Objetivos enmaromados

Lucía Álvaro
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Contar San Mateo en imágenes es la bravura de las vaquillas y la candidez de un niño tocando un cuerno del carretón

Objetivos enmaromados - Foto: Julio Palencia

Septiembre es un mes que en Cuenca huele a historia de un pasado que no se borra, que sigue vivo en sus cuestas y repechos en el golpeteo infinito de miles de pies corriendo ante los cascos de una vaquilla. Septiembre en Cuenca suena a la amapola y la campanera, sabe a gachas y zurra y es la visión de una plaza mayor colorista y repleta hasta los topes de camisetas y pañuelos de todas las gamas cromáticas. San Mateo es enorme, diverso y profundo, como una especie de hoz que se abre paso desde la angosta calle Clavel y baja hasta Zapaterías para escalar hasta el mismo Arco de Bezudo. 

En esa plenitud daliniana se esconden instantes fugaces que atrapan no solo la esencia de euforia que se respira en la capital conquense durante cuatro días, sino que, ante los ojos adecuados, hacen que las calles se conviertan en museos al aire libre donde las obras de arte son efímeras y quedan grabadas para siempre en la memoria de una cámara.

Julio Palencia es uno de los maestros del objetivo que ha congelado instantes en el tiempo permitiéndonos preservar una tradición tan antigua como Cuenca misma. Él es autor de fotografías de la vaquilla con las que uno se traslada delante de los pitones de la res brava en un uno a uno tan íntimo que solo se ve interrumpido por la presencia de la maroma. Palencia, digno de un traje de luces, afirma que prefiere «estar delante de la vaca que en el cinturón detrás de los corredores», porque puede ver hacia dónde se mueve el animal. Enrique Martínez Gil tiene la habilidad de capturar las emociones y contar todo tipo de historias a través del objetivo, especialmente a través de los retratos y en esa cotidianeidad maravillosa que se fragua en San Mateo. 

Martínez Gil afirma que este tipo de instantáneas «con el paso del tiempo te sirven para recordar momentos, con quién estábamos y qué hacíamos, así como el tiempo que hemos pasado con personas que en algunos casos a lo mejor ya no están». La cámara de Álex Simón tiene una especie de predilección por la tradición arraigada en las fiestas mateas como son los cohetes y los gigantes y cabezudos, emblema de toda festividad en la capital conquense desde hace generaciones. Fue precisamente una instantánea que el fotógrafo había tomado en San Mateo de estos personajes una de las protagonistas del cartel anunciador que realizó para las ferias y fiestas de San Julián en 2022. Palencia también hizo lo propio con algunas fotografías de su colección para confeccionar el cartel de San Mateo en aquel mismo año.

Si hay un pensamiento común a todos estos artistas de lo efímero es que las mejores fotografías no solo suceden dentro de las barreras del recorrido. Palencia afirma que «jugando con la técnica a través de la exposición, la velocidad de obturación y utilizando elementos como los barridos se pueden conseguir fotos maravillosas que tienen mucho valor fuera de las barreras». Martínez Gil señala que siente predilección por unas vaquillas muy distintas a las que enfrentan los corredores en el recorrido, siendo los carretones infantiles donde ha capturado algunas de sus fotografías más «icónicas». Martínez Gil cree que ese momento de los niños corriendo frente a la vaquilla de cartón «refleja perfectamente el espíritu de la fiesta» de un modo muy especial gracias a la inocencia de los más pequeños. 

Álex Simón gracias a su «gatillo fácil» consigue capturar momentos divertidos en los que peñistas y visitantes disfrutan del ambiente festivo que propicia San Mateo. «En San Mateo mi truco para sacar fotos interesantes es andar con mil ojos, porque nunca sabes por dónde te va a venir alguien disfrazado, un grupo haciendo alguna tontería divertida o algo único», afirma Simón.

El desfile de peñas mateas es una especie de gabinete de curiosidades donde uno sabe que puede encontrarse prácticamente de todo. Martínez Gil comenta que es el momento en el que más fotografías suele tomar porque «además de estar yo más fresco es especialmente interesante por lo colorista». Álex Simón afirma que, por las particularidades de la fiesta «no es un enclave donde buscar una foto donde todo esté perfecto y bonito, si no disfrutar del desorden y buscar momentos y detalles». Para Simón realizar fotos esos días del ambiente «es más fácil porque es la propia gente la que se presta y te pide que les hagas fotos». 

Palencia cuenta que para él lo más especial de estos días es que «cualquiera puede ser protagonista simplemente cogiendo y poniéndose un pañuelo, no necesitas ser de una peña para estar integrado en San Mateo porque toda la ciudad recibe siempre, pero especialmente esos días con los brazos abiertos». Sin embargo, no todo es capturar el presente, porque, si de algo es sinónimo San Mateo es de tradición. Simón señala como «junto a la vaquilla, las peñas, las gachas, el pendón o la música son otros de los grandes protagonistas de San Mateo». Julio, por su parte afirma que «visualmente San Mateo aporta una cultura fotográfica milenaria, una cultura que lleva viva desde 1177 que comenzó la suelta de reses bravas y que solo se ha detenido por causas de fuerza mayor, como guerras o pandemias, así que fotografiar San Mateo no es solo fotografiar la fiesta más antigua de la ciudad, sino fotografiar el ADN mismo de los conquenses».

Escenarios complejos. Cuando la noche se cierne sobre la Cuenca festiva el toro de fuego despliega todo su arsenal de luz y movimiento en una danza magnífica en la que se abraza con la negrura del cielo. En ese espectáculo de luz y oscuridad se plantea uno de los escenarios más complejos y más interesantes a nivel fotográfico de la fiesta. El movimiento, los cambios de luz, la rapidez y el ojo y habilidad del propio fotógrafo crean una combinación única donde la creatividad es la mejor herramienta de todas. 

Álex Simón afirma que «el toro de fuego es un momento muy chulo donde no buscamos fotos nítidas, sino movimiento». Por su parte, Palencia comenta que en esos momentos buscar la foto puede ser más un trabajo previo de localización y técnica de la cámara que de tener buen ojo. Julio Palencia consiguió la «maroma» que luce la vaquilla en su cartel de San Mateo realizando una fotografía de larga exposición del toro de fuego con la cámara fijada a una barandilla.

La maroma que une el corazón de un conquense con sus fiestas grandes es tan recia que solo puede contarse a través del arte. No son pocos los artistas que han contado Cuenca a través de su creatividad, pero ninguno como los fotógrafos que son capaces de congelar para siempre instantes en el tiempo, devolvernos la mirada de los amigos, familia y conocidos que no volveremos a abrazar con el primer chupinazo o contarnos exactamente quiénes y cómo somos para dibujar cómo queremos ser. 

Contar San Mateo en imágenes significa buscar historias, significa capturar besos de juventud y pasodobles con compañeros de vida. Contar San Mateo en imágenes es la bravura de las vaquillas y la candidez de un niño tocando un cuerno del carretón. Cuenca es color, frescura y belleza y su San Mateo alegría, hermandad y tradición, una composición que quedará en una instantánea perpetua en el corazón que se esconde tras los objetivos enmaromados.