Posee un enorme talento, aunque aún tiene que «aterrizar muchas ideas» que rondan en su cabeza. Desde muy pequeña le ha gustado colorear y pintar, aunque no pudo dar rienda suelta a toda su imaginación en su infancia y tampoco en la adolescencia, pero ahora, a sus 33 años, persigue su gran sueño, que es dedicarse al mundo del arte. Y mira que cuando ocupaba pupitre en clase «ganaba muchos concursos a los que me presentaba».
Diana Ferriz otorga una imagen totalmente renovada a cualquier artículo, especialmente todos aquellos que están elaborados con tela. Con infinidad de colores, un excelente ingenio y mucha dedicación, ha conseguido hacerse un pequeño hueco en el oficio pese a iniciarse con empeño a finales del pasado año.
Personaliza con estilo propio cada artículo que acaba en sus manos. Empezó con «dibujos muy pequeñitos, como un helado o una lata de sardina,» que le permitían inspirarse y sobre todo adquirir «confianza en mí misma». Las felicitaciones por su bello ejercicio y las peticiones por confiar en su trabajo le han empujado a «seguir hacia adelante». De hecho, en poco más de ocho meses ha hecho «una treintena de encargos», dibujando y coloreando zapatillas, bolsas, abanicos, tote bag o chaquetas, entre otros objetos o prendas.
El punto de partida es «elaborar el dibujo con un boceto propio, tanto a mano como de manera digital» y después preguntar al cliente para obtener el visto bueno o corregir pequeños detalles, y así poder continuar con el proceso. El interesado «puede recibir el resultado final de manera digital o plasmarlo en un objeto». Depende de cada uno, y hasta ahora son solo chicas las que han recurrido a su arte, tanto de su entorno como de distintas partes.
Hasta ahora no tiene un nombre artístico, aunque es algo que no le preocupa en exceso. Sí que se le conoce en redes sociales como Minimal Minimus, que parte de la idea de «coger los pequeños males y llevarlos al mínimo, como el estrés, por ejemplo». En redes sociales ha encontrado su gran escaparate para mostrar todo lo que lleva a cabo, y cuenta con una comunidad de seguidores de más de 20.000 personas. Una de las razones de su rápido crecimiento se basa en «publicar vídeos del proceso, tanto de explicar cómo elaboro las cosas como de detallar de dónde viene cada idea y el significado». Uno de sus vídeos alcanza en YouTube más de 2.500.000 visualizaciones. Una barbaridad. Este posicionamiento en estas plataformas «me ha permitido que muchas personas me escriban e incluso muchas empresas me han pedido colaboraciones».
Diana, natural de Villena pero afincada desde hace cuatro años en Cuenca, siempre ha tenido claro que el arte es su gran pasión, aunque no lo terminó de explotar hasta hace unos años. Desde entonces lo tiene claro, tanto que dejó su profesión como ingeniera aeronáutica para dedicarse a lo que más «me llena». Pero ese aprendizaje de la tecnología y un posterior master de diseño interactivo en Australia le ha brindado de dotes para ir más allá y querer forjar una marca propia en el futuro, donde las nuevas tecnologías jugarán un gran papel.
Tecnología y arte como fusión perfecta. Diana Ferriz quiere ir más allá en un futuro y tiene claro que quiere aunar «tecnología y arte» para crear obras totalmente «llamativas». Todavía «tengo que ver la forma y centrar todas las ideas que tengo». Pero, de una u otra forma, en un tiempo, «quiero que las obras que haga, de gran tamaño, puedan tener vida y movimiento, que pueda enganchar a la gente y que les cree mucha curiosidad».