Editorial

El curso político ha echado a andar con toda su fuerza

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El curso político ha echado a andar con toda su fuerza... si es que ha dejado de perderla en uno de los veranos más convulsos que se recuerdan de los últimos años. Con más o menos intensidad y público, este 24-25 ha comenzado por todo lo alto, con dimes y diretes de todo tipo. Los ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas –hiperactivas en los últimos años a cuenta de las tensiones entre partidos– y el mismo Gobierno central se desperezan del ralentí estival con importantes cuestiones en la agenda, algunas postergadas sin disimulo y otras de nueva generación. La gobernabilidad a nivel nacional y el prisma propio en Cataluña son dos grandes cismas abiertos.

La gestión de proximidad no sólo es la que se juzga con un mayor conocimiento de causa, es también la que con más facilidad rompe el cascarón ideológico de los ciudadanos a la hora de hacer balance. La afinidad política influye siempre, pero en la distancia corta no es un muro infranqueable. Por eso hay que presentar balances de gestión aseados cuando, antes de lo que parece, regresen las campañas en las que algunos se juegan toda su existencia laboral.

El primer año de la legislatura municipal ha transcurrido en los municipios de mayor población como un periodo de adaptación a las nuevas realidades. En la mayoría de capitales hubo cambio de siglas y de poder. Con todo, el periodo de cargar culpas sobre la herencia recibida ya pasó. Los dirigentes de las principales ciudades y poblaciones del país tienen la obligación de rendir cuentas sobre una gestión eficaz que ayude al progreso de los territorios y las personas. Y la ciudadanía debe ser muy exigente fiscalizando la labor de quienes han pedido estar ahí y además lo han convertido en su carrera profesional. El tiempo de las palabras pasó, toca ofrecer realidades.

Es interesante también el horizonte que se abre en casi todas las comunidades autónomas, una parte de ellas gobernadas por el Partido Popular en minoría, tras la afrenta de Vox que dinamitó los pactos sellados al calor de los votos del 28 de mayo del año pasado. En este ámbito, las diferencias en políticas migratorias, entre algunas otras, evidencian unas grietas ideológicas que pasan factura. Los populares deben demostrar ahora que pueden gobernar por sí solos y con la amenaza constante de los voxistas. Si la legislatura entra en una zona fangosa que es muy predecible, los calendarios electorales pueden empezar a echar humo. La situación es así de drástica en infinidad de territorios así que lo que parecía que iba a ser un curso político más puede convertirse en una reacción en cadena que no sorprenderá a todos preparados por igual.