Andrés González Blanco, pionero de la propaganda conquense

Óscar Martínez Pérez
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Andrés González Blanco, pionero de la propaganda conquense

Este año se cumple un siglo de la muerte, en Madrid, del escritor y poeta conquense –de estirpe asturiana– Andrés González Blanco. Y aunque los asturianos sí lo tienen muy presente en sus manuales de literatura, los conquenses no debemos olvidar su figura y su obra, en la que nunca olvidó a Cuenca y a sus paisanos. No sólo nació en nuestra capital, sino que sus hermanas Asunción y Dolores, por ejemplo, fueron maestras en la Escuela Normal en nuestra ciudad, donde nacieron todos los hermanos, hijos de un padre inspector de Educación en Cuenca.

Octavio Paz, nada menos, revalorizó la poesía de nuestro paisano, que en su opinión como poeta modernista, influyó en varios líricos de la América hispánica, como López Velarde… En Cuenca escribió algunos de sus libros: El veraneo de Luz Fanjul, María Jesús, casada y mártir; y con temática conquense publicó dos novelas tituladas Un amor de provincia y Un drama en la Episcópolis, donde la atmósfera y la ambientación son reconocibles.

González Blanco, con toda modestia, respondía a Pío Baroja que se preguntaba en su libro Páginas escogidas cómo Cuenca, con todo el encanto que tenía por sus paisajes y arquitecturas inverosímiles, no había llamado mucho más la atención de los escritores. Andrés observó con toda verdadera modestia que él había cantado literariamente a su ciudad en dos noveles populares, escritas con mucho cariño y amor por su ciudad.

Florencio Martínez Ruiz, también poeta y crítico literario, que sí rescató la figura del poeta y escritor en múltiples artículos de prensa, explicaba que González Blanco fue un triunfador en su época y eso nunca le hizo olvidar su tierra y su conquensismo. Añadió y mostró su sorpresa de que los muñidores de la cultura conquense en la posguerra mantuvieran un cierto silencio respecto a nuestro ilustre paisano, que quizás al tener sus personajes novelescos una cierta carga sensual y hasta erótica, provocase ciertos problemas en su difusión.

El artículo de 'La Esfera'. Nuestro poeta, escritor y crítico literario siempre que sentía nostalgia venía desde la capital de España a su Episcópolis y de paso, traía de excursión a alguno de sus amigos –Gálvez, Antón de Olmez, Noel, etc, etc,– para que se maravillasen de su ciudad. 

Quizás por ser consciente de que su ascendencia asturiana pesaba más que su conquensismo natal se volvió en un agente activo que quiso dar a conocer a Cuenca de entre el ostracismo y desconocimiento en el que se encontraba, pese a las bellezas naturales y otros buenos mimbres de la ciudad y los propios conquenses.

No escribió todo lo que realmente quiso sobre Cuenca pero sí, en cambio, publicó un sonado artículo en la prestigiosa e importante revista La Esfera, en la que dio una visión de Cuenca que iba más allá de ciertos tópicos, lo que hizo que, de alguna manera, se convirtiera en uno de los primeros propagandistas de la ciudad. El artículo se tituló Paralelo de Cuenca y Lisboa en la que el escritor echa de menos el mar que tiene Lisboa y del que Cuenca carece, y el pasado musulmán y el inmovilismo en el que se encontraba nuestra ciudad, señalándola como ciudad «Interior» y «Castillo interior» que soñó Santa Teresa: «… Está sobre un alto cerro; su catedral es la corona: la torre de la Mangana es un florón de su diadema... ¡Santa Cruz de Cuenca y Santa Lucía de Lisboa! ¡Cómo se asemejan esos dos templos!... Veinticuatro iglesias adornan el recinto de Cuenca; calles empinadas y cuestudas la rodean y abrazan por los cuatro costados: como en Lisboa, hay calles de una pendiente inverosímil; plazas a las que se desciende por largas escalinatas; iglesias como criptas escondidas al fondo de unos peldaños musgosos y roídos; hay sueños de grutas al borde de los dos ríos que la abrazan y la ciñen; hay frescor poético en las riberas del Júcar, idilios de pájaros y de hombres, encanto geórgico…».

Lo cierto es que el artículo tuvo muchísima repercusión no solo en España sino también al otro lado de Atlántico, convirtiéndose en pieza periodística de hemeroteca imprescindible, junto a otras escritas por otros propagandistas de lo conquense como los Odón de Buen, los Kleiser, Aguilar y, más tarde, Muelas, Ruano, De Lorenzo, D´Ors, Martínez Ruiz.