Semana Santa de Cuenca o la evolución de lo inamovible

Javier Caruda
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Semana Santa de Cuenca o la evolución de lo inamovible - Foto: ADRIAN GARCIA VERGAZ

Cantaba Carlos Gardel, en su magnífico tango Volver, aquello de que es un soplo la vida, que veinte años no es nada. Si el grande Gardel así lo afirmaba, ¿qué podemos decir nosotros de un decenio, de dos lustros, que es el tiempo que La Tribuna lleva ejerciendo, en esta nueva época, como notario de la realidad conquense? Ha sido poco más que un abrir y cerrar de ojos, quizá un pelín perezoso, en el que hemos tratado y contado todo aquello que de verdad interesa a los conquenses. 

Las noticias presentadas desde esta Tribuna han sido algunas veces buenas, otras no tanto, las ha habido malas de solemnidad y alguna excepcional, por supuesto. A lo largo de estos ciento veinte meses se han sucedido celebraciones mateas (como la que festejamos estos días), julianas como la que hemos concluido hace unas semanas, unos años hemos visto las calles bien iluminadas en Navidad y otros hemos suspirado porque se ampliara el número de arcos luminosos. Y siempre, siempre, hemos cifrado el paso volátil del tiempo en lo que ocurre antes del Domingo de Ramos y lo que sucede después del Domingo de Resurrección. Sí,  para los conquenses el año es eso que ocurre entre que cerramos y abrimos las puertas de San Andrés. 

Podría parecer que la Semana Santa conquense es una celebración inmutable, sin cambios. De hecho, salvo situaciones imprevistas el escenario es el mismo, la iconografía prácticamente no varía y los nazarenos... bueno, seguimos encontrándonos casi todos. ¿Podríamos afirmar entonces que en estos diez años nuestros desfiles, nuestra Semana Santa es la misma cada año? Estoy convencido que no. Sabina quiso componer la canción más hermosa del mundo y los conquenses nos empeñamos cada luna de nissan en llenar nuestras calles de la más hermosa manifestación plástica de la historia de amor más grande jamás vista.

Llegaba La Tribuna hasta nuestras manos en septiembre de 2013, hace ahora diez años. ¿Cómo ha evolucionado nuestra Semana Santa en estos años? Muchos cambios son evidentes. En 2017 veía la luz la Venerable Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías fundada con el objetivo de formar parte de la Junta de Cofradías llenando el hueco existente, procesionalmente hablando, del Sábado Santo. Suponía la conclusión de horas de trabajo y desvelo y abría las puertas de par en par a la ilusión de retomar aquellos desfiles de Sábado Santo que formaron parte del elenco procesional en la década de los años cincuenta del siglo pasado. La Semana Santa de 2018 veía la puesta en la calle de esta singular hermandad. Una plaza de San Esteban a rebosar esperaba con los brazos abiertos los primeros sones de matracas y carracas, el paso acompasado de Nuestra Señora de los Dolores, el triunfo de la perserverancia frente al conformismo. Lamentablemente, lluvia y pandemia nos obligaron a esperar hasta 2022 para asumir, como algo normal, que en Cuenca haya un desfile procesional en la tarde-noche de la Vigilia Pascual.

Pandemia de Covid. Hasta 2020 pensábamos que sólo las inclemencias meteorológicas podrían dejar a nuestras hermandades y cofradías en sus sedes canónicas. Buena prueba fueron las diferentes suspensiones procesionales adoptadas en 2019. Debatimos sobre cómo actuar con la presencia de la lluvia, fijamos protocolos, tantos por cientos para salir o no en procesión...Hasta marzo de 2020. La situación creada por el Covid-19 obligaba al estado a confinar durante semanas a todos los ciudadanos en nuestros hogares. Y, por lo tanto, hermandades, Junta de Cofradías y Obispado procedían a suspender los desfiles procesionales de 2020. En la historia más reciente de la Semana Santa conquense, la primavera nazarena solo se mostró huérfana de catequesis procesional durante la contienda civil. Pero las hermandades y cofradías conquenses supieron estar a la altura de las circunstancias mostrando a la sociedad su grado de implicación, su compromiso y su imaginación para dar respuestas a una ciudadanía en estado de shock. 

Fueron capaces de adquirir material sanitario cuando era prácticamente imposible, coordinando con las instituciones sanitarias la entrega del mismo. Especialmente llamativa fue la iniciativa de la hermandad del Resucitado quien combatió la soledad pareja a la pandemia mediante la entrega de unas tablets que permitieron la comunicación entre familiares y enfermos aislados. Conviertieron las redes sociales en una suerte de Carretería virtual por la que desfiló la práctica totalidad de la imaginería conquense. Y aquel Viernes Santo de 2020, triste como ninguno, el silencio pandémico se convirtió en estruendo nazareno. Todos fuimos tambores y clarines, nos rompimos por dentro escuchando el característico sonido de la Turba conquense y lloramos de rabia e impotencia cuando el silencio volvió a copar calles y plazas. No sabíamos cuándo volveríamos a ser nazarenos del Amarrao, del Beso, de la Vera Cruz... cuándo festejaríamos gozosos de nuevo nuestro encuentro con el Resucitado. Hubo que esperar hasta 2022. Hoy parece que fue una eternidad y han pasado tan solo un puñado de meses.

