Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Almudena Grandes: la dignidad de la escritora

30/06/2024

Hay escritores que, por culpa de su temprana muerte, nos dejan la impresión de lo mucho que les quedaba por decir y que jamás lo dirán. El prototipo en el ámbito de la literatura es, lógicamente, Kafka, aunque también podríamos añadir, claro está, el de Lorca, el de Camus, el de Martín-Santos o el de Apollinaire, que murió lamentando la de cosas que le quedaban por hacer. Tal es un poco la impresión que nos dejó Almudena, pese al volumen considerable de su obra: quince novelas y dos libros de relatos, en los poco más de 33 años que ocupa su vida como escritora.
¿Que por qué lo digo o en qué me baso? Pues en que, leyendo sus libros, muy pronto advertimos que estamos ante una escritora de raza, un ciclón con un poder demiúrgico como Balzac, Zola o Galdós. Su obra va en un in crescendo narrativo incuestionable, partiendo de ese primer ciclo novelístico inicial apuntado por Ángel Basanta, que vienen a ser «incursiones en la educación sentimental de mujeres españolas de la generación de la escritora, con especial relevancia del deseo, el sexo y el amor en el aprendizaje de sus protagonistas femeninas, que también son las narradoras autobiográficas de su evolución sentimental desde la infancia y la adolescencia hasta su entrada en la vida adulta». Auque yo me atrevería a añadir que otra constante de su primera etapa es el miedo que conlleva en sus personajes femeninos el no saber qué hacer con la libertad recién conquistada.
Basanta apunta a una evolución en una breve etapa intermedia, en la que adquieren mayor relevancia el paso del tiempo y la memoria como construcción sentimental del pasado; etapa que hallaría su cumbre en El corazón helado (2007). Estaríamos, pues, ante un progreso indudable, en un texto más ambicioso y complejo en el que la narradora se plantea el reto de plasmar la vida de dos familias del siglo XX. Con esta novela, Almudena ganó dos importantes premios: el José Manuel Lara y el del Gremio de Libreros de Madrid.
Era evidente que el paso estaba dado hacia el compromiso, la documentación y la narración galdosiana. Se sabe, en efecto, que, durante el proceso de escritura de El corazón helado, la autora fue reuniendo una exhaustiva documentación sobre la lucha antifranquista en la posguerra, sobre todo a través de los testimonios de sus protagonistas, que le permitieron componer los 'Episodios de una guerra interminable', serie de seis novelas que se quedó en cinco por la temprana muerte de la autora en 2021.
La impresión que sacamos de estos 'episodios' es la de hallarnos ante novelas de mayor densidad y complejidad, con personajes redondos que, como los de Malraux, se dignifican con una lucha que saben perdida de antemano. De ahí que nos permitamos aventurar que ese camino recién abierto la iba a llevar más lejos en su compromiso moral y en su densidad narrativa.
Había otros factores que podrían perjudicar esa búsqueda incesante; me refiero, claro está, a la tentación periodística: las columnas de opinión, los programas de Onda Cero y la Ser, las tertulias radiofónicas, las polémicas, y todo lo derivado de su compromiso social y su posicionamiento político. La escritura –la gran narrativa– tiene mucho de sacerdocio –eso lo sabe bien Luis Landero –, y Almudena, desde 2010, se había convertido en un icono del feminismo, en una mujer combativa y sin pelos en la lengua, que la había acarreado muchos enemigos poderosos, de esos tan dados a poner la etiqueta a cuantos no opinan como ellos. ¿Un camino sin retorno? Es posible. Pero de seguir la ardua problemática de un mundo en descomposición, es posible que muy pronto se empiece a poner en cuestión la literatura y todo lo que no sea la dura y amarga realidad.