Cuando Ana Santisteban toma su guitarra, el tiempo parece detenerse. No importa si está en un teatro de Bruselas, en un festival de Bangkok o en un escenario de Nueva York interpretando el Concierto de Aranjuez; lo que importa es la música, la conexión con el público, la historia que cuenta a través de sus cuerdas. Para Ana, la guitarra no es solo un instrumento, sino «un lenguaje universal», una extensión de su propia voz. «Lo que siento es una manera de transmitir, de compartir, de crear una conexión con el público. No importa el idioma, la cultura o el lugar, la música habla por sí sola», subraya.
Nacida en Cuenca en 1990, Ana encontró su camino gracias a un regalo de primera comunión: una guitarra. Desde entonces, su destino quedó marcado. Inició sus estudios en el Conservatorio Profesional Pedro Aranaz, y su talento la llevó a recorrer el mundo de la música clásica con una formación impecable. Estudió en el Conservatorio Superior de Música de Murcia, donde terminó con matrícula de honor. Posteriormente, su pasión la llevó hasta el Koninklijk Conservatorium de Bruselas (Bélgica), donde se especializó con Antigoni Goni, obteniendo la mención Cum Laude. Más tarde, en el Conservatorium of Maastricht (Países Bajos), perfeccionó su arte bajo la tutela de Carlo Marchione.
Su trayectoria como concertista la ha llevado a los cinco continentes. Ha actuado con la Joven Orquesta de Cuenca, la Silpakorn University Orchestra y la Pittsburgh Youth Symphony Orchestra, entre otras. Festivales internacionales de renombre, como el Volterra Project Institute en Italia y el Festival International Guitare en Cevennes de Francia, han contado con su presencia. Su interpretación del Concierto de Aranjuez se ha convertido en una de sus cartas de presentación, llevándola a tocar en escenarios de América, Europa y Asia. «Este concierto es la banda sonora de mi vida, ha sido un pasaporte a muchas experiencias inolvidables», comenta.
Cuerdas clásicas sin fronteras - Foto: Reyes MartínezPero Ana no solo brilla sobre los escenarios, sino también en las aulas. Como docente en un conservatorio privado en Bruselas, comparte su conocimiento con estudiantes de todo el planeta. «Mis alumnos me enseñan tanto como yo a ellos, porque cada uno trae su propia historia y forma de entender la música», explica. Su enseñanza no se limita a la presencialidad, ya que a través de videollamadas, imparte clases a estudiantes de Alemania, Francia, Estados Unidos y otros países. Domina el español, inglés, francés, flamenco, neerlandés e italiano, lo que le permite conectar con sus alumnos en sus lenguas maternas. «Para mí, aprender idiomas es fundamental, no solo para comunicarme mejor, sino para captar la esencia de cada persona», señala. Sin conformarse, ahora centra sus esfuerzos en el portugués.
En el escenario, Ana busca ofrecer algo más que un concierto; su propuesta es «una experiencia multisensorial». Su espectáculo Leyendas y Aromas combina música, narrativa y fragancias para sumergir al público en cada historia que interpreta. «Cada obra tiene una leyenda detrás y, a través de aromas específicos, quiero transportarlos a la época y lugar de cada pieza», explica. Para ello, utiliza dispositivos que liberan esencias inspiradas en las composiciones que interpreta. «No es un concierto al uso, es una performance de más de una hora. Busco que el público viva la música de una manera diferente».
A pesar de su trayectoria internacional, Ana nunca ha perdido su conexión con Cuenca. «Mis raíces están aquí. Siempre vuelvo, porque la tierra llama», remarca con nostalgia. Aunque su carrera se ha desarrollado principalmente en Bélgica, donde ha construido su vida profesional desde hace doce años, la capital sigue ocupando un lugar clave en su corazón. De hecho, no cierra puertas a regresar. Sin embargo, «de momento, mi camino está en Bruselas, pero nunca se sabe. Lo importante es seguir tocando, seguir enseñando y seguir creciendo». Sí es cierto que cada cinco o seis semanas vuelve de regreso a su ciudad natal para «pasar unos días junto a mi familia y amigos». Y es que lleva Cuenca por bandera e incluso asegura que sueña con «poder hacer un concierto en el Auditorio José Luis Perales». Es cuestión de tiempo que así sea porque su talento no pasa desapercibido.
Cuerdas clásicas sin fronteras - Foto: Reyes MartínezCon más de 13.000 seguidores en Instagram, Ana utiliza las redes sociales como una ventana para compartir su arte. «Es un escaparate en el siglo XXI y hay que aprovecharlo». Pero su éxito no es fruto de la suerte, sino de un esfuerzo constante. «Nada ha sido fácil, porque detrás de cada concierto hay años de trabajo, horas de ensayo y mucho sacrificio. No soy afortunada por estar aquí, me lo he ganado con esfuerzo», concluye con determinación.
Desde una guitarra regalada en su infancia hasta los escenarios más prestigiosos del mundo, Ana Santisteban ha convertido la música en su vida. Y lo seguirá haciendo, allí donde la lleven sus notas.