Fresneda de la Sierra: Donde habita la iglesia de San Miguel Arcángel

Miguell Romero
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Los chozos de ganado y San Blas son las señas de identidad de este bonito lugar que fue repoblado por cristianos de Molina de Aragón

Este lugar es, como la mayor parte de todos los que por aquí se pueblan, pequeño, apenas con edificios notables y, aireado por esos vientos de la llamada Sierra de Cuenca, una vez que desciende siguiendo el cauce del Escabas. Pero esta zona que algunos llaman Campisierra por eso de la necesidad de organización territorial, está bien poblada de ese monte carrascal con enebros, sabinas y fresnos, aquel árbol ahora menos abundante, que le diera nombre en tiempo de repoblación cristiana.
Aquí, sin moros, los cristianos de Molina de Aragón, decidieron quedarse para fundar lugar por evitar encontrarse con los predios de la Orden de Santiago que iban recibiendo las buenas tierras manchegas. Fue una buena elección, sin duda, más que nada porque fueron sus primeros habitantes y los que darían lugar a la mayor parte de estas poblaciones dedicadas al pastoreo y a la agricultura no muy selectiva. Sin embargo, algo curioso hay aquí en Fresneda y ese algo es el enorme edificio arruinado que ondea en lo alto del cerrillo que da abrigo al pueblo. Una tremenda iglesia debió de habitar allí, dedicada a San Miguel Arcángel, el santo defensor del ejército cristiano y que, ahora, dormita entre ruinas con algún que otro resto de arcada barroca. Seguramente su abandono se debiera a la mala elección del terreno sobre el que se edificó.
En el siglo XIII este lugar pertenece a la Tierra de Cuenca, como todos los del contorno. En el siglo XVI paga diezmos a la Catedral de Cuenca, tiene prestamera a cobrar por el Colegio de Jesuitas de Cuenca y beneficio curado a la citada catedral. Como se puede apreciar, ésta y su anejo de Castillejo, son explotados por el alfoz conquense. Necesitará, por tanto, un par de siglos para alcanzar la libertad como lugar de realengo pues será en la Escribanía de Granados (1553-11835) cuando se refleja el privilegio de acotar los pastos para ganados y poder adehesar otras tierras. Durante algún tiempo pagará alcabalas a Fernando Vicente de Borja, caballero de la Orden de Santiago, por herencia testamentaria catedralicia.
Me gusta este lugar a pesar de su descuidado caserío. Impresiona a la vista cuando llegas ese gran edificio arruinado, pero aún hay casas que mantienen el sabor popular de antaño en esas construcciones de portada de arco de medio punto, portones, algún tejaroz ya abandonado, ventanucos y el Ayuntamiento, demasiado mal remozado, pues ha perdido aquella identidad que le hiciera ser bello en el siglo XVI cuando se construye. Los chozos de ganado que se mantienen en el término dan la prueba de su dedicación vecinal, luego en la plaza la fuente moderna con toque barroco y el titular San Miguel Arcángel como patrón que celebra fiestas el 29 de septiembre. Sin embargo, la tradición mantiene a San Blas como el celebrado en esa hoguera que arrastra recuerdos de fuerte costumbrismo, intentando que quite o preserve de los dichosos males de garganta.
En el verano, las calderetas, paellas, guisos de la abuela y algún que otro postre, alternan con divertidas pruebas para los niños, alegrando así el dormitar del invierno.