Es evidente que cuando el taranconero, capitán de la Guardia de Corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, se casó con la reina regente María Cristina, no sólo se convirtió en su esposo sino que también adquirió por obra y gracia de su regio matrimonio los poderes e influencia que la reina gobernadora de España tenía.
El taranconero, como es lógico, cambió de alguna manera su personalidad, transformando su cultura e ideología al entrar en contacto con una sociedad y realidad que hasta entonces no había conocido, integrándose y aprendiendo a moverse en su nueva posición de forma muy rápida e inteligente. En 1848, Fernando Muñoz fue nombrado –con alguna reticencia– presidente del Liceo Artístico y Literario de Madrid, una institución creada para el fomento y la prosperidad de las Bellas Artes, en donde se impartían conferencias, exposiciones, publicaciones.
El duque de Riánsares se puso manos a la obra y enseguida comenzó a conocer músicos, escritores, artistas, pintores…, para así poder dar contenido y actividad a la institución por él presidida, además de aceptar varias peticiones relacionadas con las artes y la cultura. Una fue el mecenazgo que aplicó sobre un joven escultor italiano a petición del duque de Rivas y la otra, a petición del ministro de Fomento, Esteban Collantes, sobre la participación de España en la Exposición Universal de París de 1855, donde la Bellas Artes tuvieron una importante presencia.
coleccionista de arte. Según ha explicado el historiador Pedro Martínez Plaza, el duque de Riánsares y varios de sus hermanos fueron en realidad verdaderos coleccionistas de arte, no sólo por el placer de poseer cuadros de gran calidad pictórica, sino también por el valor económico de las mismas.
Fernando Muñoz, inteligente y sagaz hombre de negocios, adquirió muchas y muy buenas 'piezas' pictóricas y escultóricas, gran parte de ellas fuera de España. Para ello aprovechó su relación con varios diplomáticos y las embajadas españolas. Ejemplo de ello sería el encargo que le hizo al cónsul Antonio Bernal para adquirir un grupo escultórico, Céfalo y Procris, realizado por Rinaldo Rinaldi, ubicado en Roma; la petición de la reina regente al duque de Rivas para conseguir unas obras en Nápoles o el encargo a su amigo el duque de Osuna y embajador en San Petersburgo para comprar varios cuadros de altísima calidad y precio.
mecenas de españoles. El duque tuvo también una fuerte relación con los 'Madrazos' ya que su esposa había escogido a José Madrazo como maestro de pintura, al que pidió varios murales y retratos familiares. Muñoz aprendió mucho con ellos sobre arte y precios, ya que los Madrazo tenían muy buena pinacoteca propia y de otros autores, además de conocer el mundo del arte a la perfección, recibiendo asesoramiento artístico a la hora de incorporar y adquirir obras artística de valor.
Mariano Fortuny fue otro de los pintores españoles que de la mano de Madrazo contactaron con el taranconero, recibiendo la ayuda económica que necesitaba para seguir con sus estudios de pintura en Roma además de ser contratado para pintar los techos de un palacete parisino. Dos importantes arquitectos españoles que también entraron en la órbita de los monarcas mecenas fueron Alejandro Sureda (el encargado por la española Eugenia de Montijo para restaurar el Castillo de Belmonte en la segunda mitad del siglo XIX) que trabajaría en la construcción del palacio parisino de Malmaison y Narciso Pascual de Colomer, arquitecto al que se le encargó construir un palacio con jardines y un panteón en las tierras que el duque taranconero compró en subasta después de la famosa Desamortización de Mendizábal.
Estas tierras estaban en el entorno de la ermita de la Virgen de Riánsares. De Colomer, además de varios negocios ferroviarios que proporcionaron pingües beneficios, fue el encargado por el duque de Riánsares de la construcción de un palacio en el centro de Tarancón, que en la actualidad es la Casa Consistorial de la localidad.
Fernando Muñoz nunca dejó de comprar arte, tanto cuando residía en Madrid como cuando se exilió junto a su esposa en varias ocasiones a París, donde en una ocasión le compró varios cuadro a Ramón de Parada, de las que dos óleos estaban vinculados a su tierra natal San Víctor y Santa Corona.