Max Kuehne, de Estados Unidos a Cuenca

Óscar Martínez Pérez
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Max Kuehne, de Estados Unidos a Cuenca

Max Kuehne fue un pintor muy polifacético nacido alemán, que en su adolescencia emigró a los Estados Unidos, donde decidió estudiar arte en la escuela de William Merritt Chase de Nueva York. Con el tiempo y los viajes, se convirtió en un profundo y variado pintor cuyo estilo y técnica pictórica fue más allá del esteticismo y del realismo más virtuoso.

La pintura y los dibujos de Kuehne muestran figuras y formas volumétricas inspiradas probablemente en el renacimiento itálico. El pintor estadounidense, además de compartir enseñanzas y conocimientos con muchos artistas y profesores norteamericanos como Chase, Miller o Robert Henri, viajó a Europa para conocer de primera mano sus museos y empaparse de ellos y de las técnicas de los viejos maestros de la historia del arte.

En 1911, Kuehne regresó a Nueva York para abrir estudio, donde realizó una pintura calificada como un tanto oscura; pero después de viajar a Gloucester en verano su estilo se convirtió, en palabras del crítico Gallatin, en una experiencia donde «realizó algunos de sus cuadros más logrados, cuadros llenos de luz solar... que revelaban el hecho de que se estaba convirtiendo en un colorista de considerable distinción». 

Kuehne parece ser que viajó a Madrid en el año 1900 y se formó en años sucesivos en la capital de España. Pero lo que sí es seguro que Max Kuehne se mudó a España y se enamoró de su paisaje y su cultura hacia el año 1914, cuando llega a la ciudad de Granada, que durante varios años se convirtió en su hogar. Max Kuehne, ya en España, realizó muchos viajes por nuestra geografía de la mano de su amigo y también pintor Ernest Lawson. No sólo recorrieron Granada con la luz de sus soleados cielos y su maravillosa arquitectura, sino también Segovia, Ávila, Gerona, Mallorca, Toledo y otras ciudades hispanas que pintó y dibujó en treinta pequeños paneles de fácil transporte, que en los años veinte fueron adquiridos por el gran coleccionista y amante de todo lo español e hispánico Archer Huntington, siendo los marcos originales de las obras pictóricas fabricados por el mismo Kuehne, que destacó también por sus artesanías, muebles, grabados, etc. 

Pintura y dibujos de Cuenca. El pintor estadounidense estuvo en varias épocas y temporadas en España. Llegó en 1914 y se marchó en 1917 teniendo su estudio en la ciudad de Granada y su trabajo en Segovia. Posteriormente volvió a España en el mes de julio de 1920, para después de dos años, en 1922, visitar de nuevo nuestro país hasta su marcha a París en 1923.

La visita del pintor estadounidense a Cuenca no está clara. La única reseña fiable es la datación de los dibujos, grabados y lienzos que pintó y dibujo en nuestra ciudad. En 1915, un año después de su llegada a Granada, firma un espectacular dibujo realizado a lápiz en Cuenca en donde, como dejó escrito uno de sus muchos colegas pintores estadounidenses, «Kuehne vivió y trabajó en España creando muchos paisajes y escenas arquitectónicas, incluida esta vista ribereña de la ciudad de Cuenca», que en realidad es una vista de Cuenca con el puente de la Trinidad sobre el Júcar y el caserío de la Cuenca alta como fondo. Otro de los dibujos a lápiz que el germano americano realizó de Cuenca lleva por título Spanish tenements, españolizando el título sería Casas/viviendas españolas, donde con gran detalle y maestría dibuja el barrio de San Martín y los tejados de las casas. 

De los años veinte del siglo pasado y también de gran resolución realista y de un consumado maestro del dibujo destaca The Old Town (La ciudad vieja), donde refleja desde la Hoz del Júcar todo el roquedal y sus edificaciones. Del mismo año es el dibujo a lápiz titulado The Archway, Cuenca, dibujo que representa con un trazo fino y a la vez profundo la puerta de San Juan con una vista desde el arco que enmarca la puerta y el paisaje al fondo de la Hoz del Júcar con la iglesia de San Miguel en primer plano.

Finalmente, el único lienzo al óleo que hemos podido localizar de los varios que pintó es un soberbio, aunque pequeño cuadro, de la que hoy denominamos Puerta de Valencia, en donde Max despliega su color en las edificaciones y sobre el convento de las Concepcionistas bajo un cielo azul claro, muy característico en todos los americanos que vinieron y pintaron Castilla, por su luz, arquitectura, paisaje, tipos humanos y, también, por qué no decirlo, como en el caso de Max, por lo barata que era España en aquellos años.