Hay personas que disfrutan con su trabajo porque es su pasión. Una de ellas en Manuel Murgui (Cuenca, 1975), un hombre que vive por y para la música. Desde hace 13 años lleva la batuta como director de la Joven Orquesta de Cuenca (JOC).Además, complementa la dirección de orquesta con la de profesor de la Escuela de Música y Artes Escénicas de Cuenca.Murgui, que también es pianista y compositor, se desenvuelve por la vida como las notas de un pentagrama. Por eso no es de extrañar que tenga muy claro que la música es la disciplina más completa para educar en valores, algo que precisamente es lo que trata de inculcar a los músicos que dirige
La JOC, que cuenta con unos 130 jóvenes músicos con edades comprendidas entre los nueve y 25 años, es uno de los mejores ejemplos de la rica tradición musical de Cuenca. Es una orquesta casi única en España, que acepta a cualquier músico, «venga de donde venga con ganas de trabajar». De la JOC salieron grandes intérpretes que se han forjado ya una carrera internacional y esa es una de las mejores recompensas para Murgui.
¿De dónde proviene su pasión por la música?
Me viene de familia. Me viene por mi padre, que siempre ha estado ligado directamente con la música. Llegó a estudiar en la academia de Ismael y la afición que tenía era máxima. Además, mi abuelo procede de un pueblo de Valencia, de Utiel, donde también la tradición musical es muy grande, por lo que la música siempre ha estado muy presente en casa.
Pianista, compositor y un día decide coger la batuta. ¿Por qué?
Viene de niño también. Mi abuelo, el padre de mi padre, me inculcó dos pasiones. Una de ellas son los toros, que gracias a Dios la abandoné porque no me veo de torero... [sonríe]. De pequeño, cuando me llevaban a casa de los abuelos veíamos en la televisión las corridas de toros y el concierto del maestro García Asensio. Yo quería ser entonces torero y director de orquesta.
¿Cómo nace la JOC?
Se creó en 1992 como una agrupación de alumnos del Conservatorio y desde entonces ha evolucionado de muchas formas.
Lleva 13 años al frente de la JOC. ¿En qué ha cambiado desde que se puso al frente como director?
Cuando se puso en contacto conmigo la directiva que estaba en aquel momento, en 2011, les puse unas condiciones estrictamente musicales y circunsribirme a lo musical, a lo artístico. También quería que otros directores y directoras pudieran pasar por la orquestas, que es una cosa que no se hacía y que creo que para la formación de los músicos es fundamental recibir otras maneras de trabajar. Creo que la innovación más grande es que en la JOC, a lo que me comprometí es aceptar a cualquier músico, venga de donde venga, y que tenga ganas de trabajar. Cuando digo venga de donde venga, me refieron a que antes eran casi exclusivamente músicos del Conservatorio de Cuenca, por cercanía y por lógica, pero también tenemos alumnos que vienen de la Escuela de Música, así como de otras localidades de la provincia y hasta de fuera.
¿Cuál es el rango de edades de los músicos que dirige?
Tenemos una gama de edades y niveles grandísimo. Hay alumnos que han entrado precozmente por capacidades sobresalientes, con nueve o diez años, hasta los más mayores, que tienen 24 ó 25 años. Para que esto funcione las partituras tienen que estar adaptadas. Dentro de las mismas obra que trabajamos, a los distintos niveles. Otra cosa nueva es que me encargo de transcribir, y a veces de orquestar y componer, partituras específicas para la orquesta.
¿Qué aporta la JOC a la formación de estos jóvenes músicos?
Ellos son el alma de la JOC. El mayor problema que tiene una orquesta como esta es que cuando los músicos empiezan a funcionar realmente bien llega un momento en el que la mayoría se marchan de Cuenca. Aquí no tenemos estudios superiores en música. Algunos deciden estudiar otras carreras y siguen tocando instrumentos. Tenemos las puertas abiertas para que vengan y les llamamos colaboradores. Para los más jóvenes, la JOC supone un enriquecimiento grandísimo. Los propios profesores reconocen la soltura y las tablas que les da la JOC y que se va notando.
