La caza en la Ciudad Encantada de los años 50

Óscar Martínez Pérez
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La caza en la Ciudad Encantada de los años 50

A mediados del pasado siglo la Ciudad Encantada se convirtió en una verdadera Meca para los turistas y viajeros que visitaban nuestra provincia y el singular y original paraje serrano. Dentro de la abundante bibliografía sobre la maravillosa ciudad kárstica, apenas encontramos artículo, reportaje o libro sobre la actividad cinegética desarrollada en tan evocador y pétreo paisaje...  

Florencio Martínez Ruiz, en una de sus habituales pesquisas en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, en los años noventa del pasado siglo, dio con una rara y prestigiosa publicación editada en 1950 titulada Caza y Pesca, órgano de la federación respectiva. El artículo en cuestión se titula Paisajes y Deportes. La Ciudad Encantada. Por Teodoro C. Pérez Febrero, asesor técnico de la Sociedad Caza y Pesca de Cuenca. Madrid febrero de 1950. Número 86.

El autor del original y evocador reportaje, Pérez Febrero, fue un militar, escritor y colaborador habitual del periódico Ofensiva de Cuenca, además de vecino de Cañada del Hoyo. La originalidad, además de la calidad del reportaje publicado, reside en situar a la Ciudad Encantada como un coto de caza, cosa que hasta el momento nadie había pensado.

En el relato, Teodoro se las apaña para que desfilen por él toda la fauna cinegética de tejones, conejos, garduñas, zorros... El artículo destila buen estilo, además de desplegar un sabroso número de noticias sobre nuestra belleza turística. 

Teodoro Pérez Febrero, que fue asesor de la revista Caza y Pesca supo crear una crónica atípica pero sabrosa, en la que la Ciudad Encantada es revisada por los ojos de un conocedor de la naturaleza y la fauna... Los dibujos y las fotografías que acompañan el texto del reportaje fueron realizados por César, el hijo del autor, logrando añadir cierto pintoresquismo y gracia al artículo, que tiene que estar en esa posible antología, todavía sin hacer, de elogios al impresionante monumento kárstico conquense.

El tío Pedro. Pérez Febrero, como relata en su artículo, aún conoció al viejo guía conocido como tío Pedro, típico hombre serrano, maduro y enjuto de carnes, y a su mujer, la tía Margarita, que vivían entre los pinares de la Serranía, vigilando el albergue de obras públicas y echando un vistazo a las carreteras que atraviesan aquellos parajes; además de acompañar a los turistas, viajeros y 'geologros' que de otra manera, a buen seguro, se perderían por aquellos andurriales que ocupan más de dos mil hectáreas.

Pero realmente a los que más les gusta la Ciudad Encantada, en palabras del tío Pedro, es a los cazadores, que «igual le hacen al pelo que a la lana, lo mismo le hacen un retrato a la Piedra del Abanto, que disparan su escopeta contra cualquier atrevida ardilla...».

La excursión de la mano del viejo guía desemboca en varios lances cinegéticos en los que una sabuesa levanta una pieza, una ardilla, que previamente ha sido azuzada para que baje del alto pino, para caer abatida por obra y gracia de un certero disparo de la escopeta 'destroyer'. 

En palabras del guía serrano y con cierta ironía, advierte a los cazadores que en la Ciudad Encantada no reza ese artículo de la Ley de Caza que prohibe disparar las armas dentro de las poblaciones. El bello monumento kárstico es elogiado de forma literaria y cordial por el escritor, que a través del tío Pedro, haciendo parada y fonda, describe la Piedra del Abanto, el Tormo Grande, el Elefante, el Centinela de la Ciudad, la Calle Martínez Kleiser y la Puerta del Convento, donde tomarán un buen trago de la bota de vino, o la Cárcel, cuyas puertas siempre están abiertas… hasta llegar a los laberínticos Callejones, al Mar de Piedral pináculo desde el que se despiden de su gratísima excursión.

El artículo, que se aleja «de la fantasía cargante de los estetas», finaliza la excursión con la despedida del tío Pedro y de su esposa con un apretón de manos, desde el cruce de Tragacete y con las vistas de la Laguna de Uña tan recordada por las bravas truchas… dedicando el último párrafo a describir la vista de la Hidroeléctrica de Villalba de la Sierra, el Ventano del Diablo y el abismo que el Júcar ha aserrado en la roca.