Clausura más allá del silencio

A.A.
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Once hermanas concepcionistas resisten en la Puerta de Valencia con un modo de vida marcado por el sacrificio, mientras están a punto de dejar atrás las secuelas de un incendio que pudo resultar fatídico

Clausura más allá del silencio

La fe mueve montañas… y es capaz de moldear modos de vida que no resultan fáciles de comprender avanzado el siglo XXI. Once hermanas resisten en el Monasterio de la Concepción Franciscana, conocido como las Concepcionistas de la Puerta de Valencia, dedicadas a la oración y la reflexión en régimen de clausura mientras completan la jornada con trabajos como encuadernación para organismos oficiales o, lo que más abunda en estas fechas, labores de confección para la Semana Santa (escudos, túnicas, o cordones, entre otras cosas). La elaboración de dulces la abandonaron hace tiempo. En la década de los años cuarenta.

Inmaculada Fernández De la Cruz, una de las cuatro monjas conquenses que permanece en el convento, explica con naturalidad su forma de entender la existencia. «Somos una orden de vida contemplativa que vivimos en clausura. La clausura no es lo más importante. Se trata de propiciar un ambiente para la interiorización, para ir conociendo cada vez más a Jesucristo, que es por lo que estamos aquí. Si no, no tendría sentido encerrarse».
El número de hermanas no ha sufrido variaciones notables en los últimos años. «En el tiempo en el que estaba aquí el noviciado, había novicias durante dos años, se marchaban, venían otras... Pero en los cerca de 40 años en los que he estado hemos sido doce, catorce, quince, once... parecido». Eso sí, reconoce que resulta difícil encontrar nuevas vocaciones hoy en día. «El relevo generacional es complicado, pero tenemos de todas las décadas. Hay desde los 30 años de la más joven hasta los 95 que tiene Beatriz, que es la mayor». Destaca que, «lamentablemente, no solo se ha perdido ya la religiosidad, que ya hace años que se perdió, se está perdiendo ahora la fe». De hecho, «la gente vive sin Dios y como aparentemente no le pasa nada, sigue la vida. Pero claro, son vidas, perdóname la expresión, muy chatas. La fe lo que más aporta a tu vida es la trascendencia del ser humano».

Un pilar. También inciden en que siempre ha habido periodos de crisis en la historia de la humanidad. «No sé si quizás, ahora, es más acusado, pero sí con más descaro. Con perdón. Siempre ha habido ideologías que han prescindido de la fe, aunque la religión es uno de los pilares de todas las grandes civilizaciones, eso no lo podemos olvidar: la religión y la justicia». La hermana Inmaculada compara su modo de vida «con los investigadores, los científicos... se van a sitios solitarios para poder pensar y perseguir su objetivo, ¿no? Nosotras nos encerramos, pero es un encierro entre comillas porque nuestra comunidad, gracias a Dios, es una comunidad abierta, tenemos relación con mucha gente. Eso sí, respetamos siempre nuestros espacios y nuestros tiempos». 

Clausura más allá del silencioClausura más allá del silencio

La jornada de las monjas de clausura transcurre entre los laudes, a las siete de la mañana, y las vísperas, a las ocho de la tarde. No todos los días son iguales ni todas realizan las mismas tareas. «Estamos en pie todos los días a las siete de la mañana y después tenemos una hora de oración personal, aunque estamos juntas. La peculiaridad de la vida religiosa es que es vida en común». 

"Disgusto". El monasterio pasó por un momento especialmente delicado el día 3 de mayo del año pasado cuando sufrieron un incendio provocado que afectó a la entrada del inmueble. «Primero fue el susto, luego se nos pasó, y nos quedó el disgusto porque fue mucho más de lo que pensaban en un principio. Es verdad que el fuego no pasó a la nave de la iglesia, se quedó ahí en la bóveda de la entrada». Hizo «muchísimos destrozos. Pero hubo un milagro, por llamarlo de alguna forma, porque un crucifijo grande que había colgado ahí en la entrada, no se quemó, ni una chusta le saltó». Y mira que «había una línea a cierta altura, como si lo hubieran hecho con una regla, y el fuego fue de ahí para arriba. Y se salvó». La religiosa asegura que «los bomberos nos decían que si tarda un poco más en echar la cerilla o el mechero este hombre, y hubiera pasado la gasolina por debajo de las puertas, no nos da tiempo a salir. Por ningún lado». Ahora, «ya no queda más que la cancela de madera de la entrada y unas molduras de escayola. Si Dios quiere, para Semana Santa estará completa».

Una de las enseñanzas más positivas que les ha dejado este desafortunado incidente ha sido el afecto de los conquenses. «Para nosotras ha sido muy emocionante porque no sabíamos el cariño que Cuenca le tiene al convento. Todo colapsado para preguntar cómo estábamos y si necesitábamos ayuda». Y la verdad fue «una experiencia muy bonita, con casos muy bonitos». Entre los ejemplos concretos, cita a una niña llamada Beatriz que rompió su hucha para ayudar 

Inmaculada Fernández confía en que podrán continuar su actividad en un futuro inmediato. Aunque la decisión no depende de ellas. «Siempre que podamos aportar testimonio, sí. Si no, no tiene sentido. Sobre las polémicas suscitadas con casos como el del convento de Belorado, manifiesta que viven estos casos «con dolor, aunque la iglesia no pierde nada con esto porque estas mujeres están fuera de lugar».