Resulta difícil creer al Gobierno cuando afirma que la economía va como un cohete, cuando hay datos que hacen tambalearse esa afirmación, si se tiene en cuenta la dificultad de los jóvenes para emanciparse por el problema de la vivienda, cuando sus sueldos están estancados, cuando el paro juvenil sigue en los niveles más altos si se comparan con los de los países europeos, o cuando la productividad de los trabajadores es de las menores de nuestro entorno y crecen las colas del hambre porque no se ha puesto freno a la desigualdad.
E pur si muove… Los datos macroeconómicos son inmejorables, el PIB crece más que el de los países punteros, el paro ha descendido a niveles anteriores a la crisis financiera de 2008, incluido el paro juvenil, y hay más personas trabajando que nunca, lo que supone un alivio para la Seguridad Social. Por eso el ministro de Economía Carlos Cuerpo dormita en un escaño azul porque la oposición no encuentra cómo hincarle el diente sin que él y la ministra de Trabajo, Yolanda Díez no les den un dato con el que defenderse de las críticas.
Ocurrirá además una cosa singular cuando se produzca un cambio de gobierno. Por ejemplo, quienes afirman ahora que las cifras del empleo están maquilladas con los fijos discontinuos se olvidarán de pasar ese número a la casilla de parados con todas las consecuencias. Los ninis que ni trabajan ni estudian seguirán siendo un número abultadísimo porque no encontrarán estímulos para hacer algo ante unas perspectivas muy negras. Si no se reduce la deuda y el déficit público se escuchará la cantilena de la herencia recibida a pesar de los buenos datos macroeconómicos. Y seguirá pasando lo mismo con la gestión de los fondos europeos que han regado nuestro país tras cumplir todas las exigencias de la UE para despacharlos, porque el problema de su uso es que la masa empresarial, que es muy pequeña, no tiene capacidad para su utilización y son las grandes empresas las que se llevan la parte del león. Por no señalar que el gran problema para los salarios y en consecuencia para la gran mayoría de los trabajadores que ha sido el incremento de la inflación, que a su vez ha ido acompañada de un aumento de los márgenes de beneficios de muchas empresas. En efecto, ha crecido el número de ricos y el ascensor social se ha quedado parado entre dos pisos.
El turismo, el consumo interno, las exportaciones y el crecimiento del empleo, que es la mejor política social, como les gusta decir a los dirigentes del partido conservador, crecen a buen ritmo, la creación de empresas también se encuentra en un buen nivel, aumenta el número de autónomos y el porcentaje de extranjeros trabajando está igualmente en los mejores datos desde hace años. Pero es cierto, la riqueza no se distribuye de forma igualitaria y los empresarios se quejan de la burocracia y la presión fiscal. Solo queda esperar que quien venga detrás de Pedro Sánchez lo haga mejor… para todos.