El 'asesino' del 'ADN Barça'

Diego Izco (SPC)
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Flick ha logrado un pleno de puntos con el Barcelona en las primeras cuatro jornadas de LaLiga.

Hansi Flick está en la banda como el tipo que espera en la calle sin prisa ni destino fijo ni un móvil en la mano. Mira y observa. Pertenece a la escuela hierática, la que considera que su trabajo está hecho antes de que el árbitro pite el inicio del partido. Y si debe corregir algo porque lo planeado se torció, lo hace sin aspavientos, con la calma, sí, del tipo que espera en la calle. 

En este sentido, el de ser un 'observador' antes que un 'interventor', el de ser un estudioso de la segunda fila antes que un protagonista frente a los focos, ha roto radicalmente con la apuesta más histriónica y nerviosa de Xavi: a fuerza de sentir 'demasiado', el profesor Hernández no logró transmitir la tranquilidad que la situación requería. Flick, serio y sosegado, se aleja radicalmente del estilo de su predecesor. 

De entrada, él fue el 'asesino' del apellido «irrenunciable» asociado al 'ADN Barça'. Hansi dirigía con la misma serenidad asesina a aquel Bayern del 2-8 de Lisboa sobre un Barcelona esclavo de su estilo mientras el fútbol volaba hacia otra dimensión más física, más vertical y más fiera. Exactamente lo que el técnico de Heildelberg está intentando (y consiguiendo) ahora de azulgrana. 

Trayectoria

Para llegar a ese cuatro de cuatro insospechado, teniendo en cuenta la cantidad de bajas y la mediocre planificación estival de un club ahogado por una paupérrima situación financiera, Flick vivió una carrera de consideración media-alta como futbolista: un centrocampista que solo jugó ocho años (terminó desencantado con el propio juego), pero en ellos se encerraron 104 partidos con el Bayern de Múnich (cinco goles), con el que jugaría una veintena de duelos en la Copa de Europa. Tras debutar en 1984, colgó las botas el 19 de septiembre de 1992.  

Él prefería ver el fútbol sobre un tablero, sin ser 'una pieza' sino quien las moviera… o, es más, quien asesorase directamente al encargado de moverlas. Pronto (2006) se encontraba en un despacho de la Federación Alemana susurrando al oído de Joachim Löw, el entrenador que estuvo 18 años en el cargo y que en 2014 levantó el título de campeón del mundo con su amigo Hansi a su sombra. Ambos estaban convencidos de que la España 08/12 había trazado una nueva vía en el 'planeta-fútbol', de que la tradición germana (llamémosla 'tradición', llamémosla 'competitividad extrema') ayudaría a encajar el nuevo estilo y de que el fútbol mundial pronto intentaría encontrar antídotos contra esa novedosa forma de jugar que algunos habían bautizado como 'tiqui-taca': preparación física obsesiva y presión hasta ahogar al rival. 

De esa mezcla nació aquel Bayern feroz del triplete en la 19/20, ya cuando susurraba a otro oído, el de Niko Kovac. El croata no lograba encajar sus conceptos y fue despedido en noviembre de 2019, y, de repente, Hansi Flick, secundario de lujo, daba el paso hacia la primera línea. Su 'milagro' fue enganchar de la solapa a un equipo hundido y hacerle ganar absolutamente todo (añadió las dos Supercopas y el Mundial a la 'triple corona') con esa fórmula que fue tejiendo desde la Federación y que hoy intenta aplicar en el Barcelona. 

De momento, se ha ganado a la afición culé con trabajo y victorias. «Aún nos falta mejorar mucho, pero si vas ganando mientras esas mejoras no llegan, mucho mejor», reflexionaba en la tercera jornada, antesala del 7-0 que ha puesto al equipo en el mapa de un favoritismo con el que nadie contaba. El público coreó en Montjuic el nombre del tipo que, hace cuatro años y medio, dio una puñalada letal (quién sabe si necesaria) a un concepto que parecía sagrado.