«Es una devastación brutal»

Redacción
-

Los bomberos de la capital trabajan las 24 horas del día en la extracción de agua de un aparcamiento público en Sedaví, sin encontrar víctimas mortales

Un grupo de bomberos del Parque de Cuenca carga un vehículo para desplazarse a Sedaví, en Valencia - Foto: Reyes Martínez

La situación que deja la DANA en la zona cero en Valencia no es fácil de asimilar, ni siquiera para bomberos con años de experiencia. La magnitud de la tragedia lo supera todo con el añadido de que los bomberos trabajan con la incertidumbre de no saber si se van a encontrar personas fallecidas atrapadas en sus vehículos, de los numerosos aparcamientos que anegó el agua. Precisamente en uno de ellos, en el municipio valenciano de Sedaví, trabajan sin descanso, desde el domingo, grupos de bomberos de la capital.

Jacobo Llorens, jefe accidental del Parque de Bomberos de Cuenca, explicó ayer tras 24 horas de trabajo, y antes de regresar a Cuenca, que dedican sus esfuerzos a la extracción de agua en un aparcamiento con dos plazas bajo rasante con capacidad para más de 200 vehículos. 

Es un trabajo duro, tal y como explica a La Tribuna. «Nos hemos encontrado con algo que es más complicado de lo que podíamos imaginar, donde es más la incertidumbre sobre qué nos vamos a encontrar», señala Llorens en alusión al posible hallazgo de víctimas mortales en el interior del parking. No obstante, pese a que han logrado sacar casi todo el de agua no encontraron víctimas mortales. «Lo importante es que queda la esperanza de que finalmente no haya ninguna persona atrapada o fallecida en el interior». 

Un bombero de la capital, durante los trabajos en SedavíUn bombero de la capital, durante los trabajos en Sedaví - Foto: Ayuntamiento

Los trabajos son intensos y sin descanso, con cuatro bombas de achique al máximo rendimiento que sacan alrededor de 4.000 litros por minuto, es decir, 240.000 litros de agua por hora del aparcamiento.
A pesar de su experiencia, Llorens asegura que «como profesional esto no tiene nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora, es una devastación brutal en una extensión muy grande». En este sentido, reflexiona que tras lo sucedido hay que recapacitar para que la gente sea consciente de cómo se tiene que actuar ante «riesgos que cada vez nos amenazan más». 

Por ahora, los bomberos voluntarios del Parque de Cuenca van a seguir desplazándose a diario a la zona cero de la DANA sin desatender sus obligaciones diarias. Han establecido un turno rotatorio entre los efectivos que piensan mantener en los próximos días.

«Todo el Parque está volcado en la ayuda y lo mejor es repartirnos un poco porque esto nos permite hacerlo de forma intensa y que luego nos releve otro equipo», sostiene Llorens.Además, el jefe accidental de los bomberos de la capital incide en que «no debemos olvidar nuestras obligaciones ordinarias en el Parque de Bomberos y la atención a la provincia cuando se nos requiere».

A pesar de la dureza de las condiciones de trabajo, rodeados de agua, barro y dolor, los bomberos conquenses se entregan al máximo en su labor. «Estamos satisfechos con el trabajo, vemos en la población el signo de cariño que demuestran y lo agradecemos», subraya Llorens, que a primera hora de la tarde ayer emprendió viaje de regreso con sus cuatro compañeros a la capital.

Precisamente, la actividad ayer en el Parque de Bomberos de Cuenca era intensa porque otros cinco efectivos ultimaban los detalles antes de partir a Sedaví para dar relevo a los compañeros a las 24 horas.

«Nadie esperaba que pudiera pasar». Eugenio Hernández, cabo de bomberos del Parque de Cuenca, estaba de guardia y ayudaba a sus compañeros a preparar el equipo con todo lo necesario para actuar en el aparcamiento público. Este bombero conoce bien la zona arrasada por la DANA porque vivió veinte años en la pedanía valenciana de La Torre, cercana a la zona cero. Desde que la riada devastó la zona se ha prestado a ayudar como voluntario, siempre que sus obligaciones en el Parque de Bomberos de Cuenca se lo permitan. 

Tiene la intención de regresar hoy a Sedaví. Ya ha estado sobre el terreno y ha visto los efectos devastadores de la riada. «Para mí, ver todo ese caos es difícil de asimilar y la sensación es como si hubiera pasado un tsunami», explica Hernández. No es para menos. La descripción que hace desvela la magnitud de la tragedia, «porque ves todo a oscuras, muebles y escombros en las calles, vehículos apilados y atravesados en las medianas… Es algo que ni yo ni ningún vecino se podía esperar que pudiera llegar a pasar».

Cada dotación conquense que trabaja en Sedaví está formada por un mando y cuatro efectivos, con un vehículo autobomba y un vehículo de apoyo con equipos de achique de agua, material de rescate, movilización de cargas, etc.