Un mandil con solera

Lucía Álvaro
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El Mandil es el espíritu de la peña tradicional, el recuerdo de lo que debería ser San Mateo

Un mandil con solera - Foto: LT

Entre legado, tradición y recreación, amigos y solera nace una de las peñas más particulares de las fiestas de San Mateo. El Mandil es distintivo de oro con sus programas repletos de humor, el toreo improvisado, las distinciones mateas y la cuenta atrás que mantiene con la respiración contenida a todos aquellos que esperan con el corazón en un puño el sonido de las vaquillas y la algarabía de las peñas. La peña El Mandil es una enamorada de lo mateo, de la tradición y lo que tiene que ser el espíritu de la fiesta, que a veces parece diluirse.

Así lo explica uno de sus peñistas y veterano del toreo improvisado, el diestro de las letras Rafael Torres, apodado 'El Chory': «desde un principio, cuando se fundó la peña, teníamos claro que lo más importante era mantener íntegras las fiestas de San Mateo tal y como las habíamos conocido, con su vaquilla en ese improvisado coso taurino, con el espíritu tradicional que conmemora aquella gran gesta de la conquista de Alfonso VIII».

Las conocidas antaño como «fiestas del Vaticano» tienen unos guardianes excepcionales de los ritos mateos que quieren evitar «que se siga perdiendo el rumbo». La esencia y el disfrute con mesura son los principios por los que abogan los del Mandil, que apuntan que «hay un debate abierto en la sociedad conquense dentro de un contexto de lo que es San Mateo, el problema está en cómo convencer a las nuevas generaciones de que la celebración de San Mateo no es así como se ha hecho nunca; ésta era una celebración familiar, no con tantos excesos».

En una labor titánica por enmaromar Cuenca a sus tradiciones y que no se pierda el sentido de sus fiestas, El Mandil aboga por reconocer el trabajo de quienes quieren y cuidan San Mateo para que quede algo que legar al futuro. Torres comenta que «todos los años el primer día se hace un reconocimiento a las personas que a lo largo de su trayectoria, y relacionados estrechamente con las fiestas de San Mateo, han demostrado su amor incondicional a las fiestas y han trabajado por ello; reconociendo esta labor es un modo de incentivar que siga viva». 

El Mandil es una oda y un ejemplo del espíritu de la peña tradicional, un recuerdo de lo que debería ser San Mateo y que tantos padres y madres han legado a sus hijos en un momento en el que «cada vez es más raro ver a familias que expliquen a sus hijos qué es San Mateo, que acudan por la mañana a ver cómo se descargan las vaquillas y que vivan las fiestas del modo que lo hacíamos antes», apunta Torres. Con una visión conjunta con la Asociación de Peñas Mateas, aplauden todas las iniciativas y proyectos que se han venido realizando «con labor divulgativa poniendo en valor las tradiciones y los orígenes y en el centro a la vaquilla». 

Abogando por una peña pequeña en la que todo el mundo se conozca y sea una pequeña familia, El Mandil lleva más de un siglo, desde sus orígenes en Montilla con antepasados de los actuales peñistas de Cuenca, tratando de cuidar el pasado para construir el futuro mateo. Rafael comenta que para ellos «resulta muy triste y nos sentimos muy dolidos cuando escuchamos ciertos comentarios tan despectivos por los cuadros que se ven, que en nada representan lo que es verdaderamente esta fiesta». Darle valor desde la infancia a las fiestas y crecer con los referentes del Mandil, tomando como modelo a seguir tantas maromas de oro, pitas de plata y mandiles de honor quizá devuelva el sentido de pertenencia a unas fiestas que, por desgracia, parecen haber perdido su razón de ser en algunos casos. Mientras tanto, siempre nos quedarán los balcones de Mangana, la familia matea y un mandil con solera.