Las fiestas de San Julián a principios del siglo XX

Antonio Rodríguez
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La víspera de la festividad del apóstol Santiago de 1901 tuvo lugar una reunión para exponer y plantear el programa de las fiestas patronales

Las fiestas de San Julián a principios del siglo XX

Las fiestas de San Julián se celebran en la ciudad de Cuenca desde hace siglos en honor a quien fue el segundo obispo de la Diócesis durante diez años (1198-1208), Julián ben Tauro mozárabe toledano –se llamaba mozárabe al cristiano que vivía en territorio musulmán–. «El obispo limosnero» o también llamado «padre de los pobres» sucedía a Juan Yañez, como máxima autoridad eclesiástica en la Diócesis, creada el 1 de junio de 1182 por bula del Papa Lucio III, que había sido elegido en septiembre del año anterior sucesor de San Pedro en el gobierno universal de la Iglesia.

Ambos obispos, antes de ocupar la silla episcopal conquense, fueron arcedianos de Calatrava, cargo de gran importancia y responsabilidad en el cabildo toledano. Se decía «ojo derecho del prelado». Fue el siglo XVI el de mayor grandeza e importancia sobre el culto y actos en honor del santo patrón, según los historiadores, que se apartan del propósito de este artículo, mucho más modesto y sencillo. Durante tan amplio recorrido a través del tiempo es lógico que haya habido años de gran esplendor festivo, otros de menor entidad e incluso algún año sin celebración con ausencia de alegría compartida, diversión, reencuentro de familiares y amigos que las fiestas proporcionan en esa pausa del día a día.

Se ha escrito abundantemente sobre las fiestas patronales especialmente sobre aquellas más dignas de interés con mayor repercusión religiosa o profana, pero hay otras más sencillas y menos conocidas que pueden dejarnos alguna enseñanza y, de esa forma, entender mejor y comprender algún dato histórico o curiosidades sobre el pasado de Cuenca. Ésta ha sido la razón que mueve a escribir estas líneas.

Las fiestas de San Julián a principios del siglo XXLas fiestas de San Julián a principios del siglo XX¿Cómo fueron las fiestas de San Julián a principios del siglo XX? La víspera de la festividad del apóstol Santiago del año 1901 se celebró en las Salas Consistoriales de la capital una reunión para exponer y plantear el programa de las fiestas patronales a celebrar el primer año del siglo XX, convocada y presidida por el alcalde Arturo Ballesteros Rubio con asistencia de los miembros de la Comisión de Festejos, encargada de elaborar el programa. Sus miembros, junto al alcalde, eran los concejales Antonio Muñoz, José Gómez Madina y Basiliso López Cavero, que había sido alcalde a finales del siglo XIX, cargo que dejaría por enfermedad en 1899. Un periódico de la época señaló meses después del hundimiento de la Torre de las Campanas (o del Giraldo) de la Catedral su importante esfuerzo en el rescate de los niños: «Se ve siempre en los sitios de mayor peligro».

Comenzada la reunión con la exposición del alcalde sobre el asunto de la convocatoria intervino inmediatamente Antonio Muñoz, concejal y procurador síndico, como servidor público encargado de impulsar los intereses de Cuenca, defender los derechos de los vecinos y dar cuenta de las quejas y agravios. En su intervención comenzó protestando por «aquellos festejos que no aprueba por suponer gastos y no hallarse el municipio en circunstancias ni menos con recursos para gastos en lo superfluo». Juicio y valoración que fue rebatido y rechazado por considerar la Comisión que estaba nombrada para realizar un programa y no para autorizarlos y además ya el Ayuntamiento había aprobado la realización de las fiestas.

Días después, el Ayuntamiento aprobada por mayoría conceder 3.000 pesetas destinadas a sufragar los festejos de San Julián, incluidas las corridas de vacas enmaromadas, ésta vez con la oposición y queja del concejal Andrés Portero, que consideraba conveniente la supresión ese año de las fiestas por la situación económica del Ayuntamiento, encargado por ley del gobierno y administración de la ciudad, que no tenía dinero para pagar a jornaleros y empleados municipales.

Las fiestas de San Julián a principios del siglo XXLas fiestas de San Julián a principios del siglo XXSegún el Programa Oficial, los días de celebración fueron del 4 al 9 de septiembre de 1901, siendo anunciadas con un repique general de campanas, en señal de fiesta y regocijo, con bailes populares en la Plaza Mayor con actuación de la banda de música, interrumpidos a las ocho de la tarde para dar comienzo a una verbena con iluminación eléctrica. Instalación pública a la que se le daba importancia, si tenemos en cuenta que el alumbrado público se había inaugurado el 1 de abril de 1892, sustituyendo las farolas de petróleo.

No faltaron el primer día de fiestas los fuegos artificiales o pirotécnicos, espectáculo de luz y color, finalizando con una exhibición de 30 vistas de cromo fotografías y elevación de globos grotescos especialmente destinados a entretenimiento de la chiquillería.

El jueves día 5, principal de las fiestas, una gran diana a las seis de la mañana indicaba el principio de los actos con la banda municipal creada a finales del año 1895, dirigida por su primer director Arturo García Agúndez, y la banda provincial, dirigida por el reconocido músico conquense Nicolás Cabañas Palomo, que acompañaban a los gigantes y cabezudos, de gran tradición popular, por las principales calles de Cuenca.

