Eugenio Oneguin emociona al Real

Ilia Galán
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La obra maestra del ilustre compositor ruso, basada en la novela homónima de Pushkin, regresa 15 años después y con 10 funciones al emblemático escenario madrileño

Eugenio Oneguin emociona al Real

El nuevo año inicia con una obra maestra de Chaikovski, basada en el homónimo título de Pushkin, cuya novela leyó con emoción en el verano de 1877. Chaikovski era apasionado lector, como su venerada Tatiana. Puro romanticismo ruso estrenado en Moscú en 1879, sin demasiado éxito, aunque se iría ganando al público hasta convertirse en la más representada y valorada del repertorio ruso. Ya había estrenado algunas óperas como El Vaivoda, Ondina u Oprichnik y Valuka el guerrero; en la misma época se ocupaba del Lago de los cisnes. Trabajador incansable, pedía que no le importunaran visitas. Gracias a este fecundo año, su reputación creció extraordinariamente en Rusia y en el extranjero. Le ofrecieron la dirección del Conservatorio de Moscú, y la rechazó para dedicarse a la composición, cuando podía en villas campestres -hasta que pudo comprarse una en 1885- para impregnarse con la naturaleza, como Beethoven, o viajando. 

Una década después desde su estreno, en uno de los  muchos viajes donde curaba su melancolía, a veces por Italia o bien por otras zonas del mundo, asistiría en Hamburgo al estreno de su Eugenio Oneguin, dirigido por el mismo Gustav Mahler, pero en vez de animarse tras la dirección de tan gran maestro le sobrevino otra violenta depresión que le hizo cancelar sus contratos en Holanda y regresar a Moscú, donde su Cascanueces gozaba de una espectacular gloria. 

Chaikovski se entusiasmó más bien por Tatiana y despreciaba la figura del voluble Oneguin, para lograr así reflejar el ambiente psicológico de las clases burguesas y aristocráticas de su tiempo y sus conflictos. El vals o la gran polonesa conmueven entre las dudas y conflictos de los personajes. El gran compositor ruso que todos conocen por sus cisnes o cascanueces tiene cierto paralelismo con nuestro Bécquer en desarrollar de un modo precioso los últimos coletazos del romanticismo. No son acarameladas rositas, sino la culminación de un estilo que logra excelentes piezas en la belleza que desarrollan. Pero Chaikovski, el compositor ruso más europeo, muy distinto de un Mussorgski o de los Cinco, era también un hombre atormentado por su vida sentimental y no siempre hay florecillas en sus partituras, como vemos en 1812 o en su repertorio sinfónico. 

Eugenio Oneguin emociona al RealEugenio Oneguin emociona al RealSu música entra fácilmente, es de rápida y popular digestión, pero a veces también exige al oyente. Chaikovski fue fidelísimo al texto originario del gran poeta que acabó la vida en un duelo, manteniendo citas textuales de un libro que se convirtió en canónico. 

Tragedia amorosa

La visita del apuesto Eugenio Oneguin, un aventurero, a la casa de campo donde vive Tatiana con Olga, de la mano de su prometido, Lenski, provoca amor a primera vista, como el hombre siempre soñado, al que escribe una carta sincerándose Tatiana. Pero el joven Eugenio la rechaza. Luego, en un baile coquetea danzando con Olga, la novia de su amigo, provocando celos que le llevan por frivolidad a un duelo donde lo mata. Oneguin entonces huye al extranjero y cuando vuelve encuentra a Tatiana casada con un príncipe. Es entonces cuando se enamora de ella. Aunque Tatiana le sigue amando, le pide que desaparezca. Demasiado tarde. Desesperación es su final de crápula que solo quiso vivir el momento, sin compromisos. 

El elemento psicológico y los matices del carácter de Tatiana son tratados de manera fascinante por el compositor, en un ambiente que ya en los primeros compases se inicia cargado de melancolía. No es una obertura chocante sino interiorista, con una orquestación muy bien construida. El más célebre compositor ruso quiso una obra intimista, para cantantes jóvenes, y la consideraba como un conjunto de escenas líricas donde aparece su amada campiña, con elementos folclóricos y rasgos tradicionales para contrastar luego con la ciudad, haciendo más compleja la música, fiestas, polonesas.

Eugenio Oneguin emociona al RealEugenio Oneguin emociona al RealDespués de 15 años, vuelve Oneguin con nosotros en época invernal con 10 funciones ofrecidas por el Real, una coproducción con la Ópera de Oslo y diríase que mantiene la impronta no tanto noruega sino más bien sueca (IKEA) en sosificante puesta en escena, bastante abucheada, tan anodina que obliga a danzas orgiásticas de ebrios comensales que abusan de mujeres, con ridículo baile sobre el cadáver y ciertas inconsistencias con la tragedia que se desenvuelve, como no salir de escena cuando se va de viaje, despojando el ambiente de la intensidad romántica.

Pero la música emocional de Chaikovski triunfó en el Real: Gustavo Gimeno, el nuevo director musical del Real, hizo una excelente labor, muy aplaudida, como la del coro, dirigido por José Luis Basso, pues ya es costumbre verlo destacar por su excelencia, como el elenco con una soprano como Kristina Mkhitaryan (Tatiana), que nos derrite en la escena de la carta o el tenor Bogdan Volkov (Lenski), que llega a matices refinadísimos cuando se despide de la juventud y la vida, ambos actuando en papeles complejos y muy variados, con gran solvencia. El barítono Iurii Samoilov (Eugenio Oneguin), canta muy bien pero ejerce un poco de macarra más que de dandi romántico. Cumplen con gran soltura la mezzo Karkacheva (Olga) y el bajo Kuzmin-Karavaev (el príncipe).

Eugenio Oneguin emociona al Real
Eugenio Oneguin emociona al Real
Este año parece muy ruso -¡ojalá pronto llegue la paz  en Ucrania!- y si ahora leemos a Pushkin, volveremos a encontrarlo con la música de Rimski-Kórsakov en primavera.