El lugar de nacimiento del genial y universal Fray Luis de León quedó más que claro de puño y letra del propio Fray Luis, al redactar para el tribunal que lo juzgaba el origen de su patria chica: «Nací en Belmonte en la Mancha de Montearagón». Nació en el verano del año 1527 y fue bautizado en la magnífica colegiata de su villa. Aún hoy día, el que se acerque a conocer Belmonte y su patrimonio podrá ver en una pequeña capilla de la Colegiata belmonteña, la pila bautismal en la que se acristianó al gran lírico conquense.
En ese tan famoso e injusto juicio inquisitorial al que fue sometido en 1573, nuestro ilustre paisano fue preguntado por sus orígenes familiares, dando cuenta el fraile agustino de la limpieza de sangre y orígenes de sus antepasados que vinieron de las montañas del Reino de León a La Mancha conquense: «Mi padre fue un hombre muy católico y muy principal, como conoció todo el reino, y su padre que se llamó Gómez de León… y el padre de él, bisabuelo mío, se llamó Lope de León, muy católico y de los más honrados y principales de su lugar; y el padre de este y rebisabuelo mío, se llamó Alvar Fernández de León, que lo trajo el Primer Señor de Belmonte consigo a aquel lugar y fue alcaide de la fortaleza todo el tiempo que allí vivió y fue el más principal y más limpio que había en aquel lugar, desto quel mundo llama limpieza…».
El prestigiado historiador natural de San Clemente, Ignacio de la Rosa Ferrer, conocedor como pocos de la historia de La Mancha de Cuenca en el siglo XVI, se tomó la molestia de rastrear el pasado de los bisabuelos, abuelos y padres de Fray Luis de León, destacando las acusaciones de judaizantes a las que fueron sometidos.
El tatarabuelo de Fray Luis (de Belmonte, como diría Pedro de Lorenzo) fue Hernán Sánchez de Habichuelo, acusado de herejía formal, siendo sus huesos quemados en 1492 por orden de la Inquisición. La familia De Léon, en su descargo aunque sin poderlo demostrar, afirmó que el tatarabuelo de nuestro ilustre paisano fue Alvar Fernández de León. Nos explica Rosa Ferrer que la acusación de judaizantes hacia los De León, paradójicamente partió del alcaide de Belmonte, Hernando Pacheco, descendiente también de conversos naturales de Quintanar de la Orden. Esta animosidad hacia los De León por parte de los Pacheco se conocía como monipodio, y suponía una especie de pacto de unas personas para ir en contra de otras, uniéndose en un pacto o compromiso.
Tanto el abuelo y el padre –Gómez de León y Lope de León– del ilustre agustino tuvieron que hacer frente a las acusaciones recibidas por parte de ese monipodio formado por miembros de la importante familia belmonteña de los Pacheco. El historiador sanclementino nos explica que «se trata de una Liga de los Pacheco de Belmonte contra el padre de fray Luis de León, Lope de León, que acusó a Rodrigo Pacheco, hijo del alcaide de Belmonte Hernando Pacheco, de firmar un papel por el que se comprometía a defender a los vecinos de Santa María de los Llanos que declararan contra los León en 1554, con motivo de su pleito por hidalguía».
Los familiares de Fray Luis siempre se defendieron de los ataques de los Pachecos sobre su hidalguía y limpieza de sangre y en mayor o menor medida dieron siempre una réplica exculpatoria, como cuando afirmaron que su tatarabuelo no era Hernán Sánchez, sino que fue Alvar Fernández Ponce de León, que estuvo sepultado en la Colegiata de la villa y que fue quién aportó la hidalguía a la familia, aunque sus detractores adujeron que ningún Ponce aparecía en el padrón que Carlos I mandó hacer sobre los hidalgos en España.
Años más tarde, Fray Luis de León también sufrió las envidias e injusticias en sus carnes. El catedrático de griego León de Castro, enemigo furibundo de los judaizantes y judíos, acusó a Fray Luis, que había traducido de nuevo la Biblia. Después de un injusto y escandaloso juicio por parte de la Inquisición, en 1576 fue absuelto de las acusaciones inferidas hacia él y parte de su obra y por las que sufrió cuatro años de prisión en Valladolid. Cuando se reincorporó a la universidad salmantina a su nueva catedra de Teología, leyenda o realidad, dijo «Como decíamos ayer…».