Pueblos de la celtiberia que por aquí anduvieron y luego, romanos, que dominaron la zona, explotaron la riqueza geológica de estos montes. Esa y no otra razón, va a determinar que Cueva del Hierro, como topónimo de uso, fuera una de las minas más importantes de toda la Meseta castellana y como tal, aprovechada al máximo en todos sus recursos mineros. Este lugar, enclavado en las inmediaciones del Alto Tajo, parque Natural de extraordinaria belleza, se alza entre las vegas de los ríos Guadiela y Tajo, formando un enclave geológico de importante producción minera, explotada primero por los romanos, luego en el medievo para las ferrerías o molinos de agua, para más tarde recrearse en los altos hornos de una siderurgia moderna. La necesidad de uso para forjados y elaboración de herramientas necesarias para la producción agrícola y minera del lapis specularis, hizo que durante el siglo I y II después de Cristo, los romanos la explotasen al máximo. Su abastecimiento para las grandes poblaciones de Segóbriga y Ercávica determinó su constante producción, siendo escala de una vía secundaria de la calzada de Cartago Nova a Cesaraugusta, aquella que cruzaba desde Egelasta, Valeria, Segóbriga, Peña de Escrito y Molina de Aragón. Durante el medievo siguió la explotación para abastecer a las ferrerías situadas en el río Tajo y Guadiela, tales como la Herrería de Santa Cristina, la del Tobar y Vega del Codorno en el río Cuervo, el Martinete en el Tajo y los Chorros en Huélamo, cuya producción venía demandada por las constantes construcciones de iglesias, conventos, monasterios y catedrales, que necesitaban la fabricación de buena rejería para el uso de exteriores y también interiores. El uso de este mineral, utilizado después de un complejo proceso gracias al sistema del carboneo que determinaba ese carbón vegetal, abundante en gran parte, por las grandes masas de pinar de la Sierra perteneciente al alfoz de la Cuenca reconquistada, generó un núcleo poblacional de importante interés. Este lugar pertenecería a la llamada Tierra de Beteta, feudo o señorío de los Albornoz, en constante enfrentamiento con el Señorío de Molina de Aragón. En el siglo XVI se construye su iglesia dedicada a la advocación de la Inmaculada, pequeña de una sola nave y con una espadaña que tiene dos pináculos laterales. Los montes de Dehesa de Molinillos con abundantes pinos laricius y quercus fagina, así como los de Solana de San Antón, abastecen a la población. El caserío de construcción pobre, cuya finalidad sirvió en principio para albergar a los trabajadores de la citada explotación minera. Después de su etapa de formación en época moderna con crecimiento demográfico, se llega, ya en los tiempos contemporáneos, a ser una explotación de los marqueses de Urquijo, construyendo en el paraje de los Hornos en la jurisdicción de Beteta, uno dedicado al uso siderúrgico de uso hasta los años setenta, en que dejaría de utilizarse. Ahora, es una población enfocada al turismo, con un caserío remozado, una adecuada y bella estructura hacia la apuesta turística, con explotación por medio de visitas culturales con un centro de interpretación, museo y visita guíada de la mina. Los habitantes, generosos y hospitalarios. Este lugar, al igual que toda la comarca, es tierra maravillosa, no solo por las fabulosas simas que por allí se encuentran, sino por el paisaje, sus prados, sus aguas y sobre todo, sus gentes, esas que cuando llegas, te ofrecen la mejor hospitalidad.