Los viernes de Cuaresma, como hoy, se viven con total entrega, ilusión y compromiso en el seno de la familia Pierinelli Velit, asentada en Villar de Olalla desde hace más de un lustro. Es una fecha muy señalada para ellos, y no dudan a la hora de alejarse del pecado. El matrimonio de Enrico Pierinelli y Kathy Velit, junto a sus ocho hijos, Antonio, Fátima, Francesca, Vittoria María, Isabella María, Enrico Michele, Itala María y Pietro Emanuele, han hecho de esta tradición un pilar fundamental de su vida católica.
Kathy, junto a los suyos en la gran mesa, explica que en su hogar se respeta esta práctica, porque «es muy importante para nosotros». El primer paso es «no comer carne tanto el Miércoles de Ceniza como en cada viernes de Cuaresma». No obstante, incide en la importancia de la caridad. De hecho, «si por alguna casualidad nos invitan a comer y sirven carne, la comemos para no hacer sentir mal a quien nos ha invitado, pero ofrecemos algo en compensación». Por ejemplo, «no tomar el postre o renunciar a un vaso de vino». Ya que lo «importante es recordar el sentido de la Cuaresma, que no es otro que darle un detalle al Señor y acordarnos de Él», comenta.
En casa, la familia evita la carne y opta por otras alternativas culinarias durante estos viernes previos a la celebración de la Semana Santa. Es por ello que durante estas fechas, «normalmente comemos pastas, de infinidad de tipos, o legumbres, por mencionar unos ejemplos». En el desayuno, «pan con queso, mantequilla, mermelada, galletas o cereales». Y en la cena, «alguna sopa de verduras, huevo frito con arroz o una tortilla de patatas», cuenta Kathy, resaltando la influencia italiana en su alimentación. No llevan una hoja de ruta estricta a la hora de ponerse manos a la obra en la cocina.
Más que una costumbre - Foto: Reyes MartínezDesde pequeños, los hijos han aprendido que este sacrificio no es un castigo, sino una ofrenda. «Aquí lo cumplimos todos, incluso Pietro, que tiene siete años», detalla la madre. Es un sacrificio que «les enseñamos desde pequeños, pero realmente no cuesta mucho, solo es cambiar la comida, y ellos deciden hacerlo o no», añade. Más allá de la alimentación, la familia busca inculcar a sus hijos valores y una vida católica sólida. «Queremos que Dios esté siempre en el centro de sus vidas, que sepan que sin Él nada es posible». «Es la fuerza que los llevará adelante en sus proyectos e ilusiones», reflexiona Kathy,
Hijos. Los hijos también participan activamente de esta vivencia. Enrico Michele lo resume con claridad. «Es un sacrificio a Dios. El Señor caminó 40 días en el desierto sin comer ni beber nada, y nosotros solo lo hacemos una vez a la semana durante poco más de un mes». Isabella María, por su parte, anima a quienes no siguen esta práctica, ya que es «algo muy fácil, que se hace solo una vez a la semana, y es un sacrificio bonito como ofrenda a Dios». Su hermano, Pietro Emanuele, con su inocencia infantil, el más pequeño de la casa, lo reafirma e indica con una gran sonrisa que «está mal comer carne cuando se celebra los viernes de Cuaresma». Por último, Itala María añade que, teniendo en cuenta que en esta fecha no se puede comer carne, «comemos pasta de distintos tipos que elabora mi papá».
La familia Pierinelli Velit, de origen italiano y peruano, pertenece al Opus Dei, un camino dentro de la Iglesia Católica que busca la santificación en la vida ordinaria. «Es una forma más de acercarse a Dios», explica Kathy. Para ellos, no se trata solo de ir a misa los domingos, sino de «vivir la fe en el día a día, con oraciones, visitas al Santísimo y la práctica constante de la fe en casa». Así es «como lo concibimos toda la familia».
Para los Pierinelli Velit, estos valores son más que una tradición, son la base de su vida diaria. Creen firmemente que el esfuerzo y la fe son pilares que los guían en cada paso, y que transmitir este legado a sus hijos es su mayor misión. Cada viernes de Cuaresma sin carne es, en el fondo, una muestra más de su amor y fidelidad a Dios.