La Feria del Libro Cuenca Lee arranca el sábado con un pregonera de excepción. La periodista y escritora Sonsoles Ónega (Madrid,1977), flamante ganadora del Premio Planeta con Las hijas de la criada, será la encargada de abrir una cita imprescindible para los lectores. Ónega vive en un frenesí constante desde que logró este premio literario. Compatibiliza la promoción de la novela con el programa Y ahora Sonsoles, que se emite de lunes a viernes en Antena 3. A pesar de todo, no duda en responder a La Tribuna y estirar las 24 horas del día si es necesario. Siempre trata de atender todos los compromisos aunque admite, sin reservas, que «ahora me doy cuenta de que mi resistencia tiene límites».
Sonsoles Ónega es una periodista de raza, con los pies en la tierra y que al otro lado del teléfono se muestra tal y como es, sin filtros. Derrocha entusiasmo, cercanía, vitalidad y pasión por escribir. Unos minutos de conversación con ella sirven para comprender la razón por la que siempre le han gustado «las mujeres poderosas e inconscientes del poder que atesoran». Así son sus protagonistas en Las hijas de la criada y en anteriores obras.
¿Qué significa ofrecer el pregón de la Feria del Libro de Cuenca?
Una responsabilidad como la copa de un pino. Me intimida mucho lo de dar pregones. No he dado muchos. De hecho, sólo he dado dos, uno en Lalín (Pontevedra) y otro en la Feria del Libro de Vallecas. Este será el tercero, así que supongo que no es suficiente para licenciarse en el arte del pregón, que tiene sus normas, sus reglas y su arte. Pero lo asumo con responsabilidad y también con ganas.
También es un ejemplo de que tienes los pies en la tierra porque encuentras hueco para venir a Cuenca en medio de la vorágine de la promoción del Premio Planeta y un programa diario en Antena 3...
Eso siempre. Tengo los pies en la tierra. Creo que lo más importante es saber bajar, no subir. Atiendo todos los compromisos que me piden, siempre que sea posible, y cuando alguien me invita a su ciudad y pregonar la Feria del Libro es un orgullo.
En las ferias de libros siempre hay un contacto muy estrecho con los lectores. ¿Las ferias son gasolina para los escritores?
La gasolina es escribir y lo que me mantiene activa es estar metida de lleno en una novela, construyéndola. Luego, cuando la entregas, tienes una sensación de orfandad de la que todo el mundo habla y que es rigurosamente cierta. Es una especie de vaciado de entrañas, que es tremenda. Y luego, cuando llega a los lectores, descubres que hay tantos libros como miradas se tengan sobre el libro. Eso es maravilloso.
¿Qué es lo que más te gusta del contacto con los lectores?
Entender lo que he escrito. No sé si me explico… Justificar todos tus desvelos, el tiempo que has dedicado al libro, justificarlo en ese tiempo que el lector ha invertido en ti. Y lo que le ha reconfortado o las sensaciones que le ha provocado. De hecho, con la gira del Planeta, que es la más intensa que otra que haya hecho, he ayudado a definir esto. Nadie tiene el cálculo de escribir una novela con el objetivo de ganar un premio, de presentarla a un premio como el Planeta, pero cuando luego el lector te dice 'me ha servido para esto', justifica tu trabajo. Es muy bonito y te anima. Viéndolo en ese sentido sí que puede ser la gasolina y piensas que tengo que volver a hacerlo. Lo que pasa es que se tarda muy poquito en leer y mucho en escribir.
¿De lo que te han dicho los lectores, qué es lo que más te ha llegado?
Lo he contado ya en alguna ocasión y es impresionante. Una señora en una firma me contó que le había leído el libro a su marido muerto. Fue una cosa espectacular. El señor me seguía en otras novelas y no le llegó la vida para leer Las hijas de la criada. De hecho se lo dediqué al marido ya fallecido. Fue impresionante. Me imaginaba a la señora leyendo el libro en alto. No sé si tengo esa cosa gallega, por mis raíces familiares, de compadreo con la muerte. También, la madre de una compañera de trabajo se murió en el hospital con el libro sobre la mesita de noche. Eso también me encogió un poco por dentro.
¿Cómo ha cambiado tu vida desde que ganaste el Premio Planeta con Las hijas de la Criada?
Ha cambiado y no. Creo que soy la misma. Me ha envilecido un poco porque antes decía que sí a todo y ahora me doy cuenta de que mi resistencia tiene límites, que no puedes decir que sí a todo el mundo porque no te da la vida. En lo demás, mi vida sigue igual. Sigo trabajando, escribiendo en los ratos que les robo a mis hijos, a mi familia o a tirarme en el sofá. En todo caso, siento más responsabilidad con el siguiente libro y me pregunto si será como Las hijas de la criada, si seré capaz de hacer algo así o como cualquiera de los anteriores. Las hijas de la criada es mi libro más maduro, por razones obvias. Es el último y el que más he disfrutado por situarlo en Galicia, al estar tres años viviendo en la ficción de esa tierra, pero cualquiera de los anteriores me proporcionaba las mismas satisfacciones y pensaba lo mismo cuando me ponía con el siguiente.
