En la redacción del periódico se nota todavía el vacío dejado por Victoria Prego. «Ha sido un golpe muy duro», afirma su compañero y amigo, antes de invitarnos a pasar a la sala de reuniones donde charlamos. Casimiro recuerda que Victoria era, como Jesús Hermida, un referente para los jóvenes periodistas. «Hermida encarnaba la figura mítica del corresponsal, mientras que Victoria, con la que luego tuve el privilegio de trabajar muchos años y de ser íntimos amigos, presentaba con éxito informativos en TVE y hacía entrevistas estupendas. Era todavía muy joven, pero muy conocida e importante», afirma. Coincidieron en El Mundo, antes de emprender la aventura de «El Independiente», ilusionados con la idea de hacer realidad el título de la cabecera.
La trayectoria profesional de Casimiro García-Abadillo comenzó con unas prácticas en el vespertino Informaciones, mientras cumplía el servicio militar en horario de mañana. Luego empezó a colaborar en el diario Cinco Días. De allí pasó a la revista Mercado, al semanario El Globo, a Diario 16 y a El Mundo, del que fue director desde la primavera de 2014 hasta el verano de 2015. Y siempre con la información económica bajo el brazo.
¿Por qué te especializaste en el periodismo económico? «Porque la economía me gustaba. Tiene el atractivo de algo que no entiendes muy bien, pero que sabes que es importante. Había que aprender eso. Yo de joven era muy de izquierdas y leía libros de Marx, donde el materialismo dialéctico y la economía eran claves para avanzar en los cambios sociales».
El director de 'El Independiente' esgrime que «García Page defiende a su comunidad autónoma, por encima de las siglas del partido» - Foto: Juan Lazaro«Ningún país de Europa ha dado un salto tan grande hacia delante en los últimos 50 años»
Los Pactos de la Moncloa, la reconversión industrial, la inversión extranjera, los pelotazos de los 90, la burbuja inmobiliaria y la crisis bancaria formaron parte de su agenda informativa. Fueron compañeros de viaje. «Durante la Transición, hubo años – recuerda Casimiro – en los que la inflación llegó al 27%. Los Pactos de la Moncloa ayudaron a moderarla. Gracias a los acuerdos firmados por todas las fuerzas políticas se pudo sacar al país adelante».
Con la excepción del turismo incipiente y las remesas de divisas de los emigrantes, la situación económica de España era lamentable. «En esa época, cuando muere Franco, había un millón de españoles trabajando en Alemania, Bélgica, Argentina o Francia. Para entrar en la Comunidad Económica Europea había que eliminar barreras y devaluar la peseta para favorecer las exportaciones. Fueron momentos muy difíciles. Después, con el primer gobierno de Felipe González, hubo que afrontar la reconversión de los sectores industriales. Altos hornos, industria naval, siderurgia… Fueron años muy duros, con unas movilizaciones impresionantes, porque se quedaba mucha gente en el paro. Pero era la única manera de modernizar nuestra economía». Casimiro contó estos cambios estructurales, que ahora trata de explicar sin el menor asomo de nostalgia.
El periodista manchego recuerda que «a finales de los 80, la Bolsa española se convirtió en una especie de casino» - Foto: Juan LázaroInsiste en subrayar las diferencias entre la España de hace 40 años y la de ahora, empezando por el campo. «Si tú vas ahora a Ciudad Real –explica –, ves un nivel de vida que ni lo hubieras soñado hace cuatro décadas. La gente vive bien y dispone de servicios públicos e infraestructuras estupendas. El campo está mecanizado y ha mejorado mucho su productividad. Los agricultores tienen sus problemas, como los tenemos todos, pero antes no se podía vivir del campo, salvo que fueras un terrateniente. Hemos dado un salto de gigante. Ningún país de Europa, ninguno, ha dado un salto tan grande hacia delante, como España, en los últimos 50 años».
Se le nota cómodo, a gusto, mientras recrea esa transformación y los momentos que vivió con mayor intensidad en el mundo de los negocios, con pelotazos, especulaciones, tráfico de influencias, operaciones estratégicas y millonarios surgidos de la noche a la mañana. Finalizada la reconversión industrial, llegaron las inversiones extranjeras y el entonces ministro de Economía, Carlos Solchaga, anunció en 1987, que España era «el país donde se podía ganar más dinero y más rápidamente».
