El árbol: un símbolo universal

J.L.E.
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Más de una veintena de obras integran la muestra 'Las sombras del atochal', que José María Lillo inaugura mañana en el Real Jardín Botánico de Madrid con el árbol como protagonista

José María Lillo trabaja en unas de las obras que se podrán ver en el Real Jardín Botánico de Madrid dentro de la exposición - Foto: LT

El Real Jardín Botánico de Madrid acoge desde mañana la exposición Las sombras del atochal, integrada por una selección de 25 obras realizadas por el pintor conquense José María Lillo. Esta exposición, que es la segunda que protagoniza en el Real Jardín Botánico, muestra las vivencias y recuerdos del artista, donde la naturaleza, elemento constante en su obra, ejerce como pretexto para hablar del arte y unifica la abstracción de sus primeras obras con la figuración sus recientes trabajos.

El artista y catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca comenta a La Tribuna antes de la inauguración, metido de lleno en los preparativos previos, que «es una de las propuestas sobre árboles más significativas del Jardín Botánico». 

En este sentido, Lillo explica que la mustra nace de una petición del Jardín Botánico después del éxito de su anterior exposición, «y me dejaron elegir». Entre las obras expuestas, varias de gran formato, realizadas en papel y pinturas sobre lienzo, hay algunas sobre piezas fundamentales del Jardín Botánico, como por ejemplo la que realizó del ciprés más antiguo que hay desde su origen en un un museo vivo que tiene más de 265 años de historia.

Doble juego. El título, Las sombras del atochal, es una declaración de intenciones del artista en el que hace un doble juego. Por un lado, hace una referencia a ese lugar de Madrid, donde está ubicado el Jardín Botánico, que era el lugar donde se traían las atochas, planta del esparto, que también dio nombre a la basílica o la calle de Atocha. Por otro lado, explica que «los árboles daban sombra» en esta zona del atochal y que con este título, «estas obras de árboles es como si volvieran a dar sombra».

Trillo se aleja en Las sombras del atochal de la descripción arbórea de la botánica formal para dibujar o pintar obras donde la composición y los instrumentos del dibujo y la pintura escogen el árbol para materializarse. Cada árbol se construye en un juego de signos gráficos distintos con los que destacar la individualidad de cada uno. Utilizando puntos de vista de la mirada tanto occidental como oriental, y a la vez abstracta y figurativa, para construir otra forma con la que comprender el objeto representado.

«Decidir dibujar un árbol a escala real es desafiar el tiempo. El árbol, símbolo universal, es un elemento estrechamente vinculado al desarrollo de nuestra cultura, se convierte en el pretexto idóneo para dar a conocer algunos de los interrogantes que plantea el arte contemporáneo. Dibujar un árbol trata de las similitudes entre la emoción que produce un ejemplar en medio de un bosque y de la emoción que supone trasladarlo al papel en el estudio. De la diferencia de dibujar un ciprés erguido o abatido. De los silencios y los ruidos de las propias imágenes», señala Lillo. 

Esta exposición de José María Lillo llega tras las más recientes, una en Oporto y otras dos en Madrid, una de ellas colectiva. Lillo comienza así el curso, tras las vacaciones de verano, con una actividad frenética, porque tras la inauguración de mañana en el Real Jardín Botánico viajara a la ciudad suiza de Zurich para inaugurar esta semana otra exposición. En este caso, con el título de De aguas y sombras.

Las sombras del atochal se puede visitar hasta el día 24 de noviembre en el la sala norte del pabellón Villanueva, del Real Jardín Botánico, situado junto al Museo del Prado, en el centro de Madrid.