Antonia Eslava, primera poeta conquense de la que hay noticia

Luz González
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Antonia Eslava, primera poeta conquense de la que hay noticia - Foto: Reyes Martínez

Hay tan pocas mujeres en la historia de Cuenca, y menos aún en la historia de su literatura, que se hace preciso reivindicar a las que han dejado una huella, aunque sea mínima, como es el caso de doña Antonia Eslava, también citada como Antonia Valero de Miota. Solo tenemos una pequeña muestra de la actividad literaria de esta autora, una poesía laudatoria que el escritor conquense José Antonio Silva recoge en su libro Poesía laudatoria en impresos conquenses del Siglo de Oro, publicado en 2021 por la RACAL (Real Academia Conquense de Artes y Letras).  Se trata de una quintilla, una composición de cinco versos octosílabos, escrita por esta poeta a un tal Justiniano, del que tampoco tenemos mucha noticia. Es tan breve que la transcribimos entera.

El título dice: De doña Antonia ¿Eslava? al autor. 
Cantar a lo castellano 
(aunque oriundo italiano)
de Huécar toro robusto, 
para dar general gusto, 
vino al justo a Justiniano.
(Silva, 2021, pág. 213).

A pesar de ser tan breve la composición nos da información de una costumbre muy arraigada en Cuenca, lancear toros en la hoz del Júcar. Nos lo explica José Antonio Silva en sus notas.

También es de José Antonio Silva y de Hilario Priego, autores ambos del Diccionario de personajes conquenses nacidos antes de 1900, de donde extraemos la información que hay de esta autora conquense del Siglo de Oro. 

Como puede apreciarse, tenemos muchas más noticias del marido quede doña Antonia, de la que ni siquiera sabemos los apellidos exactos puesto que aparecen de dos formas distintas. Sin embargo, a través de la vida de Antonio Martínez de Miota podemos deducir alguna información sobre su esposa. Además de la época en que ambos vivieron, la profesión de él, profesor de Humanidades en el Colegio de Santa Catalina (que después sería el Seminario de san Julián), que era ciego, y que tuvieron una hija llamada Antonia como ellos. A esta hija se refiere el erudito Francisco de Cascales como la doncella que «ha de ser casada», en sus Cartas Filológicas. Estas Cartas son la otra fuente que tenemos sobre Antonia Eslava. A ella le dedica la epístola I de la Dedicatoria tercera, que lleva por título: A Doña Antonia Valero de Eslava. Con una instrucción para las doncellas que han de ser casadas.

Esta dedicatoria de Cascales, aunque no nos diga mucho de la vida individual de nuestra autora, nos dice mucho de la situación de la mujer en su época. Aunque reconoce la importancia de la educación, como es el caso de Antonia y su hija, da prioridad a que sean mujeres casadas. En el caso de la madre le reconoce el valor que esta condición le otorga y en el de la hija, la imagina con estas mismas virtudes y le da consejos para cuando la consiga en un futuro: «Ya imagino casada a mi señora doña Antonia Caxa, y con estas partes que hemos dicho y otras superiores. Agora el amor debido a su esposo la haga una misma cosa con él: estímele, ámele, agrádele… Si tuviere algunas imperfecciones, súplaselas con su discreción; si fuere iracundo, si algo duro, si algo intratable, lleve con paciencia aquel rigor».

Sigue la epístola con consejos de este estilo. Si en la cita anterior le pide a la niña que desarrolle las artes de la sumisión y la astucia, propias del esclavo, en las que vienen a continuación les aconseja que permanezcan encerradas en casa, corroboran este régimen de esclavitud consentida que se propone y enmascara con el nombre de virtud y buena fama: «No ha de salir de los lumbrales de su casa, ni pasarle por el pensamiento… De esta manera cobrará opinión su virtud».

Para que este régimen carcelario sea más provechoso para el amo padre o esposo, propone que las mujeres encerradas en casa no estén ociosas, que trabajen:  «Esté, demás de esto, bien ocupada la doncella. ¡Oh qué buen documento! Mientras está ocupada la mujer, doncella o casada, no se acuerda de los gustos y deleites humanos; que éstos llevan los pensamientos tras sí y las anegan en las turbias aguas de la torpeza… La aguja y la rueca son las armas de la mujer, y tan fuertes, que armada con ellas resistirá al enemigo más orgulloso de quien fuere tentada. La labor, la ocupación apaga los ardores de la concupiscencia».

Naturalmente, de reconocimiento del placer, nada de nada, solo miedo de las doncellas casaderas, a perder «la flor virginal» cuando se casan. 

Desafortunadamente, no he encontrado más información de esta escritora conquense del Siglo de Oro, doña Antonia Eslava. Le cabe el honor de ser testimonio de la presencia femenina en las letras conquenses. El que su obra sea escasa y el que no hayamos encontrado más nombres de mujeres no es exclusivo de nuestra provincia, sino muy común en todos los lugares del orbe. 

 También es común el que frente a la pedantesca erudición de la mayoría de los autores, la sencillez y la claridad sea más propio de las autoras.