa y tras las exposiciones de Ai Weiwei y Bill Viola, si te he visto no me acuerdo. Y sin explicaciones. Naturalmente, la Junta de Comunidades tiene su importante parte de culpa, por prometer con tanto entusiasmo lo que ha sido incapaz de cumplir pero tampoco se debe obviar el hecho de que la pacífica y dócil ciudad de Cuenca está siempre presta a aceptar sin protestar lo que otros decidan. ¿Qué hubiera pasado si, de acuerdo con lo aventurado, hubieran seguido llegando a Cuenca exposiciones de relevancia mundial, que hubieran ayudado a ponernos en un lugar destacado en ese circuito selecto de ciudades vinculadas al arte? Como no hemos podido saberlo solo nos queda especular o adivinar. O soñar, que viene a ser lo mismo, y los sueños, bien claro lo dijo el calderoniano Segismundo: «¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son».