«A finales de los 80, la Bolsa española se convirtió en una especie de casino»
Casimiro (a la izquierda) y su hermano, Francisco, subidos a un caballo en las fiestas patronales de La Solana. - Foto: Juan LazaroEs la época de KIO, que compró Explosivos Rio Tinto y Ercros, y de las grandes fusiones bancarias. «La manera de atraer inversión extranjera – afirma Casimiro – era esa frase de Solchaga que ha quedado para la historia. Recuerdo que la Bolsa española se convirtió en una especie de casino. Como entonces no había una regulación sobre información privilegiada, la gente que disponía de buenos contactos se forraba. Había valores que en seis meses multiplicaban por dos su cotización. Por lo tanto, era un terreno abonado para los especuladores. España se convirtió en un país atractivo para todo tipo de inversiones».
García-Abadillo recuerda la adquisición de la endeudada Seat por parte de Volkswagen, la llegada de Ford a Almussafes (Valencia), la de General Motors a Zaragoza, la de Renault a Valladolid o las inversiones de Mercedes en Vitoria. Como guarda en la memoria los escándalos desvelados en El Mundo sobre Filesa, Malesa y Time Export, Gescartera, Ibercorp o las cuentas secretas del BBVA.
«El caso Filesa – explica Casimiro – fue el primer escándalo de financiación irregular de un partido político, el PSOE. Se usaba a las empresas, fingiendo que prestaban servicios inexistentes. Hacían como que trabajaban para el Banco Central o el Bilbao-Vizcaya y era todo mentira. A partir de ahí, doy el salto del periodismo económico al periodismo político. La economía es tan importante que un periodista político de nivel debería saber también economía. Al menos, interpretar un balance y una cuenta de resultados».
Antes de Filesa, García-Abadillo dedicó muchas horas a investigar el enriquecimiento de empresarios, a la sombra del poder socialista. «En Diario16 hicimos bastantes portadas sobre las Koplowitz, dueñas de una de las empresas de construcción más importantes de nuestro país, y sobre la 'beautiful people', que se movía entorno a Mariano Rubio, gobernador del Banco de España, y Carlos Solchaga. Nadie sabía quiénes eran las hermanas Koplowitz, de donde venían, y eso le imprimía un morbo especial».
El periodista manchego ha sabido aguantar las presiones y las querellas de quienes se han sentido víctimas de sus investigaciones. «La verdad es que he tenido bastante suerte. He recibido seis o siete querellas, he pasado muchas horas en los juzgados con la abogada de El Mundo, Cristina Peña, pero las he ganado todas. Las querellas se interponen, muchas veces, para atemorizarte. Por eso es tan importante la cobertura que te dé el director del periódico. Si cuentas la verdad, y hay un director que te protege y defiende, no tienes nunca problemas».
«Tenía la sensación de que me podía pasar algo, pero tenemos que ser valientes y contar las cosas»
Las presiones del Gobierno y las amenazas de retirar la publicidad estuvieron a la orden del día durante los 26 años que trabajó en El Mundo. «Alguna vez he tenido la sensación de que me podía pasar algo, pero los periodistas tenemos que ser valientes y contar las cosas que pasan. Cuando tú cuentas algo, de alguna manera, te estás blindando. Lo peor que puedes hacer es callar, silenciar una información que sabes que es cierta».
