Es un pájaro, es un avión, no… ¡Es un dron! Desde lo alto, donde el viento susurra secretos y la mirada del hombre rara vez alcanza, surcan los cielos guardianes con hélices. Estos dispositivos electrónicos son testigos incansables de la seguridad, la vigilancia y el auxilio. Desde su morfología digital, observan con vista panorámica y, por lo tanto, son medios indispensables en la encomiable labor de la Guardia Civil en diferentes escenarios. Ha marcado un antes y un después desde su incorporación a la patrulla aérea.
En la Comandancia de la Benemérita de la capital hay tres agentes encargados de pilotar estas aeronaves no tripuladas. José Alberto Jiménez, Raúl Visier y Gustavo del Olmo son los encargados de dar sentido a cada vuelo, poseen la titulación de pilotaje y forman parte de la Usecic, unidad de la Guardia Civil especializada en una rápida intervención.
Uno de los principales beneficios del uso de drones es su capacidad de vigilancia y control en tiempo real. En labores de tráfico, por ejemplo, permiten monitorizar carreteras y detectar infracciones sin necesidad de desplegar efectivos de manera física, lo que optimiza el trabajo y mejora la seguridad vial. En concreto, «volamos el dron a una distancia de 200 o 300 metros para tener una imagen panorámica y anticiparnos a cualquier problema que pueda surgir», detalla Visier. Ya sea para «detectar un coche que intenta darse la vuelta o si algún conductor ha arrojado algo a la cuneta».
Patrulla aérea - Foto: Reyes MartínezEl propio Raúl Visier explica «la visión que nos ofrece el dron no nos la puede ofrecer ningún número indeterminado de agentes». Pero no es sencillo dirigir este objeto tan valioso de cerca de un kilogramo de peso, que cuenta con un abanico de complementos que le convierten en un «medio muy importante para nosotros», recalca Gustavo del Olmo. Una de las funciones más importantes que lleva incorporada esta herramienta es la cámara térmica, ya que «nos permite detectar el calor desde la altura», indica José Alberto Jiménez. También dispone un pequeño paracaídas para «atenuar su posible caída en cualquier momento», aunque «siempre se vuela una vez hemos comprobado que no hay nadie abajo en la superficie», destaca Jiménez. Sin olvidar que puede mantenerse en el aire más de media hora seguida, contando que se retoma el curso otra vez con el cambio de una batería por otra.
Búsqueda. Además, en operativos de búsqueda y rescate, estos dispositivos sobrevuelan zonas de difícil acceso, reduciendo tiempos y aumentando las probabilidades de éxito en la localización de personas desaparecidas. La última operación, con resultado exitoso, data del pasado mes de diciembre de 2022 durante una rescate de estas características en término municipal de Mariana. Estos agentes acudieron a la llamada de ayuda, como así hacen siempre, para lanzar al aire a sus agentes.
Gustavo del Olmo detalla que el reto «era conseguir detectar un punto de calor» para dar con un varón que había desaparecido. Tras una intensa batida, con el frío de la noche, «vimos un posible foco». Tras descender el dron, esquivando los árboles, y reduciendo una altura que empezaba por 200 metros, «conseguimos ver a la persona, en un hoyo, al lado del río, acurrucado y con principio de hipotermia». Un sitio complicado y a 400 metros del primer camino. Los agentes, a pie por la zona, «no podían verlo a 10 metros de distancia». De ahí la importancia que tienen estas máquinas voladoras. «Tras dirigir a nuestros compañeros por transmisión y en base a lo que veíamos en la pantalla del mando, dimos con él». Gracias a Dios, porque «si no llegamos a hacerlo esa noche, posiblemente habría fallecido de frío».
En esta labor es «fundamental tener experiencia». Y todo pasa por «cuantas más veces lo hayas volado, mucho mejor, al igual que haber pilotado en distintos escenarios, porque ninguno es igual». Porque «no es lo mismo hacerlo en La Mancha que en la Serranía, porque las características no son iguales, ni mucho menos», apunta Visier. Además, es «muy importante saber interpretar la pantalla y los focos de calor». Ya que tampoco es igual «volarlo de noche o de día», en una estación del año u otra. Por ejemplo, en verano «es difícil diferenciar los focos porque hay muchas cosas que desprenden calor», añade.
Además, cabe destacar, que estos tres agentes también usan los drones para vigilar grandes concentraciones de personas, como conciertos, romerías o manifestaciones. Esa vista panorámica «nos permite anticiparnos a cualquier suceso o actuar con mucha más eficacia», asegura Jiménez. Y así con cualquier escenario, como supervisar la salida de fugitivos o delincuentes de un edificio, entre otros casos.
Así, desde su vuelo omnipresente, los drones se han convertido en ojos vigilantes que velan por la seguridad. En su danza aérea, despliegan un manto invisible de protección, asegurando que cada misión, cada rescate y cada operativo se realice con la precisión de la tecnología y el compromiso inquebrantable de la Guardia Civil.