Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Primer aviso

14/04/2023

Aún no ha mediado el mes de abril y el primer gran incendio del año en Castilla-La Mancha nos los ha puesto de corbata. Sin exagerar. No es lo mismo que te cuenten un fuego, por muy voraz que sea, que ver el humo encima de tu propia casa. Y eso es lo que pasó el martes. Las llamas comenzaron a escalar en Ocentejo y, en un primer momento, avanzaron a tal velocidad que a muchos nos entró ese canguelo que suele ser presagio de lo peor.

El lugar desde el que se originó el incendio está a vista de águila perdicera del Hundido de Armallones. Sin ánimo de ser objetivo, es el gran pulmón del Parque Natural del Alto Tajo, una joya relativamente desconocida -mejor así, dicen algunos habitantes de la zona- y que te atrapa desde el primer momento. Al profundo cañón serpenteante del río se puede acceder desde el término de Armallones, cuya senda parte del Pontón -puente roto sobre el Tajo- o del refugio de la fuente de la Loca ubicada justo en el otro extremo. Ese camino te regala la posibilidad de adentrarte en el desfiladero para escuchar el rugir del agua con panorámicas distintas a medida que vas avanzando. Frente al otro lado del río, desde el mismo pueblo de Ocentejo, la ruta tampoco desmerece y desemboca en las salinas de la Inesperada, junto a la desembocadura del río Ablanquejo.

Te encontrarás diferentes referencias históricas sobre el origen del Hundido, un enclave único formado por rocas gigantescas que se precipitaron desde las laderas y también desde lo alto de las infinitas paredes verticales y que quedaron en medio del curso del río. Los abuelos del lugar siempre han contado que el causante del derrumbe fue el terremoto de Lisboa del siglo XVI, no el de 1755, como se sostiene en numerosos estudios geológicos. Entonces se llegó a formar una presa natural que elevó el nivel varios metros en varios kilómetros aguas arriba. Y fue cuando el pueblo de Ocentejo pidió ayuda a Felipe II, en 1578, a través de unos documentos que sí se conservan: "Acaesció en el río Tajo en el término de esta villa, que con ser el dicho rio mui caudaloso y yendo en grand crescida, se hundió grand parte de un cerro do dizen la Tormellera de hacia el término de Armallones, y atajó el dicho río y bolbió la repuya azaga una legua". Bien por los desprendimientos provocados por el terremoto de 1755, por el seísmo registrado dos siglos atrás o por un feroz temporal -como también sostienen algunas leyendas-, el monumento natural permanece para ser conservado en toda su dimensión.

El fuego originado el martes amenazó este enclave y de un lado al otro del río, desde los pueblos habitualmente silentes, retumbaban voces adelantándose al peligro: "Como el incendio entre en el Hundido, ya no lo apagan". Y los servicios de extinción lo consiguieron parar en tiempo récord en una actuación ejemplar, para tranquilidad de los pocos que se resisten a abandonar aquella comarca y los hijos de los que en su día la poblaron. Cuando las llamas arrasan parte de un territorio se llevan por delante el pasado, el presente y, en muchos casos, el futuro de toda una comarca. Arden también las esperanzas puestas en el turismo rural y los aprovechamientos cinegéticos, micológicos o madereros terminan igual que las cenizas.

Apenas estrenada la primavera, este es solo el primer aviso. Como en el 80% de los incendios que se declaran en España, la mano del hombre también ha estado detrás de este fuego originado en Ocentejo. Los medios nunca son suficientes y los dispositivos deberían estar activos todo el año; sin ganado tradicional que lo limpie, la conservación del bosque deja mucho que desear y el ecologismo de despacho se ha ido imponiendo frente a las verdaderas necesidades del terreno; pero toca señalar también a la responsabilidad individual si no queremos que el verano se convierta en un auténtico infierno en nuestros montes.