¿Ese hándicap de juntar a los miembros de la JOC porque muchos están fuera cómo se soluciona, por ejemplo, a la hora de los ensayos?
Es un problema que va por temporadas. Esta orquesta es muy cambiante. Pero estos últimos años estamos teniendo una plantilla más o menos fija, con la que ensayamos todos los sábados por la mañana en la Escuela de Música. Ahí hay entre 50 y 60 músicos habituales. Los que están fuera vienen cuando les es posible, pero suelen ser los que tienen mayor nivel y no cuesta tanto acoplarlos. El trabajo más importante se hace semanalmente con el grueso de la orquesta, que son los músicos que más atención requieren y que más trabajo necesitan hasta que la obra sale.
¿Hay cantera musical en la provincia de Cuenca?
Soy de Cuenca de toda la vida y a la gente de fuera le sorprende lo que hay en una ciudad como esta, con circunstancias como la baja natalidad o que invita a la juventud a marcharse cuando tiene cierta edad. A pesar de todo eso, Cuenca tiene una mentalidad musical y artística que le viene de muchas décadas atrás que creo que no se ha perdido. Afortunadamente, tenemos en Cuenca un tesoro con la música y cantera sigue habiendo.
¿Esa cantera y la pasión por la música son un aliciente a la hora de buscar la excelencia?
En la JOC, y prácticamente en todas, hay por encima de todo algo que siempre subrayo cuando hablo con los padres y las madres. Les digo que nuestro objetivo número uno, más que musical es hacer una labor social. Lo más impresionante que hay es el ambiente entre los chicos y chicas que la conforman. Y yo ya llevo años suficientes como para ver que no es casualidad y que se ha mantenido. ¿La excelencia? Siempre tratamos de aproximarnos lo más posible, pero no se puede alcanzar por esta característica tan grande en la disparidad de niveles. Pero aún así, estoy tremendo satisfecho por lo que conseguimos a nivel musical.
¿Qué virtudes técnicas destacaría de la formación actual?
Podría decir unas cuantas… Me gusta mucho ver la disciplina de trabajo, la seriedad y un respeto a la música que es algo que me llamo la atención. Es algo que trato de fomentar, pero que no es mérito mío, ellos ya lo tienen y desde aquí aprovecho para agradecer el trabajo de los profesores. Cada músico, hasta donde puede, trata de darle la dignidad que se merece a cada una de las obras y del repertorio, conocer el estilo, el autor, las cuestiones técnicas. Y todo eso requiere un sacrificio importante.
¿Coincide conmigo en que la música es un buen camino para educar?
Digo muchas veces que es una de las mejores inversiones que se puede hacer en la sociedad. Cuando ves a este grupo, sin duda, creo que esos niños, luego adolescentes y más tarde adultos, raro será que sean personas que creen algún tipo de conflicto en la sociedad; al contrario, son personas que aportan en todo lo posible y que han desarrollado unos valores, como sucede en otras disciplinas. Desde mi punto de vista es la disciplina más completa y es un tesoro.
Recientemente se celebró con gran éxito el concierto de Marchas Procesionales en su quinta edición. ¿Ya es un evento asentado en el calendario anual?
Sí. Las entradas se agotan siempre. Me han llegado comentarios positivos de todas partes y todo el mundo está encantado. Es verdad que Cuenca tiene una sensibilidad especial para ese tipo de repertorio. La dirección corrió a cargo de Pablo Martínez Valiente, que es un músico totalmente comprometido con cualquier tipo de música siempre que tenga calidad y trata con un cariño tremendo el repertorio.
¿Cuáles son las citas imprescindibles de la JOC en su calendario anual, además de este concierto de Marchas Procesionales?
