Alguien dijo que el flechazo entre el afamado y genial escritor César González Ruano y Cuenca fue casi inmediato. Ruano fue uno de nuestros primeros enconquenados que además protagonizó, sin duda, la operación que las autoridades conquenses pusieron en marcha para atraer a Cuenca a escritores e intelectuales de primera fila.
La casualidad se dio y un dandy aristocrático, que se había batido en muchos ambientes y lugares, desembarcó en la ciudad y vivió diez años de su intensa existencia entre los conquenses. Federico Muelas y el alcalde de la ciudad, Jesús Moya, junto a Florencio Cañas, fueron los artífices para que Ruano picase en el anzuelo y contribuyese de alguna manera a situar a «nuestra bella durmiente» de nuevo en el «mapa».
González Ruano se fue de Cuenca con cierto mal sabor de boca, quizás por algún desacertado artículo forestal publicado en la prensa madrileña que los conquenses de la época no supieron digerir. Resulta evidente que, después de que Ruano se avecinase en la casa que le compró en 1955 (diez años más tarde se la vendería a Antonio Saura), a Joaquín Benítez, que había sido del Conde de Toreno, frente a la iglesia de San Pedro, la ciudad sintió la presencia y la personalidad de tan ilustre periodista y escritor, que como ha explicado Florencio Martínez Ruiz en varios artículos publicados en la prensa local, se rodeó de una pequeña corte entre los que se encontraban poetas y periodistas como Gómez Santos o Mauricio Monsuárez, además de mantener la amistad y relación con otros intelectuales de la época que pasaron por la Posada de San José, donde pasó una primera temporada hasta instalarse en su palacio conquense.
Ruano enseguida revitalizó la interesantísima y variada tertulia del café Colón, desde el que además todos los días escribía sus crónicas y artículos de forma metódica sentado en una de sus mesas mientras tomaba café escribiendo sus crónicas de Cuenca y lo conquense en los diarios ABC, Informaciones, La Vanguardia española, etc.
Claro está que no fue suficiente con los artículos y notas conquenses, ya que con los años Ruano escribió Guía de Cuenca y principales itinerarios de su provincia, editado por Planeta y acompañadas por fotografías del genial Francisco Catalá Roca, donde César cifra con toda su originalidad expositiva, la belleza, el encanto y el misterio de Cuenca.
su primera visita a cuenca. En 1924 Ruano llegó a nuestra ciudad de la mano del diplomático y escritor cubano José María Chacón y Calvo, que fue un verdadero erudito, bibliófilo y mil cosas más. Ruano lo conoció un año antes de venir de excursión a Cuenca, cuando el cubano desarrollaba la tarea de secretario en la legación de la gran Antilla en Madrid, y desde el principio entablaron una interesante relación en la que el americano actuaba con cierto paternalismo ante la normal soberbia del joven enconquensado. Ruano dejó escrito en un artículo publicado en 1957, en ABC, y con posterioridad en sus memorias, cómo fue su llegada a Cuenca y el frío que sufrió en nuestra ciudad. Decía don César en el histórico rotativo madrileño lo siguiente: «En 1924, José María me descubrió Cuenca. Vinimos al hotel Iberia, que estaba entonces en Carretería, la arteria principal de la ciudad baja o moderna. Creo que aún me queda frío del frío morado que pasamos y un recuerdo confuso de los grandes paseos que nos dábamos por el barrio alto y fantasmal de palacios abandonados y tristes donde mucho más tarde, ahora, un misterioso destino ha terminado por casi empadronarme. Aunque entonces vi mal Cuenca me impresionó mucho y Chacón me animó para que escribiera algunas estampas líricas referentes a la ciudad…».
Chacón y Calvo, que además de diplomático era conde de Casa Bayona, le hizo prometer a César que escribiría un texto para un libro que a su vez entregaría al editor García Monje de San José de Costa Rica, que estaría dentro de una colección de visiones de ciudades europeas. Los investigadores reflexionan sobre esas cuartillas que pasaron del genio del escritor al papel y que quizás estén en algún olvidado despacho o archivo, esperando ser publicadas en forma de un libro iniciático en la obra y vida de Ruano en su amada y mágica Cuenca…
Martínez Ruiz, con motivo del centenario de su nacimiento, reflexionó sobre el vínculo César-Cuenca dejando claro que «por esta Cuenca pétrea y demasiado roma en ocasiones paseó un 'spleen' de elegancia, escasamente recogido, pero que junto con la estética abstracta de los artistas, limpio de viejas herrumbres de la cara de la ciudad y en alguna medida el comportamiento de sus habitantes. Algo de su alma y un mucho de su corazón son parte de Cuenca misma…».