También ha habido sorpresas y decepciones con personajes poderosos como Mariano Rubio y Rodrigo Rato –especialmente con este último –, investigados y condenados por la justicia. «Con Mariano Rubio no tuve mucha relación personal. Estuve en el Banco de España tres o cuatro veces, pero era muy desagradable. Sin embargo, con Rato quedaba a comer y a cenar de vez en cuando. Rato ha sido, efectivamente, una gran decepción para mí. Fue vicepresidente económico con Aznar y la economía dio un salto hacia adelante. Tenía además prestigio internacional, como lo demuestra su nombramiento de director del Fondo Monetario Internacional. ¿Qué pasó? No lo sé. De pronto, empezó a tomar decisiones extrañas, como la de abandonar el FMI, cosa que no había hecho nadie hasta ese momento. Luego, volvió a España y, como no pudo resituarse de nuevo en la política nacional, se ofreció de candidato a la Presidencia de Caja Madrid. A partir de ahí, se le fue un poco la olla con el dinero, aunque tampoco creo que le hiciera falta. Es como si el personaje que tú tienes ahí delante se diera la vuelta, transformándose en otra persona»
Dejamos a un lado las batallas profesionales y volvemos a los sentimientos. A la idea de pertenencia a una tierra, La Mancha, de la que se marchó siendo un niño, pero que siente cada día más cerca. «Hace muchos años me dieron en La Solana el premio 'La Rosa del Azafrán', encuadrado en el festival de zarzuela que organizan allí todos los años. Me hizo ilusión, pero me da lo mismo sentirme reconocido o no en mi tierra».
Hay expresiones manchegas que tampoco ha conseguido borrar el tiempo. «Mis padres decían de vez en cuando: 'si hay que ir se va, pero ir para nada es tontería'. Se lo he escuchado decir a José Mota en alguno de sus sketches y me he reído al recordarlo. La gente de la Mancha es sensata y moderada; gente seria, trabajadora y responsable. Es posible que no seamos tan emprendedores como los catalanes y los vascos, pero tenemos otras virtudes».
«García Page defiende a su comunidad autónoma, por encima de las siglas del partido»
Sigue muy de cerca la política nacional, sin olvidar lo que pasa en Castilla-La Mancha, y tiene una opinión propia sobre el liderazgo de Emiliano García-Page. «El PP –comenta– obtiene siempre mejores resultados en las elecciones generales que en la autonómicas. Eso quiere decir que bastante gente de derechas vota a García-Page. Yo creo que Page ha entendido muy bien eso. Por eso defiende a su comunidad autónoma por encima de las siglas del partido. Y lo hace con un mensaje coherente: no puede haber españoles de primera y de segunda. Si Cataluña recibe un tratamiento especial en la financiación, el mismo derecho tienen a ello los castellanomanchegos. Este mensaje lo entiende todo el mundo. Son cosas de sentido común, y por eso el año pasado Page sacó mayoría absoluta».
¿Ves a Page como alternativa, como relevo de Pedro Sánchez? «No lo sé, pero José Bono estuvo a punto de ser secretario general del PSOE. Se quedó a nueve votos de Zapatero. Por lo tanto, Page puede tener opciones, aunque dependerá de lo que aguante Sánchez. Si no aguanta mucho, y el Partido Socialista tiene que buscar un repuesto, Page será una alternativa. Muchos socialistas que ahora permanecen callados estarían encantados de apoyarle. Ahora, si Sánchez aguanta diez años más, sería complicado».
La experiencia de dirigir El Mundo, sustituyendo a Pedro J. Ramírez, la califica de muy dura, con un final indeseado. «Mi relación con el presidente de Unedisa, Antonio Fernández-Galiano no fue buena. Él pensaba que podía dirigir el periódico y yo le dije: la gestión la manejas tú, pero el periódico lo manejo yo, que soy el director. Si lo quieres entender, lo entiendes, y, si no, me marcharé. Y me marché. Podía haber aguantado, pero elegí dar un salto en el vacío».
Aunque siguió como columnista del periódico durante bastante tiempo, un día habló con Victoria Prego y pusieron en marcha El Independiente, que en septiembre cumplirá ocho años. Esta tarea la compagina con las tertulias en Onda Cero, 'Espejo público', de Antena 3, y Telemadrid. «En una tertulia lo importante es que los periodistas aporten conocimiento, no irracionalidad. Si yo hablo de algo, es porque sé de lo que estoy hablando y aporto alguna clave de lo que está sucediendo al oyente que está en el coche o afeitándose. No merece la pena escuchar cómo te das de tortas con el que tienes enfrente. En las tertulias de televisión se busca más la confrontación que en la radio».
