El arte puro es el que está sin moldear, sin embalar, sin emperifollar para su venta. El arte desnudo, la creación de improviso, autodidacta, sin escuela. Como el que tenía Santiago cuando cogía su acordeón para tocar los mayos, o el de Julia, la peluquera, cuando se arrancaba después a cantar la jota. Dice Rilke que «ser artista quiere decir no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano».
Aquí, en Santa María del Campo Rus, entre trabajo, trabajo y trabajo, también se buscaba algún momento de jarana, gracias a Santiago, Julia, y otros muchos que me resulta imposible nombrar, y quienes, siguiendo un impulso, se ponían a tocar un instrumento, cantar o bailar. Puede que solo tuvieran interés en disfrutar y hacer disfrutar, en hacer caer el rigor del día a día, pero sin duda, hoy todos ellos forman parte ya de nuestra memoria.
Y precisamente para mantener esa memoria es por lo que Conchi Rubio, la hija de Santiago, la pequeña, 'mi Conchi', que diría su hermana Pili, ha formado la Rondalla Santiago Rubio. En principio, lo que buscaba era que no se perdiera la tradición de tocar los mayos en la ermita de la Virgen del Amparo cada noche del 30 de abril. Después, y dado el éxito de convocatoria, han ampliado repertorio y expectativas.
Santiago Rubio, la rondalla del siglo XXI - Foto: R.S.R.Conchi, bióloga que ejerce como profesora en Valencia, dirige una rondalla mayoritariamente joven, de aproximadamente 25 personas, de los que la mitad son mujeres, entre los que se encuentran sus tres hermanos. Y claro, la rondalla tiene un aire distinto al que puede esperarse de este tipo de formaciones musicales. No es que renieguen de la música tradicional, al revés, la música tradicional y las jotas forman parte de su repertorio, aunque también han incluido en el mismo: música de radio, medieval, clásica, bandas sonoras de películas, zarzuela, etc.
«Somos más como una orquesta; hay guitarras, laudes y bandurrias, por supuesto, y también un contrabajo, percusión, probablemente se incorpore un chelo…, estamos abiertos a cualquier estilo musical», dice una directora que, preguntada por el esfuerzo que supone esta dura tarea totalmente desinteresada –y, nunca mejor dicho, por amor al arte–, asegura que no hace mella, que tiene que obligarse a dejar de pensar en la rondalla y los conciertos. Por el contrario, sí que reconoce el mérito que tienen los jóvenes que acuden a ensayar (religiosa o remolonamente, según el ambiente que haya en el pueblo) los viernes y los domingos.
Su actual proyecto estrella es un musical. Sí, sí, han leído bien, el musical El Sueño de Cristian, un musical sobre un actor y su carro de cómicos, que estrenarán este próximo verano.
Sin querer hacer spoiler, les cuento que la obra va sobre ese carro de cómicos que creó el polifacético artista conquense Cristian Casares en 1975, y que era un proyecto escénico y teatral itinerante consistente en llevar piezas breves, romances, entremeses, etc., a pequeñas localidades, en una época, como saben, en el que España se encontraba en plena Transición.
El carro se convirtió en todo para esos actores. Era su escenario, su casa y su medio de vida. Tenían pensado moverlo de un lugar a otro con una mula, pero el animal no podía con él, hasta que encontraron una fórmula por la que tres de ellos se acercaban andando al pueblo siguiente y allí ofrecían que, si algún agricultor se prestaba a ir a por el carro con el tractor, ellos a cambio actuaban gratis, solo con la condición de pasar después la gorra.
El actor extremeño Carlos Tristancho, que también acabó subiéndose al carro, cuenta que las cosas no acabaron bien. «Cuando el carro era un sueño, el carro volaba», afirma. Finalmente, las disputas entre los integrantes del grupo teatral hicieron que, llegados a un punto, «el carro no había quien lo moviera». En Turégano, provincia de Segovia, acabó su aventura con su última actuación.
Cuenta Conchi que la idea le surgió buscando música libre de derechos de autor para otra cosa. Se le encendió la bombilla y pensó en crear su propio musical, aunque vio definitivamente que iba a salir adelante cuando empezó a llamar a la gente para que le ayudara «y nadie me dijo que no».
Esto le animó a investigar y documentarse sobre la vida y carrera de Cristian Casares, centrándose en esta experiencia del carro de cómicos. Para ello se tuvo que dirigir a la familia de Cristian, o al escritor Antonio Lázaro, entre otros, así como a los propios cómicos. Es más, de los muchos que se podían contar en los años setenta, estarán presentes en el estreno y participarán en el musical seis de ellos: Carlos Tristancho, Jabibi, Charly, Alberto González, José Luis Saiz y Pepe Armengol, que acompañarán a los actores e intérpretes del musical, que no son sino un grupo de vecinos, hombres y mujeres valientes, que han querido apoyar y enriquecer este proyecto. Es decir, arte puro.
Con ustedes: amigos, amigas…, la Rondalla Santiago Rubio, una rondalla de este siglo que, aunque no hace mucho tiempo que nació, ya tiene su bagaje. Han actuado en Cuenca, Santa María, Castillo de Garcimuñoz, Villar de la Encina, así como en otros pueblos de la provincia. El pasado fue el primer año que formaron parte del programa Talía, y en el actual, su debut en el Festival de Teatro Francisco Nieva de San Clemente, en el cual ya han comprometido actuación para la siguiente edición. Su web, para los interesados, es www.rondallasantiagorubio.es.