Los 'quites' de la vaquilla

Chicuelito
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Ésta es una fiesta 'táurica' en la que se corre delante o detrás de la res a cuerpo limpio y haciendo quiebros y recortes para impedir la cornada

Los 'quites' de la vaquilla - Foto: Reyes Martínez

Todos los caminos llevan cuesta arriba a la Plaza Mayor. Sobre todo el día 18, que se inicia la fiesta matea, o sea, la Reconquista de Cuenca por el Rey Alfonso VIII, hecho acaecido el día 21 de septiembre de 1177, miércoles, y festividad de San Mateo. El señor de Albarracín fue el primero en hollar la tierra de la ciudad Conca, dominada por los árabes, formando parte del cortejo real del joven monarca Alfonso VIII, que tenía su campamento de tiendas color tierra con banderas y pendones de los colores de los Reinos de Castilla y Aragón, en el campo de San Francisco, o sea en los actuales jardines de la Diputación, donde se recuerda en bronce al Rey conquistador, casi abrazado al emir almohade que le entrega las llaves de la ciudad. Monumento que Miguel Zapata modeló con recia personalidad. Si las piedras y los bronces hablaran…

La historia de nuestra vaquilla enmaromada se escribe con el entusiasmo con el que la ciudad participa de ella, sin condiciones de edad ni de sexo. Si nos remontamos a tiempos pasados no deja de ser curiosa la nota publicada en el periódico Las Noticias de 1898: «Si los toros es la fiesta nacional genuinamente española, la vaquilla es una fiesta tan arraigada en las costumbres de este pueblo, que si se suprimiera en un día de San Mateo sería causa de alteración de orden público, que haría a nuestros ediles correr por la maroma, ya que esta no corría con la vaca».

Y es que nuestros 'sanmateos' son genuinamente conquenses. No tienen parangón en la Tauromaquia con soga de tantos pueblos de España. No es ésta una fiesta taurina en la que se torea y domina al animal, sino una fiesta 'táurica', de nuestros ancestros, en la que se corre delante o detrás de la res enmaromada a cuerpo limpio y haciendo quiebros y recortes para impedir la cornada.

Nuestra fiesta es tan peculiar y única, que incluso tenemos unos 'quites' muy peculiares, gracias al inigualable escenario por el que se desarrolla la suelta de la vaquilla enmaromada, aunque alguno ha desaparecido por la incomprensión de quitar los árboles de la Plaza Mayor, que eran un lugar idóneo para recortar a la vaca. 

Por las callejuelas, plaza y anteplaza, los mozos y mozas pueden practicar el quite del portal, que es el que más se tiene a mano, aunque muchos quedan cerrados; el quite de las escalerillas de la Catedral, que es el más socorrido, dominando toda la plaza; el quite de la reja, de ventana en ventana; el quite junto al monolito de la estatua de Alfonso VIII en la Plaza Obispo Valero; el quite de los arcos del Ayuntamiento, sorteando la maroma; el quite del bar o la taberna… o el ¡quítese usted de ahí que viene la vaca!

Y para el quite de cualquier incidencia, siempre presto el puesto de socorro de Cruz Roja, equipado médicamente como exige la reglamentación taurina. Recuerdo una frase de mi Pregón mateo de 1989: «Y al que la vaca coja / se lo lleve la Cruz Roja». Suerte, vista y… a la vaca, para correr, que no torear. Dejen espacio para las reses y los maromeros.