Entre aguja y tinta

Manu Reina
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Laura Egea tira de piel como si fuera un lienzo para plasmar el talento que atesora, una cualidad que encandila a clientes de todo el planeta

Entre aguja y tinta - Foto: Manu Reina

Las historias y las pasiones se entrelazan en la piel de quienes buscan inmortalizar sus emociones y experiencias. Una huella casi imborrable que perdura en el tiempo y que habitualmente esconde un mensaje. Es también una obra de arte. Pero, ojo, no todo el mundo tiene facultades como para hacer un tatuaje. Es un oficio que requiere profesionalidad y un dominio exquisito con la aguja en la mano. 

En este caso, Laura Egea posee mimbres más que suficientes. Lo que empezó como una afición por la pintura se ha traducido para ella en un trabajo que traspasa fronteras, tanto que tiene clientes de todo el planeta. Desde hace más de una década tatúa y su recorrido le convierte en una de las mejores, sintiendo esta artística profesión como «una manera de poder expresarme y literalmente mi medio de vida». Podría parecer fácil lo que hace, pero supone una «gran responsabilidad» cada vez que tiene que tirar de tinta. El margen de error es nulo porque no hay vuelta atrás y tampoco hay opciones de cambiar de lienzo. 

Laura, que tiene la agenda prácticamente cerrada para este año, ha perdido la cuenta de los tatuajes que ha hecho, pero sí recuerda que uno de sus trabajos más llevaderos fue completar un encargo en espalda y glúteos a un chico asturiano que reside en Fuerteventura. El hecho de emplearse en la obra 72 horas, distribuidas en nueve sesiones, explica por sí solo el ejercicio. 

Su día a día depende del gusto y petición del cliente, aunque, cada vez más, esta conquense de adopción prefiere hacer sus «propios bocetos a partir de las indicaciones del cliente». Cada boceto es único y sin réplicas. Rehuye de «hacer copias u otros tatuajes que ya haya hecho otra persona». La marca de identidad es algo que le desmarca. 

El talento que atesora, la originalidad y la exclusividad le ponen en el foco de los amantes de las obras en la piel. Tanto que llegan hasta Cuenca clientes de toda la geografía española, además de hacerlo desde Canadá o Estados Unidos, pasando por un sinfín de países. No les importa incluso tener la cita fijada a vista de más de un año de espera. «Vienen aquí al estudio porque les gusta cómo trabajo», señala. No es casualidad que acumule 200.000 seguidores en instagram y tampoco lo es que recorra el mundo para participar en todo tipo de convenciones y congresos. La próxima aventura que acometerá será México, donde sacará a relucir de nuevo todo su potencial. 

Temática. Laura Egea, que desvela que la axila es la zona más dolorosa, no tiene una temática en concreto que más le apasione porque, «en verdad, me gusta todo». Es cierto que «he hecho unos más raros que otros, pero todos tienen un sentido». Le piden «nombres, frases, citas célebres, dibujos, caras o personas ficíticos», entre un sinfín de propuestas. Los retos le apasionan y su imaginación abarca todos los ámbitos. Ha tatuado dibujos pequeños como grandes, estampada su marca en la piel de sus clientes.

En la actualidad, el gremio celebra que haya cambiado la percepción social hacia las personas que lucían un tatuaje en su cuerpo. Hace unas décadas o incluso retrocediendo al siglo pasado, era objeto de estigmatización. Ahora «parece que se percibe cada vez más como algo normal y como una obra de arte», puntualiza. Quizás sea necesario que pase un cierto más para acabar con los estereotipos. Mientras tanto, Laura Egea sigue haciendo lo que más le apasiona. Toma trocitos de papel, coloca su paleta de tinta de colores y un bote higiénico para desinfectar, fija la aguja y empieza a sentar cátedra. El resultado pone la piel de gallina, nunca mejor dicho.

El gremio dice basta. La Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), en representación de los tatuadores profesionales, reclaman a la Administración «control con el intrusismo laboral en el sector del tatuaje, además de una certificación oficial del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE), así como resolver las homologaciones de las pigmentaciones que, en países del resto de Europa como Francia, Alemania o Italia, están homologadas y en nuestro país aún no». La tatuadora Laura Egea se manifiesta en la misma línea y apunta que se trata de «competencia desleal». La UPTA también critica que es «tan sencillo acceder a pigmentaciones en el mercado, que cualquiera puede comprarlos vía online a cualquier proveedor. Ese hecho no solo golpea a los negocios de los profesionales cualificados del sector, sino que también es un peligro para la salud de las personas que se tatúan en centros ilegales, que ya ascienden a más de 15.000 en España».