Después de que las encuestas y el resultado de las elecciones municipales y autonómicas apuntaran hace escasos meses que se acababa su tiempo en el Palacio de la Moncloa, Pedro Sánchez consiguió ser investido de nuevo ayer como presidente del Gobierno.

Es un ejemplo más de su capacidad de rebelarse al curso más lógico de los reveses que ha afrontado durante su vida política y de la que él mismo hizo gala en un libro con un título muy significativo, Manual de Resistencia.

Encontró argumentos para ese enunciado en otros hechos de los que ha sido protagonista: volvió a liderar el PSOE, con primarias de por medio, tras dimitir como secretario general y, a pesar de que la historia de las mociones de censura debatidas en el Congreso podrían indicar que la suya seguiría la misma senda, consiguió que fuera la primera que prosperase, desbancando a Mariano Rajoy.

«Yo soy muy determinado. En la vida como en la política, hay que serlo», afirmó Sánchez años atrás, cuando aún aspiraba a ocupar el banco azul y confesaba que él, siendo asesor del que fuera ministro de Exteriores Carlos Westendorp, reflexionó entonces sobre la poca distancia que hay entre los que aconsejan y los que deciden y él se dijo a sí mismo que quería ser de los segundos.

Camino ya de seis años como presidente, ha tenido oportunidad de tomar muchas decisiones, sobre todo durante el primer Gobierno de coalición del actual período democrático, muy marcado por acontecimientos como la pandemia de coronavirus y las consecuencias de la guerra en Ucrania. Pero de entre todas las decisiones, está convencido de que al menos pasará a la historia por una de ellas, la exhumación de los restos mortales de Franco del Valle de los Caídos. 

No le va a ir a la zaga el haber accedido a la amnistía para los líderes del procés a la que se había opuesto incluso en la última campaña electoral. Un cambio de criterio que ha justificado en favor de la concordia y echando mano del refranero: «Hay que hacer de la necesidad virtud».

Todo lo que ha acontecido y sigue sucediendo alrededor de esta medida de gracia le ha situado en un escenario de presión, pero él ha afirmado que, fiel a la cultura de la competición que absorbió durante su etapa como jugador de baloncesto en el Estudiantes, es mucho mejor cuando se ve presionado.

Ese es su deporte favorito, el baloncesto, aunque ahora tiene preparada siempre la bicicleta para hacer con asiduidad escapadas en las que el casco y unas gafas oscuras le permiten mantener el anonimato a la vista de otros ciclistas.

Del 'break dance' a la 'mili'

También practicó el break dance, una disciplina que afirma que no se le daba nada mal. De eso hace muchos años, cuando aún no pensaba encarrilar su vida por la vía de la política, pese a que la política siempre ha asegurado que estaba muy presente en su casa.

No se le pasaba tampoco por la imaginación que estaría prometiendo por tercera vez su cargo de presidente del Gobierno ante Felipe VI cuando su padre, el rey Juan Carlos fue testigo de su jura de bandera en la mili. Ese día, allí estaba el anterior jefe del Estado, pero no para verle a él, sino porque entre quienes desfilaron estaba uno de sus sobrinos.

Sánchez representa a un nuevo PSOE. Uno que se aleja del de Felipe González y Alfonso Guerra pero porque se trata, según explica su heredero, de un tiempo bien distinto en el que hay que adoptar decisiones que quizás no se entiendan por la vieja guardia socialista.

La elogia en público, pero se muerde la lengua para no contestar a las reiteradas declaraciones de González que ponen en solfa gran parte de su gestión.

Si se ha ganado fama de resistente, Sánchez va a tener oportunidad de afianzarla en esta legislatura o tirarla por la borda porque se aventura que no va a ser nada sencilla debido a su dependencia de los independentistas.

Ni tampoco por la dura oposición que prometen PP y Vox tanto en las instituciones como en la calle. Se antoja, por tanto, que tiene ante sí su reto más difícil.

En aquella etapa de asesor con Westendorp, el exministro era el Alto Representante de Naciones Unidas para Bosnia-Herzegovina y allí vivió un tiempo el futuro presidente. Los escoltas ponían nombres en clave a cada uno de los miembros de la misión, y Sánchez fue bautizado con el de Esmeralda. Según la escala de Mohs, que mide la resistencia de los minerales a ser rayados, se trata de una piedra preciosa de gran dureza, pero no la que más.

Es decir, es posible rayarla. Si el socialista aguanta sin rasguños durante cuatro años, quizás habría que revisar esa escala o deberían haber pensado en atribuirle el nombre del mineral más resistente: diamante.