Es la partida. La auténtica. La mejor de todas. Es difícil encontrar una de igual trascendencia e historia. Al mismo tiempo se juegan muchas de este estilo y todas tienen un denominador común: pasarlo bien. Y es que más que un juego es un pasatiempo y un punto de encuentro social. De hecho, no hay vencedores ni vencidos, porque en realidad ganan todos los que se juntan alrededor de la mesa.
Todos tienen el mismo protagonismo, tanto el que reparte como el que se lleva la última baza, así como los que saben tirar con más o menos certeza y criterio las cartas que esconden entre sus manos. La partida tiene, además, distintas modalidades de juego. Lo más habitual es tirar de la baraja española para jugar a la brisca, pero también se puede barajar al mus, al tute o el cinquillo, entre un sinfín de opciones. Cada uno elige qué reparte. Pero no solo se usan naipes, sino que también puede aparecer encima del tapete las clásicas fichas del dominó. Al fin y al cabo, de lo que se trata es de usar un juego de mesa para pasar el rato en compañía.
En el Centro de Mayores Cuenca I, como así ocurre también en el Cuenca II, es habitual ver las mesas ocupadas de jugadores que tienen un gran entusiasmo por «echar el rato», tal y como indica Fernando Martínez. Este conquense reconoce que le gusta «mucho» repartir las cartas para iniciar la partida de la brisca, que es una modalidad «muy fácil», tanto que «podría jugar cualquier persona con solo unas pequeñas nociones». Pero lo que más desea es «llegar cada día aquí para disfrutar con los amigos y compartir buenos momentos, donde también aprovechamos para hablar de distintos temas». Fernando incide en que «lo más importante de todo es que nos lo pasemos bien y que las horas sean mucho más amenas».
Lo llamativo es que en estos casos nunca se usa el WhatsApp o incluso las llamadas telefónicas para quedar o concretar la partida, ya que «todos sabemos que a partir de las cinco de la tarde estamos aquí, y vamos llegando uno por uno», señala Antonino Ortega. Es decir, cada partida no tiene nunca ni fecha ni hora fija. El único protocolo es «llegar y juntarnos unos pocos para poder jugar, no tiene mucha más historia». Unas veces juegan unos y otras, otros. También es «una oportunidad para no estar solo en casa, ya que aquí podemos estar acompañados», añade Antonino. Pero no solo por la tarde, sino que también por la mañana. Al fin y al cabo, es aprovechar los horarios de los centros para usarlos cuando los propios usuarios lo deseen.
Así, Bienvenido Guijarro y Vicente Jiménez se manifiestan en la misma línea y subrayan que «no se trata de ganar o perder, sino de disfrutar el momento». Sí es cierto que «algunas veces pueden surgir algunos piques cuando estamos jugando, pero enseguida se solucionan y se queda en absolutamente nada». Bienvenido apunta, además, que «mientras otros prefieren ir a un bar, nosotros nos decantamos por estar aquí sentados y jugar juntos». De hecho, ahora, en plena ola de calor, «es la mejor opción porque tenemos el aire acondicionado», subraya Vicente. Y es que cuando las altas temperaturas acechan y apenas dan respiro, «qué mejor que estar bajo techo en un lugar fresco donde nos estamos entreteniendo», añade.
Pero la partida no es un descubrimiento de ahora, sino que se trata de un modo de vida histórico para muchas personas, tanto los que viven en la ciudad como los que residen en el pueblo. Aquí en la capital no solo se juega en estos espacios, sino que hay muchos otros donde, especialmente las personas mayores, pueden entretenerse y pasar sus días, no solo entre semana, sino también durante el fin de semana.