Lamenta que el PSOE necesite la radicalidad para gobernar y hacer cosas contra natura, porque así se lo exigen sus aliados de Bildu, ERC, Junts o Sumar. También tiene claro que «para que un medio sea independiente tiene que ser rentable; no tener que pedir dinero prestado a nadie».
Autor de una novela de intriga y corrupción, protagonizada por un periodista, 'La Trampa' (2012), procura no caer en ella cuando le pregunto si no estará corriendo peligro nuestra democracia. «Hay cosas preocupantes, pero la democracia española es más sólida de lo que pensamos».
«Tengo grabada la imagen de mis padres recogiendo muebles para llevarlos a Madrid»
Se fue del pueblo con tres años. Una vieja fotografía, en la que aparece con uno de sus hermanos, Francisco, en las fiestas de La Solana, le ayuda a recordar, aunque de manera difuminada, la mudanza. «Recuerdo, como una imagen que tengo en la cabeza y que nunca se ha borrado, cuando mis padres estaban recogiendo algunos muebles de aquella típica casa de pueblo, que luego se quedaría una de mis hermanas, para llevárnoslos a Madrid. No sabía muy bien lo que iba a pasar allí. De hecho, cuando llegamos a Madrid, a vivir a un piso de Carabanchel Alto, yo les preguntaba a mis padres: '¿cuándo nos vamos a ir a casa?'. Porque, para mí, la casa era la otra, la de La Solana».
Sin embargo, no le costó adaptarse al nuevo ecosistema. «Carabanchel era entonces un barrio de aluvión. En nuestro bloque sólo había una familia madrileña. El resto eran personas, como nosotros, venidas de fuera. A la entrada del edificio había un portal muy grande y, cuando hacía buen tiempo, las madres – como en los pueblos– bajaban, y se sentaban en unas sillitas bajas para hacer punto y charlar. En aquella época (principios de los 60), la gente de Carabanchel decía: tengo que ir a Madrid. Cuando cruzábamos el Puente de Toledo para ir al médico (junto a la actual M-30), habías entrado en Madrid. Teníamos esa sensación de vivir en otro pueblo, fuera del núcleo urbano de Madrid».
«En vacaciones – recuerda el periodista – mis padres alquilaban una casa en la zona de baños de El Peral, a siete kilómetros de Valdepeñas. El agua brotaba de las piedras y estaba helada. Nos llevábamos allí la comida, las gallinas, los huevos, los conejos, y disfrutábamos del campo».
La Solana llegó a tener 17.000 habitantes, aunque descendió mucho con la emigración, para volver después a crecer. «Al desaparecer la figura del guarda mayor, profesión que mi padre ejercía montado a caballo, sólo le quedaba la opción de vivir del campo, de las tierras o de la ganadería. Teníamos lo que llamamos un majuelo, con cuatro viñas y unos olivos, pero aquello no daba para mantener a una familia. Así que mi padre consiguió trabajo en una fábrica de las afueras de Madrid y se vino aquí, como cientos de familias manchegas».
El tiempo y la distancia no han conseguido borrar sus raíces manchegas. Vuelve a su tierra todos los años con su mujer y siente ahora lo que no había sentido hasta hace quince o veinte años. «En La Solana viven dos hermanas y tengo algunos tíos ya muy mayores. Siento algo especial cuando estoy allí. Todos los veranos vamos al Festival de Teatro de Almagro y también nos gusta mucho el Valle de Alcudia que, con las lluvias de primavera, está precioso. Cuando estoy en estos lugares, tengo ese punto de decir con orgullo: yo soy de aquí».
Casimiro es el menor de cinco hermanos y estudió en Los Marianistas de Carabanchel Alto el Bachillerato, sin tener clara su vocación. «Tenía dudas entre hacer Económicas o Periodismo, porque la economía siempre me ha gustado mucho. Cuando estaba haciendo COU, en 1973, se produjo el Caso Watergate y nos enteramos en España que los periodistas podían hacer caer a un gobierno. Hubo una mitificación del periodismo y entonces me decidí por esta carrera».
Eso sí, sin abandonar su pasión por la economía.