Hasta que punto son importantes los personajes de mujeres hechas a sí mismas y luchadoras en tus novelas. El último ejemplo está en Inés, en Las hijas de la criada, antes estaba Carmen en Después del amor.
Desde que tengo uso de razón, siempre me han gustado las mujeres poderosas e inconscientes del poder que atesoran, que me gusta mucho más. Creo que, de hecho, en Las hijas de la criada tanto Doña Inés como Clara no son conscientes de lo poderosas que son hasta que las vida les obliga a ponerse de pie. En la vida normal tengo multitud de ejemplos en mi entorno, desde la señora que tira del carrito de la limpieza en Atresmedia hasta las mujeres que recibo en el plató que han hecho cosas extraordinarias. Los personajes femeninos me interesan todos.
¿Con qué personaje de la novela te sientes más identificada?
Hay más de mí en Clara [hija de Renata, criada de los Valdés] porque es un personaje inicialmente débil, que se hace a sí misma sin saber el porqué. Es una niña que aprende a leer y a escribir sola, que cada vez que el amor le traiciona se esconde en la fábrica, donde encuentra el cariño entre las obreras. Es una gran desgraciada que conoce el amor a una edad ya madura, que no es capaz de ser madre y arrastra ese padecimiento a lo largo de los años.
¿Tienen mucho que ver tus raíces gallegas en esta novela? Hay algo de realismo mágico, de Cunqueiro…
He escuchado muchas historias en mi casa. No había nada más maravilloso que sentarnos en la cocina y escuchar a mi abuela o a los vecinos de esa aldea lucense llamada Mosteiro, de la que es mi familia, contar cosas extraordinarias. A mí me parecía que no podían existir mujeres que salían con velas encendidas en las noches de lluvia y la vela no se apagaba. Todo eso, de alguna manera, debió de impactar en mí. Pero el realismo mágico que hizo fortuna entre los escritores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, sin duda, tuvo sus máximos representantes entre escritores gallegos. Tal vez lo hemos exportado mejor o la etiqueta ha sido más sólida entre los escritores latinos. Pero el realismo mágico está ahí, en esa tierra de meigas y meigallos en la que podía pasar cualquier cosa fantástica en la vida real.
Ya habías ganado en 2017 el premio Fernando Lara con Después del amor. ¿Ha tenido que llegar el Planeta para dar un golpe en la mesa, que dejaran que preguntarte por cosas ajenas y que se te tome en serio como escritora?
No lo sé. Es verdad que mucha gente no sabía que escribía y gracias al premio Planeta han descubierto que es mi séptima novela. Hay personas que me preguntan 'a ver cuándo sale la segunda' y yo contesto que 'será la octava'. En ese sentido, más que un golpe en la mesa, que nunca he necesitado darlo ni tengo la necesidad de hacerlo, sí que ha puesto en valor mi carrera literaria. Es verdad que me cuesta decir que soy escritora porque escritor es el que consagra su vida a la literatura y hace de ella su modo de vida. No es mi caso. Pero me ha permitido que el lector descubra que escribo, y eso está muy bien. De vieja no me veo en la tele, pero sí escribiendo.
¿Empiezas a sentirte más escritora que periodista o todavía no?
No. Creo que eso nunca ocurrirá porque creo que el periodista es periodista toda la vida y se manifiesta en la curiosidad, la obsesión por el rigor, etc. Todas esas cosas que, aunque peleo contra mí misma, arrastro en la literatura. Hay veces que intento que no me sepulte la documentación o que no esté por encima de la historia.Y, claro, me sale el periodista. Es más útil para el escritor haber sido periodista que cualquier otra cosa. El escritor periodista puede ser un coñazo tremendo, pero el periodista que escribe puede encontrar vasos comunicantes muy eficaces como la facilidad para encontrar fuentes, etc. Saber lo que necesitas es más periodístico que literario.
¿Cómo llevas las críticas?
Bien. Me ayuda a eso que me preguntabas al principio sobre tener los pies en la tierra. Mi trabajo está monitorizado al día, al minuto. A las ocho y diez de la mañana recibimos los datos de audiencia del programa de televisión y ahí tenemos un termómetro tremendo. Esa exposición que me da la tele me ha permitido relativizar determinadas críticas que no han logrado doblarme el brazo.
¿Cómo afrontas la responsabilidad en tu próxima novela tras este subidón?
Con responsabilidad total. Estoy escribiendo con muchas ganas, muy volcada en la nueva historia y deseando tener tiempo para seguir escribiendo.
¿Es verdad que ni tus hijos sabían que te habías presentado al Premio Planeta?
Claro que es cierto. No lo sabían. Y no lo sabían por no hacerles sufrir en balde. Son muy pequeños, 11 y 14 años, y esa edad les hace ser obsesivos y pesados. Prefería que no lo supieran y les hizo una ilusión bárbara.
¿Qué titular pondrías a este momento que estás viviendo?
Recordad que soy humana. En tanto que humana te puedes equivocar, te puedes cansar, te puedes agotar, te puedes caer.