El estado de desesperación de algunos pueblos provoca dislates del tipo Milei, un individuo extravagante, lenguaraz, excesivo en todo, y, por consiguiente, patético. Personajes ubuescos, tipo Trump o Milei, son, de por sí, una amenaza en un mundo global donde cada cual saca músculo como puede, amenaza al que tiene enfrente, no respeta y en el que los miedos se multiplican. Productos, sin duda, televisivos: son para echarse a temblar, por su desprecio a la inteligencia, a la cordura y al sentido común.
Tienen a su favor, qué duda cabe, el desengaño de las masas, hartas de promesas vacías de políticos sin fuste, su dominio de la palabra engañosa y falaz, y su tremendo descaro discursivo. A lo que conviene añadir la terrible pobreza intelectual, y hasta me atrevería a decir, moral, de la clase política en el mundo actual, que hace que el tuerto sea el rey en el país de los ciegos.
Lo de Milei y su sierra mecánica es de nota. Si Perón levantara la cabeza… Pero todo es posible en esa Argentina riquísima y en la que, como por arte de magia, la riqueza la acaparan unos pocos, y los pobres y desahuciados van a más. Ignoro si, detrás de su verborrea y sus topicazos, existe verdad alguna, o si, a fuerza de repetir patrañas ha terminado por creérselas y crearse a su propio personaje, pero su irrupción en España como elefante en cacharrería dista mucho de tildarse de elegante.
Y es que, en vez de tomar como punto de referencia al rey Felipe VI, que acudió a su toma de posesión como monarca en ejercicio de España, optó por tomar el guante de Pedro Sánchez, que, tan mal aconsejado como acostumbra, ni se dignó a enviarle la correspondiente felicitación, en un gesto más de su lamentable modo de obrar, y que sin duda le viene del desconsiderado gesto de su buen amigo Zapatero con la bandera estadounidense.
Claro que también tiene Milei en su descargo la descalificación del ministro Óscar Puente, actuando una vez más de villano que provoca catástrofes. Tildar públicamente al nuevo presidente argentino de drogadicto, sin que su jefe le llame seriamente al orden, es un gran error, que, como la piedra que se desprende, acaba provocando una avalancha.
Es evidente que ni España ni Argentina andan sobrados en sutilezas diplomáticas. Una vergüenza, máxime cuando los protagonistas se calientan cada vez más. Sin embargo, viendo el cariz que toman los acontecimientos, no cabe duda de que Sánchez se ha dejado atrapar en las redes de un Milei, que busca desesperadamente la forma de desviar la atención de su caótica y errante gestión que tiene en pie de guerra a los trabajadores y, cada vez más, desempleados de su país. A los españoles, en momentos como el que acabamos de vivir, nos pierde la soberbia y a Sánchez, una vez más, lo ha perdido.
Antes de retirar al embajador en Buenos Aires, debería haber escuchado a la voz de la prudencia que sin duda le expresó su temor ante la azarosa suerte de las miles de empresas españolas en territorio argentino. Un político que se precie ha de tener temple y anteponer los intereses de sus conciudadanos a los propios. Máxime cuando, detectado su punto flaco, Milei busca sangre.
Digamos, para concluir, que la política exterior de España, desde el pasmoso viraje marroquí, no da una a derechas, sorprendiendo a propios y extraños. De seguir obrando a la buena de Dios, terminaremos alineándonos con Venezuela, Cuba y los parias de la tierra. De momento, con su actitud precipitada, ha proporcionado a este visionario un arma de todo uso, la misma que tiene él con el PP, responsable de todos los males que asolan nuestra patria.