El gran público reacciona con euforia entusiasta ante la irrupción de un nuevo 'niño prodigio'. Al mismo tiempo, la medicina dice que el cuerpo humano (en el caso de los hombres) sigue creciendo hasta los 18-20 años, pero mientras los núcleos de crecimiento no se calcifiquen totalmente, el proceso se puede prolongar hasta los 23 años. Es decir, ese 'niño prodigio' que se cuela en la élite con 16 o 17 años, que asombra al mundo y es encumbrado a la velocidad de la luz, es dueño de un don para la pelota… y también de un cuerpo que aún no está formado. ¿Significa esto que el riesgo de lesiones es mayor?
El caso de Pedri es paradigmático para sostener esta teoría. El canario, en el dique seco de nuevo el pasado fin de semana en Bilbao, debutó con 16 años y 266 días (Las Palmas), una edad a la que los adolescentes poseen estructuras óseas y musculares preparadas para batallas aún menores, alejadas de la intensidad, la exigencia física, los calendarios brutales, la presión mediática, la ansiedad ante un objetivo y un largo etcétera de condiciones innatas al fútbol profesional.
El enorme talento de los 'niños prodigio' ayuda a acortar las distancias y los plazos de adaptación, pero su anatomía aún es la del chico que acaba de salir de 'cadetes' y choca contra 'juveniles'. Los 'mayores' corren más kilómetros (entre 10 y 13) a grandes velocidades y sistemas cardiovasculares todavía en formación se someten a frecuencias de alta competición (170-175 pulsaciones) con apenas 15 o 20 segundos de recuperación entre esfuerzos.
Con esos parámetros, el riesgo de estresar ese crecimiento peligrosamente existe. El caso concreto de Pedri apunta de lleno a la temporada 20/21. Fue el año en que el medio de Tegueste tiró la puerta del Barça. Se hizo con la titularidad nada más llegar (con poco más de 17 años y medio) y fue indiscutible tanto en su club como en las distintas selecciones nacionales: con la absoluta, una Eurocopa asfixiante con tres prórrogas hasta semifinales; con la olímpica, otras tres prórrogas hasta la final perdida con Brasil.
Sin descanso
Los plazos, en términos de recuperación y de descanso, son decisivos en el deporte de élite actual. En aquella 20/21, Pedri juega su último partido con el Barcelona el 22 de mayo y debuta ante Suecia en la Euro (previa concentración) el 14 de junio; disputa las semifinales ante Italia el 6 de julio y el día 22 (previa concentración y viaje a Japón) se estrena en los Juegos ante Egipto; juega la final olímpica el 7 de agosto y se concentra con el Barça, debutando en LaLiga el 15 de agosto como titular ante la Real Sociedad (4-2). Una locura que podría ser el origen de las lágrimas del pasado domingo por la noche en San Mamés.
El propio futbolista, desconsolado, sabía que había vuelto a pasar: de nuevo el recto femoral de la pierna derecha, un músculo determinante en el fútbol, pues participa activamente en la flexión de cadera y extensión de la rodilla, gestos fundamentales para el golpeo, la carrera y el salto. Desde septiembre de 2021, cuando se rompió por vez primera, Pedri ha sufrido percances de más o menos gravedad en ambas piernas: cuádriceps y bíceps femoral en la izquierda, recto anterior y femoral en la derecha… con algunas recaídas.
La medicina deportiva todavía no ha dado con un consenso sobre el tratamiento de las dolencias musculares recurrentes, aunque sí una conclusión única: si existe una exposición persistente a una zona dañada, en lugar de obtener una regeneración completa del músculo se generará una cicatriz (una regeneración de baja calidad), pero, en el caso de los niños, también 'cicatrices mentales': pérdida de confianza, miedo, precipitación… hasta convertirse, como Ansu Fati, Güler, Gavi o Yeremi Pino, en prematuros coleccionistas de lesiones.