El coste de la vida en 20 años

J.L.E.
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Así cambió el precio de los productos desde 2004, cuando un periódico costaba un euro, un móvil 60 y menos de cinco una entrada de cine

El coste de la vida en 20 años

Dice el tango Volver que 'veinte años no es nada' y si se echa la vista atrás puede que hasta sea cierto. Todo es cuestión desde el punto de vista con el que se miren dos décadas cargadas de acontecimientos. Son veinte años que han pasado volando y que, efectivamente, son un insignificante periodo de tiempo en los 4.600 millones de años que tiene el planeta Tierra. Pero el progreso y la innovación durante los últimos 20 años han cambiado el mundo de una manera profunda que afecta a nuestro día a día, y también a los bolsillos porque la vida es mucho más cara. 

Al igual que sucede en este año, 2004 también fue bisiesto. José Luis Rodríguez Zapatero era presidente del Gobierno de España, y al frente del Ejecutivo regional estaba José María Barreda, que tomó posesión del cargo a finales de abril. La fotografía de los grandes líderes del mundo en nada se parece a la de hoy, donde en el tablero de la geopolítica hay conflictos muy sensibles un mundo globalizado que arrastra la secuelas de la pandemia de 2020.

Una de las repercusiones de tanto cambio tiene que ver con el coste de la vida, porque en estas dos décadas los precios no han dejado de subir. Además, los últimos meses, con el precio disparado de la botella de aceite de oliva, hacen más mella en los bolsillos de los consumidores. De hecho, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la vida en Cuenca se ha encarecido en casi un 50 por ciento, más aún en lo relativo a la factura de la compra de alimentos, que hoy es un 65 por ciento más caros que hace dos décadas.

Mientras que los precios suben así a lo ancho y largo de la geografía conquense, los salarios no lo hacen en la misma proporción. Según el informe Mercado de trabajo y pensiones en las fuentes tributarias, que actualiza cada año la Agencia Tributaria, el sueldo medio de los 80.654 trabajadores conquenses en 2022, último ejercicio del que hay datos, alcanzó los 18.728 euros brutos anuales, 6.369 más que los 12.359 euros del 2003.

Según el INE, el Producto Interior Bruto a precios de mercado de la provincia ascendió en el año 2021 a 4.594 millones de euros, por encima de los 3.229 millones de 2004. La estimación provisional para 2021 del PIB per cápita de la provincia de Cuenca ascendió a 23.383 euros, mientras que hace dos décadas era de 15.848 euros. Es decir que la riqueza que se produce por habitante no crece al mismo ritmo que los precios.

De ayer a hoy. Una mirada atrás permite esclarecer lo que significa la inflación, que se puede resumir en que a principios del siglo 21 lo que se compraba con 50 euros, por ejemplo, ahora es imposible. Además, en aquellos años, lo que daba el valor de los productos para mucha gente todavía eran las pesetas, de las que los españoles nos despedimos el 1 de enero de 2022 para dar la bienvenida al euro. 

En 2004, los dos teléfonos móviles más populares eran el icónico  Nokia 3310 y el Motorola Razr V3, pero ni su tecnología ni sus capacidades tienen nada que ver con los actuales. Un móvil de última generación costaba 60 euros en 2004 y hoy un iPhone supera de largo los 1.000 euros. El Citroën C4 fue el coche del año y su precio medio rondaba los 11.000 euros; hoy no baja de los 20.000 euros.

Un menú del día está ahora en unos trece euros cuando hace veinte años comer en un restaurante un primero, un segundo y postre o café, a elegir, estaba por debajo de los seis euros. Para los aficionados a la comida rápida comer solo una hamburguesa, sin menú, costaba un euro y ahora casi dos euros. El precio del periódico era de un euro; un televisor de 28 pulgadas, con teletexto y estéreo, 299 euros; una bandeja de langostino cocido de 300 gramos costaba 1,97 euros y 0,66 euros una bolsa de manzana Golden de un kilo. Una entrada de cine valía 4,80 euros y ver en la actualidad una película en Cuenca roza los siete euros. 

La lista de productos es interminable y si se comparan los precios de entonces y los de hoy, la conclusión es de perogrulllo: todo es más caro. Aunque veinte años no es nada, para los bolsillos lo son.