Es un gran desafío. Las personas disléxicas asumen constantemente un reto mayúsculo a la hora de escribir, leer o deletrear, porque cualquier letra del abecedario puede jugarles una mala pasada. Confundir unas por otras, especialmente aquellas que se parecen en el sonido, es algo común entre quienes padecen y sufren este trastorno del aprendizaje. No es nada sencillo cuando el subconsciente hace creer una cosa diferente a la realidad. Al menos, es una confusión que se puede trabajar de manera diaria para mejorar las facultades y resultados. Que se haga de forma prematura es esencial. En la Asociación de Familias, Dislexia y Dificultades Específicas del Aprendizaje de Cuenca (Acuaprende) ejercen una labor encomiable en este sentido y son casi cerca de un centenar de alumnos los que acuden a sus talleres y sesiones para atajar este trastorno.
La trabajadora y educadora social de Acuaprende, Alba Rivas, explica que «damos apoyo educativo para que los alumnos entiendan los deberes, conceptos y en definitiva el temario de clase», pero lo hacen de «una manera diferente a como se explica en sus colegios». No solo se respalda a los estudiantes con sus ejercicios lectivos, sino que también se imparte la «reeducación pedagógica para trabajar sus mayores dificultes».
El propósito es que los alumnos «aprendan, por ejemplo, a cómo estudiar o cómo organizarse para ser más efectivos de forma autónoma en sus casas» y también a «trabajar las emociones y la autoestima personal». Son habilidades que los propios niños desarrollan y explotan en Acuaprende porque «se encuentran en su propio habitat junto a otros compañeros con las mismas dificultades». Al fin y al cabo, lo que se pretende es crear «comunidad», generando además «confianza» entre todos. Alba Rivas incide en que «los alumnos aprenden mucho más cuando se encuentran cómodos».
La manera de trabajar es por medio de «clases individuales y también grupales» donde se ayuda a los estudiantes, con edades comprendidas entre 6 y 20 años, a sacar adelante sus deberes. También se llevan a cabo «tareas manipulativas y juegos dinámicos e interactivos, cuyos resultados son fantásticos». Al igual que se hacen jornadas, encuentros y un sinfín de actividades que vienen a respaldar todo la labor que se hace en este colectivo.
Barrera de letras - Foto: Manu ReinaAcuaprende es una asociación sin ánimo de lucro de Cuenca que cuenta en estos momentos con 300 socios, que son el grueso principal del sustento económico y, por tanto, del funcionamiento de la misma. Gracias a ello, actualmente, 40 niños recurren a la sesiones de tarde, de lunes a viernes, para trabajar sus problemas de aprendizaje. También lo hacen pequeños que padecen trastorno por déficit de atención con y sin hiperactividad.
El presidente de Acuaprende, Nacho Lucena, que también padece dislexia al igual que su hijo, ensalza la labor que lleva a cabo la asociación porque «ayudamos a muchos niños a mejorar su aprendizaje»y subraya que el balance desde que se creara en 2015 es «muy positivo». En su caso personal, Nacho asegura que «mi hijo lleva muchos años y estoy muy contento porque veo un gran progreso en él».
Cada caso es particular y sus problemas se atajan de raíz. Los profesionales de este colectivo conquense realizan primero un análisis exhaustivo y después, en base a unos resultados, ejercen de la mejor forma. Alba Rivas detalla que también se actúa dependiendo de «la demanda de los padres»e incluso se ajustan el número de sesiones por semana acorde a las necesidades de cada uno.
Barrera de letras - Foto: Manu ReinaAlumnas. Lidia Delgado y Laura Villalba son alumnas de Acuaprende desde prácticamente su fundación. Las dos padecen dislexia y desde que acuden a esta asociación el balance es «muy bueno». Lidia, alumna del IES Pedro Mercedes, incide en que «nos ayudan mucho en el aprendizaje» y también en «mejorar habilidades y cualidades personales». Por su parte, Laura Villalba, estudiante del IES Lorenzo Hervás y Panduro, explica que «recibimos ayuda para entender los deberes, hacer resúmenes e incluso nos preguntan la lección una vez nos la hemos estudiado». Además, Laura apunta que «hacemos actividades y juegos grupales que pueden parecer una tontería, pero no lo es, ya que te ayudan en muchísimos aspectos».
Uno de los mayores obstáculos que enfrentan las personas con dislexia es el estigma social y la falta de comprensión. Es crucial cambiar las percepciones y reconocer que la dislexia es simplemente una forma diferente de procesar la información.