Hay varias citas que son imprescindibles y que siempre tenemos marcadas en el calendario. En Cuenca hay tres conciertos, incluyendo el de Marchas. Uno es el concierto de Navidad, que es el principal, el de más ilusión y que se hacía ya antes de que yo llegara a la dirección. Luego hacemos otro concierto, que este año será a mediados de julio en la plaza de la Merced, que también lo venimos haciendo desde hace varios años. El Ayuntamiento cuenta con nosotros para el ciclo de Veranos en Cuenca. Además, solemos hacer todos los años, aunque en la pandemia no pudo ser, más de un concierto fuera de España. Ahora se está preparando el del próximo verano, pero por ahora no puedo adelantar mucho más. El año pasado estuvimos en Portugal, el anterior en Italia y hemos estado en Praga, además de otras ciudades.
¿Cómo es la estructura de la JOC en la que lleva la batuta y en la que también está Pablo Martínez?
Desde muy joven tuve la suerte de darle clase a Pablo cuando yo estaba en el Conservatorio. Tiene un talento y una sensibilidad musical estupendas. Aunque es farmacéutico y está en Madrid sigue con la música. Es violonista de la JOC, ya de los veteranos, además de formar parte de la directiva de la asociación. Aparte de todo, la dirección de orquesta es algo que siempre le ha fascinado. Se ha preparado haciendo cursos de dirección y es asistente en la orquesta para que me sustituya en cualquier momento en el que yo no pudiera estar,. Aparte de eso él siempre termina el concierto de Navidad, haciendo un par de bises, y el de Marchas Procesionales siempre lo dirige.
¿Los conquenses son conscientes de que tienen una joya con la JOC?
Estoy seguro de que hay muchos que sí, incluso mucha gente me reconoce por la calle. Pero creo que aún es algo desconocido el valor que tiene que en una ciudad como Cuenca, y durante tantos años. Hay gente de todas partes de España y de fuera que nos escribe para, de alguna manera, colaborar con nosotros porque dicen que es increíble. De hecho, hay muy pocas orquestas en España como la nuestra, de plantilla constante y ensayos semanales, porque es muy difícil mantener una cosa así. Creo que tenemos algo de un valor incalculable.
"Si disfrutamos, el público también lo va a hacer"
¿Con qué sueña como director de orquesta?
La dirección de orquesta, como decía antes, me viene desde niño. No podría decir que es la faceta más importante dentro de la música porque, aunque lo he pensado muchas veces, no soy capaz de ponerle un ránking. Me gusta mucho tocar, me gusta componer, orquestar, trabajar en cualquier tipo de agrupación... A nivel de dirección, alguna vez me han preguntado qué haría si me ofrecieran ir a otra orquesta y lo cierto es que a día de hoy me costaría mucho desprenderme de lo que supone trabajar con chavales jóvenes. He tenido la oportunidad de trabajar con orquestas profesionales y ahí la excelencia musical es más fácil de conseguir.
¿Qué pasa por su mente cuando empieza a dirigir en un concierto?
Es una sensación difícil de explicar, pero que es insuperable. Siempre hay un cosquilleo en el estómago. La dirección tiene una desventaja y es que lo que suena no depende directamente de ti. Los que producen los sonidos son los músicos y cuando tocas eres el responsable en tu instrumento. Pero hay una energía compartida en el escenario por todos los músicos. En cuanto la orquesta está afinando, yo estoy entre bastidores y está todo preparado. Respiro hondo, salgo, se oyen los aplausos, saludo al publico, enseguida me giro y cuando ya veo la cara de los músicos hay una complicidad máxima entre todos. Intento mirar en unos pocos segundos a la cara de todos los que están delante de mí. Veo su gesto, me miran y con la mirada nos transmitimos tranquilidad y ánimo. Siempre les digo lo mismo: Al escenario vamos, primero, a disfrutar nosotros, porque si disfrutamos, el público lo va a hacer también.
¿Cómo combina la dirección y tocar con la faceta docente?
La que mejor podría responder a esta cuestión es mi mujer. Cuando no estoy dando clase, estoy todo el día con el ordenador escribiendo música, arreglando, buscando partituras… Es mi pasión.