Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Un rey como contrapunto

19/06/2024

Cuando Felipe VI tomo posesión de la Corona se comprometió a impulsar una «monarquía renovada para un tiempo nuevo». Desde luego, a la altura de 2014 ya se vislumbraban los mimbres del tiempo convulso en el que estamos: un tiempo nuevo y también incierto, lleno de recovecos y de amenazas, tiempo propicio para oportunistas y aprovechados, tiempo también propicio para tirar por la borda lo conseguido durante las últimas décadas. Hoy, si el tiempo ya no es nuevo sí que lo sigue siendo incierto, el final continúa sin atisbarse. 
Cuando Felipe VI llegó a la jefatura del Estado, un tal Pedro Sánchez comenzaba a apuntar como nuevo líder del PSOE. Después, la defenestración por parte de sus propios compañeros en aquel Comité Federal para la historia, y la vuelta al liderazgo socialista tras unas primarias en las que se salió con la suya. No es exagerado decir que Felipe VI y Pedro Sánchez pasarán a la historia como las dos personas determinantes en este tiempo convulso que hemos vivido en los últimos diez años. Felipe VI tuvo su bautismo de fuego en 2017, tras los sucesos protagonizados por el independentismo catalán. Su intervención televisada en defensa de la unidad constitucional del país marcaron un antes y un después en su reinado, una intervención escrupulosamente ajustada a Derecho en el marco de las prerrogativas concedidas al monarca en la Constitución. Felipe VI demostró aquel día que quería reinar dentro de lo que puede y debe hacer un Jefe de Estado cuyo papel es simbólico y de arbitraje, pero que debe encarnar las exigencias de la soberanía nacional en momentos de máxima gravedad como aquel. Por su parte, Pedro Sánchez marcará su impronta en la historia de España por una acción legislativa derivada de aquellos hechos: la amnistía a los causantes de la ilegalidad, el borrado total del delito a cambio de los siete votos que necesitaba para ser de nuevo investido presidente. Entre el discurso serio y grave de Felipe VI y la acción de Pedro Sánchez han pasado casi siete años. Si marcamos estos dos hechos como fundamentales para entender los últimos años, veremos como España y el Estado que la representa  ha dejado sus niveles de coherencia interna bajo mínimos.
Por lo demás, el rey Felipe VI,  el menos Borbón de todos los reyes que se puedan recordar a un primer golpe de vista, tiene la obligación de la ejemplaridad moral si quiere que la Corona sigua en píe. Él no se puede permitir de ninguna manera los desajustes de su padre, un auténtico claroscuro en la historia moderna de España. Felipe VI tiene que reinar en un país donde el sueño republicano  termina convirtiéndose en pesadilla pero que siempre está presente como posibilidad de un futuro mejor, también ahora en unas nuevas generaciones a las que les cuesta entender  que la jefatura del Estado sea algo hereditario y no sujeto a la voluntad periódica de los españoles.  En este debate, lo determinante no es tanto monarquía o república sino qué monarquía o qué república, y, hoy por hoy, no habría en España un presidente de la República mejor que  Felipe VI;  sin duda, un hombre ponderado y culto, respetuoso y no sectario, patriota al tiempo que conocedor de la realidad diversa de España.
Con todo, y pesar de que lo más estable de los últimos diez años ha sido la propia ejecutoria de Felipe VI (porque todo lo demás ha sido un continuo caminar sobre arenas movedizas), un rey que es un auténtico contrapunto a todo lo que nos rodea, el futuro de la monarquía en España sigue siendo incierto si bien  la heredera  Leonor apunta a ser una mujer absolutamente comprometida con la ejemplaridad moral de su padre. La monarquía no se puede permitir ningún fallo, lo sabe Felipe VI y todos los que, desde el lado contrario, están esperando ese fallo para lanzarse sobre la presa anhelada y entablar las eternas discusiones españolas sobre republiquitas federales, plurinacionales y sentimentales, porque lo cierto es que en España la idea republicana siempre ha derivado más hacia esos territorios que hacia la instauración de una república que pudiera estar acorde con la importancia de nuestra historia. De ahí que Ortega y Gasset, tras la deriva de la Segunda República, que él en principio acogió con entusiasmo, proclamara aquello de «no es esto, no es esto». Felipe VI cumple diez años, un primer balance, al menos su reinando ya no será breve, pero que sea el de la consolidación de la España exitosa  de la era moderna es algo que ya no depende de él, por más que él ponga lo mejor de su parte.
Felipe VI demostró en 2017 con los sucesos de Cataluña que en España hoy no habría un presidente dela República mejor que él.