Con el corazón en un puño

Manu Reina
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Los venezolanos que residen en Cuenca viven con angustia, temor e «impotencia» la delicada situación que atraviesa Venezuela bajo el mandato de Nicolás Maduro que «atropella y mata al pueblo»

Con el corazón en un puño - Foto: Reyes Martínez

Anhelan regresar algún día a la tierra que les vio nacer y crecer. Un país «próspero, alegre, lleno de oportunidades y, sobre todo, libre». Sin embargo, la situación es bien distinta a lo que Venezuela «era hace más de una década y media», especialmente desde la irrupción del «régimen totalitario de Nicolás Maduro». El «dictador ha sometido a la población a una extrema pobreza y ha instaurado la nula libertad de expresión, entre un sinfín de derechos sociales y universales que ha suprimido tras escudarse en las armas». 

Este marco obliga a millones de venezolanos a abandonar sus hogares en busca de nuevas oportunidades en otras naciones. Muchos han llegado desde los últimos años a España y han encontrado en Cuenca una nueva casa para empezar desde cero, con la resignación que supone tener que abandonar el país que tanto aman. Son la resistencia y una bomba de oxígeno para infinidad de familias que residen aún en Venezuela, enviándoles una parte del sueldo como agua bendita para que sus seres queridos puedan salir hacia adelante. 

Edgardo García es uno de ellos. Partió de Venezuela hace nueve años y los últimos ocho ha residido en Colombia. Ahora vive en Cuenca desde septiembre de 2023, primero solo, y desde el pasado mes de febrero ya con su mujer y sus dos hijos. Edgardo, que es uno de los representantes de la comunidad venezolana en Cuenca, incide en que «los organismos internacionales no han hecho el trabajo que deberían hacer con los crimines de humanidad que existen en Venezuela». Tienen que «intervenir de alguna forma para derrocar al régimen».  

Este padre de familia recalca que su país de origen es «una dictadura, que no le quepa la menor duda a nadie porque las personas no tienen libertad de expresión». Nicolás Maduro «ya avisó que iba a rodar ríos de sangre si él no era elegido como presidente» y ahora «atropella y mata a su pueblo». 

Ahora, Edgardo García, armado de valor, recalca que «no hay vuelta atrás porque esta vez el régimen no pudo hacer las mismas trampas que ha hecho en anteriores elecciones». Es cuestión de tiempo que «Edmundo González, elegido por el pueblo venezolano, sea el nuevo presidente», aunque «la dictadura está anclada en las armas y tienen intimidados al pueblo». 
oportunidades. Recuerda, a sus 44 años de edad, cómo «nací en una Venezuela de bonanza donde había oportunidades y la población podía salir hacia adelante, e incluso el mundo entero deseaba emigrar y visitar nuestro país porque había prosperidad». Esa es, precisamente, la situación que la comunidad internacional quiere y desea para el país. Edgardo también desea, «a pesar de que las naciones nos han abierto las puertas, volver a nuestra tierra, que es algo que siempre lo deseamos». 

Su mujer, Liliana Cervantes, añade que «estamos ahora mismo aquí, pero el corazón está allá». Es una situación «frustrante» y relata, por vivencia propia, que «hemos temido por nuestra vida en nuestro propio país». Liliana incide en que los sueldos «son una miseria y apenas te alcanza para poder comprar y comer», además de que «no se permitía ningún movimiento político opositor». En su puesto de trabajo, como funcionaria, «teníamos un par de horas de trabajo a la semana para recibir adoctrinamiento del sistema, y muchos compañeros han muerto por opositores». 

Empobrecimiento. En la misma línea se manifiesta Moraldy Morillo, que incide en que «hay un empobrecimiento del trabajo», hasta el punto de que los salarios mensuales ascienden solo a «20 euros». Es una cantidad «que no alcanza para absolutamente nada, porque comprar leche o pollo vale un euro». Llegar a finales de mes se convierta en toda una odisea. Moraldy lleva tres años en la capital y confía en que «algún día pueda regresar a Venezuela totalmente libre».  

El problema se agrava todavía más cuando, en el caso de tener dinero, «no puedes comprar alimentos básicos o productos de aseo porque hay racionamiento». De hecho, «dependiendo del número en el que acabe el dni puedes comprar un día o no», detalla Yolimar Hernández. A sus 28 años de edad ya ha construido una nueva vida en Cuenca y tiene muy claro que el día de mañana «me gustaría volver para que mis hijos conozcan sus raíces».

La lucha continúa y la situación está enquistada. Habrá que esperar y ver los próximos desenlaces para ver qué rumbo toma Venezuela. Lo que está claro es que la población «ha dicho basta» y desde Cuenca van a apoyar «sin temor para devolver la libertad al pueblo, un derecho universal que nunca se nos debió arrebatar».  

Los venezolanos de Cuenca alzan la voz. La comunidad de venezolanos de Cuenca llevó a cabo el pasado sábado la primera manifestación en protesta a la difícil situación que atraviesa Venezuela desde hace unas semanas, concretamente desde que se celebrasen elecciones presenciales, aunque la situación se prolonga «ya en más de una década y media». Muchos venezolanos salieron a las calles para pedir justicia y clamar por devolver el gobierno al pueblo, y «acabar con el régimen totalitario de Nicolás Maduro». Se convocarán más movilizaciones en Cuenca, de manera simultánea a otras ciudades y países del mundo. 

La unión hace la fuerza entre compatriotras. La comunidad venezolana residente en Cuenca lleva varias semanas movilizándose para conformar un grupo entre compatriotas que viven en la capital. En un principio, eran tan solo una docena, pero tras una intensa búsqueda y el boca a boca ha permitido que el colectivo crezca por encima de más de un centenar de venezolanos. Utilizan WhatSapp para mantener una comunicación fluida, ya que la idea es unir fuerzas para alzar la voz sobre la delicada situación que atraviesa su país. No serán los únicos porque los representantes de la comunidad confían en que faltan muchos más.