50 años de la muerte del obispo Inocencio Rodríguez

Redacción
-

50 años de la muerte del obispo Inocencio Rodríguez

Se cumplen 50 años de la muerte del que fuera Obispo de Cuenca, don Inocencio Rodríguez Díez, nombrado del 10 de junio de 1943 como obispo y consagrado el 19 de septiembre del mismo año, hasta el 13 de abril de 1973 en que abdica del trono diocesano conquense, siendo hasta su muerte obispo emérito. 

En 1974 fallecía –el mismo año que nuestro poeta Federico Muelas– el que fue obispo de Cuenca durante treinta años, en lo que se ha denominado historiográficamente los años del 'nacionalcatolicismo'. Leonés de nacimiento se formó en la preceptoria de Lois y la Universidad Pontificia de Burgos. Con el paso del tiempo, los conquenses –cada vez menos– recordaron a don Inocencio como un obispo «campechano de escasas complicaciones mentales», pero lo cierto, según sus más conspicuos conocedores, monseñor Rodríguez, como ha investigado su paisano Prado Reyero, fue un sacerdote profeta en su tierra, valeroso ante el golpe y revolución de Octubre vividos en el Valle de Saberoy y de Cistierna, sin olvidar su labor en la Acción Católica y su actividad sacerdotal en plena contienda «incivil» del 36.

Al obispo de la diócesis conquense se le calificó como obispo del pueblo y para el pueblo, comenzando su pontificado con un claro espíritu de reconciliación, después de que la guerra civil  dejase en la diócesis de Cuenca, un obispo, ciento veinticinco sacerdotes y cuatro mil seglares asesinados…

pastor ideal. Así lo califica su biógrafo, que lo sitúa en una Diócesis de 400.000 almas, repartidas en varias provincias, que cuando llegó a Cuenca se encontraban en una situación social, económica y moral muy precaria si es que no dramática. El obispo se puso manos a la obra para restaurar, material y espiritualmente, la diócesis conquense. Se implementaron medidas para recuperar casas rectorales, el Seminario de Uclés, la reparación de la Catedral y del Palacio Episcopal, el Seminario de verano de Priego, Misiones populares, los cursillos de cristiandad y sacerdotales, Casa de Cáritas, Congresos eucarísticos y coronaciones de imágenes marianas… En 1944 monseñor Rodríguez encargó un informe pericial al director de la Escuela de Medicina Legal de Madrid para poder recomponer los restos de San Julián sacados de entre las cenizas provocadas por los actos de los republicanos en la Catedral. Al año siguiente firmó el decreto de autenticidad de parte de los restos del patrón que hoy están dentro del arca de plata, encargada por don Inocencio al valenciano José Bonacho.

En 1946 el obispo reconoció y aprobó los estatutos y nombró al Cabildo de Caballeros que se había reconstituido después del martirio sufrido por algunos de sus componentes.   

concilio vaticano II. El obispo conquense asistirá a Roma para participar en el Concilio Vaticano II que desencadenó la renovación de la iglesia y que en España supuso, de alguna manera, una separación entre el poder civil imperante y la Iglesia. Don Inocencio, que participó con 74 años de edad, asistió a los cambios que para él fueron un tanto abruptos, al alejarse las nuevas ideas conciliares de las prácticas más genuinas de la Tradición, que hasta entonces se aplicaba en la pastoral conquense y que quizás convirtió en algo obsoleto el magisterio que ejercía nuestro obispo más cercano a la ortodoxia Tridentina y «sin fisuras».

De todas formas y como dice el periodista Florencio Martínez Ruiz, buen conocedor del seminario conquense del siglo XX, don Inocencio no se dormiría en los laureles y publicó más de noventa cartas pastorales y 600 exhortaciones recogidas en las páginas del Boletín diocesano, además de apuntalar su vida pastoral y su comportamiento eclesial. No obstante, como ocurre en diócesis poco pobladas y de tierras un tanto 'arriscadas', el obispo se bandeó con alguna que otra 'revolución' y plantes de seminaristas.

Don Inocencio vivió sus bodas de oro sacerdotales, la despedida de la Diócesis y finalmente la muerte en Madrid y su traslado a Cuenca para celebrar sus honras fúnebres ya con la presencia de su sucesor Guerra Campos, con el amor y reconocimiento de sus diocesanos conquenses.