Cartel anunciador. Pero decíamos que la Semana Santa parece ser algo invariable aunque esté en continuo movimiento. En 2017 la Junta de Diputación de la Junta de Cofradías decidía que el cartel anunciador de la Semana Santa 2018 sería elegido mediante la celebración de un concurso público variando la costumbre de designar cartelista a uno de los presentados por las diferentes hermandades.  Tras la celebración del mismo, el jurado designado por la Junta de Cofradías eligió a Jesús Soriano como cartelista 2018 con su obra Espíritu que no dejó indiferente a nadie. Programas de cobertura nacional como Late Motiv de Andreu Buenafuente reflejaron el trabajo elegido. Más allá del simple me gusta o no me gusta, es innegable que se consiguió exportar la imagen de la Semana Santa conquense a medios que no cubren nuestra celebración... aunque quizá no fue de la forma más  deseada.

No obstante, la promoción y difusión de nuestros desfiles procesionales han sido una piedra angular en estos diez años nazarenos. Ya no entendemos una cuaresma sin programas de radio que den cobertura a la información y opinión de hermandades y nazarenos, o sin la presentación de los diversos especiales escritos que se han convertido en un punto de encuentro casi tan importante como el propio pregón de Semana Santa, que en aras de la accesibilidad y la comodidad ha abandonado los peculiares muros de la Antigua Iglesia de San Miguel para sumergirse en el moderno patio de butacas del Teatro-Auditorio José Luis Perales.

Esperamos con expectación la presentación del vídeo promocional de cada año y, sobre todo, vivimos una semana enganchados al Twitter de la Junta de Cofradías, por obra y gracia de Berta López al frente del gabinete de prensa de la institución nazarena. Y todo esto complementado con la presentación de nuestra realidad procesional en Madrid, en Sevilla, en Huesca... culminando con la visita a Roma en este 2023 para participar en la Audiencia con el Papa Francisco, aprovechando este acto para presentar nuestra Semana Santa en la Embajada de España ante la Santa Sede.

Diez años dan para mucho, desde luego. Ya casi no nos acordamos  que los lectores de ABC nos colocaron como la Semana Santa más impresionante de España, aunque esto ya lo sabíamos nosotros, claro. Era aquel lejano 2016 en el que Zóbel, como aquel Cid que vencía después de muerto, se encargaba de anunciar la Semana Santa conquense. Celebramos el IV centenario de la procesión Camino del Calvario y, un año despues, se coronó canónicamente a nuestra querida Virgen de las Angustias. En este tiempo, muchos fueron llamados a participar de la procesión celestial que signficara Rafael Pérez entre ellos mi querido Manuel Calzada, Manolo, presidente de nuestra Junta, pregonero de nuestra Semana Santa y un hombre bueno donde los hubiera. Vimos por primera vez cómo Rafa Pérez (hijo) se convertía en el único en ser palabra e imagen de nuestra Semana Santa.

Participación. Y seguimos creciendo. Los informes emitidos por los presidentes ejecutivos de nuestros desfiles procesionales hablan, desde hace diez años, de una participación masiva, casi hemos acabado los calificativos para cada año: Semana Santa soñada por todos, difícil de repetir... La realidad es que Cuenca cada primavera se reinventa. Cuando pensamos que todo está hecho, que nada se puede mejorar, un puñado de nazarenos, en un arriesgado triple salto mortal, perfila un detalle, presenta un novedad, se empeña en recuperar el silencio en las calles, se empapa de otras vivencias y las comparte para que esta ciudad, que vive por y para su Semana Santa, se engalane cada recién estrenada primavera, cuando el frío de la noche aún hace mella en las mejillas, y nos ofrezca el mejor de los escenarios posibles.  Y para que todo esté bien, para que todo se cumpla y la tarde del Domingo de Resurrección nos sorprenda con la sonrisa en la cara del que se siente feliz, es necesaria la implicación de todos, como siempre, como hasta ahora, como desde ahora.  Hermandades, Junta de Cofradías, Ayuntamiento, Junta Local de Seguridad, Empresa privada de Seguridad, Bomberos, Cruz Roja, Policía Municipal, Policía Local, Guardía Civil, Subdelegación de Gobierno (seguro que me dejo a alguien que espero sepa comprender el desliz involuntario) ponen a disposición de los nazarenos conquenses todo su cariño, todo su esfuerzo para conseguir que todo se desarrolle con normalidad. 

Gracias a su implicación, a su trabajo, tú y yo, nazarenos de tulipa, vela o cetro solo hemos de preocuparnos en cumplir, un año más, con este rito tradicional que forma parte del ADN conquense.

En este tantálico esfuerzo nazareno realizado en estos diez años se han conseguido muchísimos éxitos. Hoy, el Museo de Semana Santa sigue abierto (bueno, ahora no que está cerrado para renovar sus contenidos), ya no es novedad que haya una mujer al frente de una hermandad y la presencia de éstas en la Turba está regenerando la participación de la misma. Sabemos qué queremos y cómo lo queremos para nuestras hermandades, nos esforzamos en cuidar y aumentar nuestro patrimonio nazareno y, sobre todo, cada vez que nos ponemos la túnica de nuestra hermandad nos sentimos parte de una maravillosa historia común en la que todos remamos en la misma dirección.

No en vano, parafraseando a Pablo Milanés, no es perfecta más se acerca a lo que yo simplemente soñé.