Imaginando a San Julián en Burgos

Pilar García Salmerón
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Imaginando a San Julián en Burgos

En España el culto a San Julián cuenta con especial arraigo en la ciudad de Burgos, considerada por sus hagiógrafos como su localidad natal, y en la que viviría durante unos años. Su fiel servidor Lesmes se trasladó a esta ciudad después de fallecer el santo obispo, lo que nos induce a pensar que su figura y milagros serían divulgados por él entre los burgaleses. Por ello, no resulta extraño que en esta ciudad se veneren varias imágenes del Santo. 

Cuando en 1592 el rey Felipe II visitó la catedral burgalesa, se decidió engalanarla con cuatro sargas que decoraran los costados del coro, representando las historias de San Julián, santa Casilda, santas Centola y Elena y santa Victoria, una prueba de que el prelado conquense gozaba ya de la misma consideración que disfrutaban las santas más veneradas en esa diócesis. Unos años después, en 1599, el ayuntamiento recurrió al Santo para que librase a la ciudad de la epidemia que la asolaba, tras lo que se produjo una clara mejoría, lo que incrementaría la devoción popular, y generaría el compromiso de celebrar su fiesta todos los años, con una Misa en su memoria, cuyo estipendio satisfaría el ayuntamiento burgalés. El cabildo catedralicio se dirigiría al cabildo conquense requiriendo el texto del oficio litúrgico propio de San Julián para celebrar su memoria, solicitando, además, alguna historia particular de su vida y milagros. 

Esta devoción se mantendría con los años, como lo prueba el hecho de que, en 1656, cuando el cabildo de la catedral de Burgos optó por sustituir las sargas que habían decorado los costados del trascoro de la catedral y fueran reemplazadas por unas pinturas encargadas al renombrado pintor Fray Juan Rizzi, se decidió incluir la escena del tránsito de San Julián junto a las representaciones de las santas locales y de dos cuadros más, que evocarían a san Francisco de Asís y san Antonio de Padua, tal y como todavía puede admirarse hoy, en una de las catedrales más visitadas de España. Después, en 1678, San Julián volvería a ser representado formando parte de la serie de santos-estatuas que guarnecen los pilares del presbiterio del templo catedralicio. Desde ese mismo año, los restos de Lesmes, que con el paso de los años adquirió el grado de beato, descansan en un sepulcro encastrado en los muros de la capilla catedralicia de san Juan de Sahagún, debajo de un lienzo en el que aparece junto a San Julián.

Más tarde, el arzobispado iniciaría los trámites para conseguir una reliquia del Santo, que no llegaría hasta 1700, acontecimiento que desencadenó numerosas muestras de fervor popular y la celebración de grandes festejos religiosos y civiles. La reliquia seleccionada por el cabildo de Cuenca fue un dedo de la mano derecha del Santo, que le había sido cortado de un mordisco por un tal Pedro Valdés en los primeros días de febrero de 1518, cuando el cuerpo de San Julián fue expuesto para la veneración de los fieles. La reliquia se introdujo en un relicario de plata, una imagen que representaba al Santo, regalada por el entonces obispo de Cuenca, D. Alonso Antonio de San Martín. Los documentos conservados describen la imagen toda de plata sobredorada, guarnecida de perlas, con un broche de siete esmeraldas orientales tableadas, y un pectoral con seis esmeraldas orientales quebradas. Desgraciadamente, ni la urna ni la imagen que contenía la reliquia han llegado hasta nosotros, pues debieron ser destruidas durante la Guerra de la Independencia. 

En contrapartida por esta atención, el cabildo de Cuenca recibiría una reliquia del beato Lesmes. Además, en otras dependencias catedralicias, habilitadas y restauradas en el siglo XVIII, puede encontrarse la figura del santo obispo. En la Sacristía Mayor, una talla de madera policromada, imagina al Santo, como un presbítero de mediana edad, vestido con traje clerical, mostrando la palma del martirio, y en una de las pechinas de la cúpula de la Capilla de las Reliquias, también aparece la figura de San Julián. 

La figura del segundo obispo de Cuenca se encuentra en otros rincones de la ciudad: Desde que en el siglo XVII el canónigo burgalés Barrantes construyera y fundara un hospital para pobres, encomendado a la protección de San Julián y san Quirce, la imagen del Santo puede admirarse en la fachada y jardín de esta institución que pervive en la actualidad, así como en el retablo de su capilla. En el Conservatorio Municipal de Música, se exhibe un lienzo del siglo XVII que representa a un 'San Julián cestero'; en las paredes del Palacio de Castilfalé, sede del Archivo Municipal, junto a otras obras alusivas a la historia de la ciudad, puede admirarse el lienzo de 'San Julián limosnero', que acompaña estas líneas. La parroquia del barrio de San Julián, creada a finales de los años sesenta del siglo pasado, custodia una reliquia, una imagen procesional, así como un gran cuadro del Santo confeccionando cestillas, da fe de que su memoria sigue viva entre los burgaleses, tal y como lo demuestra, además, la celebración litúrgica anual de su fiesta, y en la que desde 1600, la corporación municipal burgalesa renueva su voto y agradecimiento a San Julián. En la provincia pueden venerarse imágenes del Santo en las localidades de Quintanapalla, Villanoño, Rebolledo Traspeña y Leva.