En hora temprana, ocho de la mañana, dio comienzo la solemne función religiosa presidida por el obispo Wenceslao Sanguesa y Guía en la catedral basílica, con asistencia de la Corporación Municipal en pleno. Recordemos que el año 1551 el Papa Julio III había concedido, aceptando la solicitud del cabildo, que el día 5 de septiembre se hiciera Menoría del Santo, igual y con la misma solemnidad que se hacía en la fiesta de enero por ser el noveno mes del año mejor que el primero (cuando falleció San Julián) para las celebraciones y además ese día era feria en Cuenca. Después de la misa solemne se hizo un reparto de limosna a los pobres donada por el obispo Sanguesa.

Organizada por el comercio de la capital, que costeó los gastos, hubo una corrida de toros que comenzó a las cuatro de la tarde en la plaza de La Perdigana, construida por Alfonso Lledó Cañas y la participación de Eusebio Cabañas, en terrenos que eran propiedad de la Casa Nacional de Beneficencia. En su solar, después se construyó el Teatro-Cine Xúcar (actual comercio Mango). Se lidiaron cuatro toros de la ganadería de la viuda de Carlos López Navarro, de Colmenar Viejo (Madrid), con divisa encarnada y amarilla, que fueron lidiados por el torero trianero Quinito (Joaquín Navarro del Castillo), que ese año lidió 27 corridas. 

Después hubo fuegos artificiales en la parte izquierda de la carretera de Valencia (actual calle Fermín Caballero) con las dos bandas de música, la municipal y la provincial. El tercer día de fiesta comenzó también con desfile de gigantes y cabezudos, y cucañas en la Plaza Mayor, la Trinidad y San Francisco.

Eran muy tempraneros los conquenses, en especial para los festejos taurinos, como se demuestra que a las tres de la tarde dio comienzo la primera suelta de tres vacas enmaromadas en la Plaza Mayor, tomadas las precauciones necesarias, ordenadas por el gobernador civil, especialmente cerrando las bocacalles que confluían al recinto y el traslado del ganado que se haría de dos a cuatro de la mañana para evitar aglomeraciones. Hubo iluminación eléctrica, de nuevo, conciertos de música, una banda según el programa en la Plaza de la Trinidad junto al puente de ese nombre, y la otra en la Plaza de San Francisco, al final de la Carretería. El sábado, 7 de septiembre, hubo cucañas en la Plaza de Cánovas (ahora Plaza de la Constitución) y de agua en el paraje conocido como Recreo Peral, donde los ciudadanos podían demostrar su equilibrio, destreza y habilidad ante la mirada alegre del público. Nuevamente, a las tres de la tarde, segunda suelta de vacas enmaromadas, amenizada por la banda municipal, para hacer más entretenido el espectáculo, concluyendo los actos del día con fuegos artificiales en el mismo sitio del día 5. 

Coincidiendo que era domingo, el día 8 hubo función religiosa en el primer templo y principal de la Diócesis y con posterior limosna a los más necesitados en la Plaza Mayor, esta vez con cargo al Ayuntamiento.

No hubo ningún tipo de actos el último día de las fiestas por la mañana. Sí bailes populares a las seis de la tarde y una hora después iluminación eléctrica, acontecimiento al que se dio gran importancia los seis días que duraron las fiestas, que finalizaron con una gran retreta y cabalgata de despedida iniciada en la Plaza Mayor, con un recorrido por las calles Alfonso VIII, Andrés de Cabrera, San Juan, Palafox, Trinidad, Calderón de la Barca, Mariano Catalina (Carretería), Aguirre y 15 de julio (actualmente Las Torres).

El segundo año (1902) del siglo XX hubo un día menos de celebración de las fiestas, y se repitieron actos del año anterior con algunas novedades. Durante las fiestas y todo el mes de septiembre ejerció de alcalde el que era teniente alcalde e impresor de profesión, José Gómez Madina, por licencia solicitada y aceptada al alcalde Ballesteros. Hubo algunos hechos a tener en cuenta: la empresa de ferrocarril hacía rebajas en los trenes a los visitantes y hubo funciones del Circo Ecuestre.

El acto religioso más importante fue el traslado en procesión del arca que contenía el cuerpo del obispo y patrón San Julián e imagen de la Virgen del Sagrario que trajo el rey Alfonso VIII en la conquista de Cuenca, desde la iglesia de la Merced hasta la Catedral. El 18 de abril de 1902 se habían trasladado a la iglesia de la Merced, cinco días después, del hundimiento de la torre del Giraldo en precaución por el peligro que se apreciaba, con riesgo de producirse otra catástrofe. Así lo había acordado el cabido presidido por Jesús Navarro Ortega, a petición del obispo.

Fue una procesión solemne con asistencia de autoridades eclesiásticas y civiles, clero, miembros de la Archicofradía de San Julián y gran número de conquenses. Abrían la procesión cinco batidores de caballería, que cumplían con la misión de encabezar el acto. Un piquete de la guardia civil formaba la columna de honor. Se había decidido el traslado, de nuevo, a la Catedral a la vista del informe realizado por el arquitecto Luis López de Arce. Reciente estaba la declaración de monumento nacional de la Catedral de Cuenca, por Real Orden de 23 de agosto de 1902.

El 8 de septiembre se celebraron los Juegos Florales y el Certamen Literario. Actuó de mantenedor el canónigo magistral Eusebio Hernández Zazo. Se otorgaron 16 premios donados por autoridades, personajes relevantes, colegios oficiales, casinos de Cuenca y la Constancia. Hubo un diploma de honor para el ganador del tema del jurado, que era la «Importancia Militar de Cuenca». 

El obispo San Julián permanece en el sentimiento y recuerdo de gran parte de los conquenses, después de más de 800 siglos que gobernó la Diócesis, su nombre figura en sitios importantes y conocidos de la ciudad.