Aprender un nuevo idioma siempre es un reto mayúsculo, aunque hay personas que tienen más facilidades que otras. El gran secreto es ponerle «muchas ganas»por adquirir vocabulario, practicar el habla a menudo o directamente ambas cosas. Y esa es la actitud que tiene un grupo de inmigrantes en el curso de lengua castellana para extranjeros que se imparte de manera entretenida en el Centro de Educación Para Adultos (CEPA) Lucas Aguirre de la capital.
El objetivo de los estudiantes es conocer el castellano cuanto antes para tener mimbres suficientes como para desenvolverse en cada situación social. El docente de esta formación, Poli Ruiz, explica que a los alumnos «les intentamos enseñar lo más básico para que puedan defenderse en cualquier ámbito, especialmente en el trabajo o en el día a día». Aprender un nuevo idioma «siempre es complicado» pero, poco a poco, se «obtienen resultados». Lo más importante es la predisposición y todos los que ocupan pupitre «la tienen». Hasta el punto de que se «esfuerzan mucho, intentan hablarlo o escribirlo, que no es nada sencillo para personas que nunca han escuchado el castellano».
En la clase nunca pierden la sonrisa, pese a que en ciertos momentos no saben si se dirigen a ellos o están formulando una pregunta retórica. Es difícil la comunicación entre docente y alumno, pero en el aula «terminamos entendiéndonos», gracias además a una pantalla interactiva que permite una comunicación fluida con herramientas digitales de traducción. También es cierto que es un poco más fácil si uno de los estudiantes tiene algunas nociones e incluso emerge como traductor. Djato Fatti, natural de Guinea Bissau, es el más adelantado. Este joven inmigrante explica que el castellano «cuesta, aunque con práctica todo es posible». Tiene claro que es fundamental aprenderlo para tener más oportunidades en el futuro. No es capaz de hablarlo fluido, pero «está muy bien para los pocos meses que lleva aquí», recalca el profesor. Djato Fatti incide en que «utilizo las palabras claves y más necesarias».
Más complicaciones tienen Pate Ka o Bidiougou Traoré, procedentes de Senegal y Mali, respectivamente. El primero de ellos se esfuerza para entenderlo, aunque prefiere «escribirlo». Por su parte, Traoré asegura que le gusta «mucho el castellano» e incluso afirma que «quiero aprender mucho». El nivel es cada vez mejor y en cada clase «notamos una mejora considerable», destaca el profesor.
Poli Ruiz detalla que las clases se enfocan en «conocer objetos, expresiones o términos importantes que pueden necesitar el día de mañana a la hora de encontrar trabajo». Y es que todos los alumnos vienen a España dejando atrás una vida y un ejercicio profesional que ejercían en sus países de procedencia. Unos son pescadores, otros mecánicos o empleados de fábrica de elaboración de jabón. El docente del curso ayuda a los inmigrantes a hacerles «un curriculum vitae».
Limitaciones. El profesor de lengua castellana para extranjeros explica que «las limitaciones son a la hora de expresas ideas más abstractas» y desvela que el principal problema es «la dificultad que tiene para decir la letra c en cualquier tipo de palabra, porque ellos la pronuncian como si fuera una s».
El hándicap es que este grupo de inmigrantes, algunos de ellos refugiados, tan solo permanecerá en la capital unos meses y partirá después a diferentes destinos de España o de Europa. Ahora son acogidos por la Asociación Católica Española de Inmigrantes (Aceem), quienes les proporciona estancia en la capital por un tiempo y en este caso también material escolar. También reciben «bolígrafos, documentos, folios y temario» del Centro de Educación Para Adultos (CEPA) Lucas Aguirre para que puedan practicar y trabajar tanto en clase como fuera de ella.
Los alumnos cursan ocho horas a la semana, con un horario de lunes y martes de 9,30 a 11,30 horas, los miércoles y jueves de 18 a 19,30 horas, y los viernes de 10 a 11 horas. No pueden faltar a clase y de hecho hay un contacto director y constante entre Aceem y el CEPA Lucas Aguirre para que nadie falte a la hora de pasar lista.
En esta etapa de sus vidas, este grupo de inmigrantes, al igual que los que vendrán periódicamente, aprovecha cada día de su estancia en Cuenca para aprender al máximo el castellano con el objetivo de despejar su futuro o tener más facilidades el día de mañana lejos de su lugar de origen.