Es un lugar común, en esta serie de artículos viajeros por la provincia de Cuenca y otros escritos por diversos autores, lamentar que los nuevos trazados de carreteras (sobre todo las autovías) hayan dejado al margen el tradicional paso por el interior de las poblaciones, con lo que tal cosa lleva consigo en cuanto al desconocimiento generalizado de los encantos de muchos pueblos a la vez que introduce en estos sitios una especie de sentimiento de marginación al verse aislados en medio del tráfico que pasa a escasos kilómetros. No ocurre tal cosa en Almodóvar del Pinar, donde confluyen dos carreteras importantes, la actual CM-220 (que muchos indicadores aún siguen denominando N-320) en dirección Albacete y la CM-211 que abre el camino más corto hacia la región levantina por Minglanilla, sin olvidar la CUV-5043 a Paracuellos y las Chorreras del Cabriel, como puntualmente también se indica. Es cierto que estos caminos asfaltados no entran directamente en el casco urbano, pero sí cruzan algunas de las calles y eso permite, al menos, echar un vistazo rápido y percibir algo de lo que en este lugar se puede encontrar aunque, como suelo escribir, es mejor parar y pasear.
Esta situación cambiaría si algún día la carretera CM-220 se transformara en autovía Cuenca-Albacete (como los políticos suelen anunciar en campaña electoral, una vez tras otra y así van pasando las décadas) lo que llevaría consigo, como en todos los casos conocidos, la eliminación del paso por el interior de Almodóvar del Pinar. Al perder el paso del tráfico Almodóvar perdería también una de sus circunstancias sociales y económicas más estables, porque ese carácter de cruce de caminos ha formado parte secular del sentido histórico del lugar hasta convertirse en un punto neurálgico de la parte baja de la Serranía de Cuenca, situación favorable que propició la pujanza de la arriería y el comercio de las maderas de los montes inmediatos.
Históricamente, Almodóvar del Pinar ha sido un punto fundamental en el transporte carretero que dinamizó la economía castellana en las Edades Media y Moderna, hasta el punto de que aquí estuvo la más numerosa Hermandad de la Real Cabaña de Carreteros, que llegó a contabilizar 2.566 reses de carretería, en su mayor parte bueyes destinados al tiro de las carretas, de las que se calcula habría un millar disponibles para el tráfico de materiales. Cuenta Fidel García Berlanga que «se organizaban en cuadrillas y cada una la formaban 30 carretas, 60 bueyes en los tiros y 30 de revezo. Esta carretería inmensa trabajaba de abril a primeros de diciembre en transportar el azogue de Almadén a Sevilla. La potente familia de los Fúcares era la que movía con su fortuna este portento de transporte de nuestra Manchuela. Cerca de dos mil quintales cada viaje, la carga de un barco, porteaba esta Hermandad carretera para embarcar rumbo a Méjico. Allí lo precisaban para entrar en aleación con la plata de por allá». Por los servicios prestados por estos carreteros a la cabaña real quedaron exentos de quintas y milicias.
La estructura urbana está muy bien definida, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los pueblos serranos conquenses, que suelen ofrecer un entramado callejero enrevesado. Por el contrario, este conjunto destaca por su excelente trazado urbanístico, realizado en el siglo XVIII. Aquí es posible señalar con claridad el trazado de las calles en perpendicular, a partir del centro marcado por la Plaza Mayor, donde se levantan la iglesia y el ayuntamiento. De todas ellas destacan tres, de gran longitud y singularmente una, la denominada de manera expresiva calle Larga, con su trasera, la calle del Crucero. En ellas, junto a las casas populares, hay varios edificios señoriales de interés. Sus casas, aunque de arquitectura rural ordinaria, ofrecen en algunos casos –pocos ya– un balcón de madera llamado tambanillo, propio del lugar, formado por una elegante y sobria balconada de madera cubierta con un audaz tejaroz, elemento que, en ocasiones, se complementa con un airoso dintel de configuración clásica y también algunas rejas. Se encuentran sobre todo en la calle Larga (se puede ver desde la gasolinera) cuyo recorrido puede hacerse con miradas alternativas a las aceras de uno y otro lado, pues hay ejemplos suficientes en ambas. Cualquiera que sea la dirección del paseo, por arriba o por abajo se puede continuar yendo a la calle de al lado, la del Crucero, donde se repite el esquema, quizá con un poco menos de brillantez formal pero igualmente atractivo. Pero además del recorrido a través de las calles Larga y sus paralelas, está la bien ordenada Plaza Mayor, con el edificio municipal, la iglesia (muy interesante) y al lado el edificio del antiguo Pósito, también merecedor de ser contemplado como ejemplar sobreviviente de una antigua costumbre agrícola-económica de suma utilidad para los pueblos. Y sin olvidar, al borde de la carretera, la impresionante fábrica de la antigua iglesia de San Vicente Ferrer, abandonada ya para el culto y preparada para servir de centro cultural.
Junto a las casas populares, de arquitectura rural ordinaria, hay varios edificios señoriales de interés, algunos de ellos con rejería tradicional de muy buena calidad. Al borde de la carretera y circundado por ésta se encuentra el pequeño cerro que fue el punto original de la población, en el que estuvo la estructura fortificada, de la que se mantienen restos de uno de los cubos de la muralla; a su lado estaba antiguamente el Pozo de la Nieve y hoy se identifica por la presencia del depósito de agua potable. En la salida hacia Minglanilla estuvo a partir de 1724 el Colegio de las Escuelas Pías a cargo de los escolapios, que eligieron como amparo para su comunidad el nombre de Nuestra Señora de las Nieves, que hoy pervive en una hermosa ermita. En el colegio se enseñaba a los alumnos a leer y escribir, gramática castellana y latina, aritmética, retórica, poética, geografía e historia. Tenía alumnos externos e internos, que abonaban un ligero estipendio con el que ayudar a las escasas rentas disponibles.
La Plaza Mayor de Almodóvar del Pinar es un espléndido recinto público, amplio y bien trazado, con varios edificios de interés, empezando por la iglesia parroquial, dedicada a la Asunción de la Virgen, de fábrica poderosa en la que destaca la esbeltez de la torre cuadrada, muy bien trazada. En el interior es iglesia de una sola nave dividida en cuatro tramos y cubierta con bóveda de cañón con lunetos, cuyos contrafuertes internos sirven para formar capillas en las que hay varios retablos barrocos, alguno de cierto interés, y una capilla dedicada actualmente a María Auxiliadora y que antes recibió el nombre de Capilla de los Señores. En una esquina de la Plaza se encuentra el Pósito, una construcción del máximo interés, con dos plantas y cubierta a cuatro aguas.
En el borde del recinto urbano, al comienzo de la calle Larga y frente a la gasolinera se puede apreciar la imponente imagen de la iglesia de San Vicente Ferrer, construida a comienzos del siglo XIX por iniciativa particular y adquirida modernamente por el Ayuntamiento que la ha restaurado con la intención de dedicarla a centro cultural. Es un edificio de considerable volumetría que lo hace aún más llamativo hasta incluso llegar a ser sorprendente su presencia en este lugar, y en el que destaca su noble portada clásica. Claro que más sorprendente aún es saber que este local fue destinado durante años nada menos que a cine y luego aún prestó diversos servicios como centro de reunión, granero, almacén municipal, etc.